En las últimas horas, y ya con la tragedia consumada, el puzle del accionar criminal de Pablo Laurta, asesino de su expareja y de la madre de esta, comienza a completarse. Y al hacerlo revela que los hechos no resultan tan sorprendentes como pudieran parecer, a la luz de los antecedentes.
De hecho, y tal como informáramos en un mensaje de audio reciente, Luna Giardina —su expareja, a la que asesinó días atrás— había enviado un mensaje de audio a una persona allegada, y que sería tristemente premonitorio.
“Quiero llorar. Es desconcertante. No sé qué irá a hacer ahora, porque la verdad es que con alguien así no sabés qué puede llegar a hacer”, decía.
El caso del doble femicidio en Córdoba cada vez se pone más terrible. Luna le estaba organizando el cumple a su hijito, que es esta semana. Hace un mes, Laurta ya amenazó a Luna con sacarle al nene de manera violenta.
— Gastón Nahuel (@GastonNahuelAB) October 13, 2025
Así lo contó ella misma en un audio: pic.twitter.com/FY8iKNtX1V
Luna Giardina y Pablo Laurta se conocieron a fines de 2018, y apenas dos meses después ella quedó embarazada.
En junio de 2022, cuando su hijo apenas alcanzaba los tres años, Luna decidió mudarse de su Córdoba natal a Montevideo junto a Laurta. En octubre de 2023, aterrorizada por la violencia que él ejercía, escapó de Uruguay y volvió a Córdoba, donde lo denunció.
La jueza de Violencia Familiar y de Género de entonces, Mariana Harca, dictó medidas de protección: una restricción de acercamiento de 200 metros, prohibición de contacto, tratamiento obligatorio para el agresor y un botón de pánico para la joven. También dispuso una cuota alimentaria provisoria por un monto irrisorio: el 45% de un salario mínimo, dinero que, según consigna el periódico La Voz, jamás pagó. La joven se ganaba la vida confeccionando y vendiendo prendas de punto y mermeladas, y estaba estudiando Agronomía.
Pero Laurta nunca se alejó del todo. El 27 de octubre de 2023 ingresó a la Argentina con dos armas: una pistola 9 mm y un revólver calibre 38, además de municiones y cargadores. Fue detenido, pero pronto recuperó la libertad. Meses después, en febrero de 2024, volvió a ser arrestado por violar la restricción judicial. La fiscal Gutiez ordenó su detención solo por un día. El juzgado de Violencia Familiar dispuso la colocación de un dispositivo dual —una tobillera electrónica y un monitoreo para la víctima—, pero nunca se concretó: el hombre había regresado a Uruguay.
A mediados de ese año, la jueza Victoria Jalil tomó la causa y continuó las medidas de control. Se enviaron hasta cuatro notificaciones a Migraciones para que, en caso de su regreso, se le colocara el dispositivo electrónico de inmediato. Sin embargo, Laurta nunca volvió a presentarse. Cambió abogados, domicilios y teléfonos, eludiendo cada citación con precisión. Durante casi dos años, el dispositivo dual estuvo guardado, hasta que se dispuso que se utilizara en otras causas
En enero de 2024, Luna volvió a vivir el terror en carne propia. Laurta se apareció a metros de su casa, en Córdoba, cuando ella volvía de un almacén. Luego, un vecino contó que lo vio durante varios días escondido en el techo de una vivienda cercana, con una botella de agua, un buzo blanco y armado con una trincheta. Según publica Clarín, dormía, comía y hasta hacía sus necesidades allí arriba. Cuando la Policía intervino, lo persiguió y logró detenerlo tras una caída.
Nada de eso detuvo la espiral. El 4 de octubre de 2025, Laurta cruzó nuevamente la frontera hacia Argentina. Lo que siguió ya es conocido: el asesinato de Luna, de su madre y del remisero que había contratado para viajar desde Concordia.
Como es de público conocimiento, Laurta es fundador e integrante del movimiento antifeminista Varones Unidos.
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