El estudio de Martín Buscaglia es un caos de cables, libros, partituras y discos tirados por el piso. Arriba de una silla hay un órgano Farfisa que capta mi atención. Martín me cuenta que lo compró en Mercado Libre por dos mil pesos y me muestra como suena. Tiene un botón maravilloso que simula un pedal wah wah. El cuarto donde nos sentamos a conversar está un poco más ordenado. Vendría a ser el control room del estudio y allí está la computadora que el sello español Lovemonk le dio para que grabara en Madrid su tercer disco "Ir y volver e ir". Ese fue el álbum que comenzó a abrirle las puertas para que se convirtiera en un artista "internacional" que toca mucho más fuera que dentro de Uruguay. Su mezcla de funk, tropicalismo, pop, candombe beat, folclore, electrónica y elementos imposibles de definir, llamó la atención de gente muy distinta en diversas partes del mundo. El año pasado editó "El pimiento indomable", un disco a dúo con el español Kiko Veneno, que ambos compusieron "a cuatro manos y cuatro oídos" como dice Martín, pergeñado y grabado en parte en el lugar donde estamos sentados y mezclado en Estados Unidos, en el estudio del músico Jackson Browne.

El próximo 14 de diciembre Buscaglia estrenará en el Espacio Guambia un nuevo show llamado "Hombre", donde estará a solas con su guitarra.

Llevenlé, tu disco debut, está cerca de cumplir 18 años...

Es un disco de una época antediluviana. Por poco no llegó a salir en vinilo, salió en CD y en casete. Era una etapa bisagra entre mundos musicales y entre maneras de hacer música. De antes de que las computadoras se convirtieran en el estándar para grabar. De hecho los demos los hice en un portaestudio a casete. Fue un disco que se hizo en muy poco tiempo y probando muchas cosas en el estudio de grabación sin saber usarlo. Pero aun con todos los errores, tiene algo propio producto de esa cosa intuitiva, por la falta de una información que hoy en día es casi básica.

¿Cuánto queda hoy de aquel músico debutante?

Me doy cuenta que las búsquedas y las obsesiones que tengo como creador ya están presentes ahí; desde las palabras al groove, pasando por la mezcla de timbres, solo que de una manera más intuitiva y caótica. Creo que después pulí, afiaté o puse énfasis en determinadas cosas. En mi segundo disco, "Plácido Domingo", creo que me fui para el otro lado, tratando de lograr tener el control absoluto. Es el disco más hi fi que he hecho, el más cuidado. En el tercer disco creo que pude manejar mejor ambos mundos, el del caos y el de la minuciosidad.

¿No has abandonando también el formato canción, haciendo cosas más abiertas en tus últimos álbumes?

Sí, fue algo consciente, pero son rachas. Ya el disco que hicimos con Kiko Veneno es más cancionero, obviamente por la presencia de Kiko, que es un cancionista. Es un disco quizás más clásico para mis estándares y menos clásico para los de Kiko. Fue una búsqueda consciente pero no es que reniegue de la canción. Ahora de hecho estoy haciendo shows solo con la guitarra acústica, más basados en la canción.



Podría decirse que cuanto más raro te volviste tu música llego a más gente...

No lo pienso en esos términos. Creo que pasa por lograr mostrar lo que sos. Para Joao Gilberto lo normal es tocar bossa nova y está bien que así sea. Si tu esencia es tocar una sola tecla y volverte especialista en los mil matices que tiene esa tecla, está buenísimo. Yo fui siempre un explorador, desde que era chiquito, y creo que fui logrando mostrar mejor esa esencia.

También pienso que hay algunas músicas que son más cosmopolitas que otras. No estoy hablando de la calidad de la música, pero creo que mis temas son más errantes y pueden llegar a gente distinta. Yo nunca luché para encontrar una singularidad. Sé que para otros artistas es todo un tema encontrar una voz. Yo siempre supe que tenía esa personalidad, lo que hice fue buscar la mejor manera de reflejarla.

¿Es difícil trabajar con alguien a quien admiraste por mucho tiempo? Pienso en tu disco con Kiko Veneno, pero también en otras colaboraciones que has hecho...


Es de las emociones más lindas que hay. En el caso de Kiko Veneno se hizo público porque hicimos un disco juntos. Pero también te pude pasar en una charla, cuando alguien te hace saber que eso que vos sentís hacia él es reciproco. Se trate de un músico reconocido o no. El año pasado fui a tocar a Brasil con un dúo que se llama Os Mulheres Negras. Es un grupo de principios de los años 90, del que yo era fan absoluto, que empezó a experimentar con la música electrónica en el formato canción. Por las vueltas de la vida ellos conocieron mi música y terminamos haciendo una serie de shows. Para mi fue una emoción tremenda y una afirmación en el camino que estaba transitando, aunque sea un grupo que acá nadie conozca. Yo creo que son cosas que terminan siendo naturales, porque esa gente que admiro, comparte conmigo una visión artística común. Me doy cuenta de lo importante y lo lindo que es, pero al mismo tiempo es natural. Cuando te gusta mucho un artista es porque sentís que esa persona ve el mundo de una manera similar a la tuya, aunque lo que haga no sea parecido a lo que vos hacés. Yo soy fan de Tom Waits, por ejemplo o de Jonathan Richman, y no creo que eso se vea en mi música.

Estuvimos hablando mucho de arte y de expresión, pero la música también es un trabajo para vos. ¿Es difícil congeniar esas dos cosas?

Carson McCullers, una escritora que me encanta, dice que ella escribe para "ganarse el alma y para ganarse la vida". A mí me pasa que tocar en vivo me encanta y es algo a lo que le doy mucha importancia. No estoy hablando de prestar atención a detalles técnicos o a la puesta en escena, sino de la posibilidad hasta de epifanía que tiene. A veces no pasa, a veces pasa un segundo, y pasa de mil maneras, en tu relación con el público, en tu relación con el instrumento. Y en estos tiempos cibernéticos es de los pocos lugares donde pervive la posibilidad de la verdad. Lo que pasa ahí está pasando de verdad. Porque hacer un disco que suene bien lo hace cualquiera, tocar en vivo ya es otra cosa, que ni siquiera depende del manejo de los materiales o de la técnica.

Y el hecho de viajar mucho y estar en movimiento es algo que me encanta. Como te decía, era algo que ya traía en mí y que por suerte -o por lógica- se transformó en un medio de vida. Siempre viví de la música, desde que tengo 16 años. Di clases en jardines de infantes, talleres de expresión corporal, trabajé en un crucero tocando el bajo, acompañé otros artistas, formé parte de Cantacuentos. Desde no hace tanto puedo vivir de grabar y tocar mis canciones. Pero siempre viví de la música, a veces como un rey y otras como un mendigo.