Registrada en Tailandia, la escena parece un documental de National Geographic pero en versión bajo presupuesto.

Como si tuviera pocos problemas al ser engullida por un enorme batracio, la serpiente se ve obligada a precaverse de las aproximaciones de un gato que, curioso, pero no tonto- duda entre atacar o quedarse en su sitio.

El felino y el ofidio miden sus movimientos, e incluso llegan a rozar sus hocicos de manera casi amistosa, mientras el sapo, inmóvil como una esfinge, continúa sujetando a su presa.