Compartir cama sin compartir frazadas. Esa es, en esencia, la propuesta de una práctica habitual en Noruega, Suecia y Dinamarca conocida como “dormir a la noruega”, que comienza a ganar terreno en otros países como una solución pragmática a los problemas de descanso en pareja.
La fórmula es sencilla: dos personas, una cama, dos acolchados individuales. A primera vista puede parecer poco romántica, pero quienes la adoptan destacan sus beneficios en términos de comodidad, autonomía y calidad del sueño. En tiempos donde el autocuidado y el bienestar ocupan un lugar central en la vida cotidiana, esta costumbre nórdica plantea un cambio de paradigma en la vida conyugal: el buen descanso también es una forma de quererse bien.
Menos peleas por la manta, más descanso reparador
La práctica ha comenzado a viralizarse gracias a redes sociales como TikTok, donde usuarias como Laura (@lauraenelvalhalla), una enfermera española radicada en Noruega, comparten su experiencia con esta modalidad de descanso. "Al principio me parecía raro, pero ahora estoy encantada", afirma en uno de sus videos más populares.
Las razones detrás del éxito de esta práctica son tan simples como universales:
- Termorregulación personalizada: cada persona puede elegir un acolchado con el grosor y material que prefiera, evitando discusiones por el calor o el frío.
- Adiós a los tirones nocturnos: tener cobijas separadas reduce las peleas por el “robo de manta”, un conflicto nocturno más común de lo que parece.
- Mayor higiene y practicidad: los edredones individuales son más fáciles de lavar, lo que favorece una rutina doméstica más ágil.
No es divorcio del sueño, es cercanía con autonomía
A diferencia del llamado sleep divorce —cuando las parejas deciden dormir en camas o habitaciones separadas para preservar la calidad del sueño—, dormir a la noruega no implica distanciamiento emocional. La cama se sigue compartiendo, pero se establece una frontera simbólica: cada uno conserva su espacio térmico y físico, sin renunciar a la intimidad.
En muchos casos, esta práctica ha resultado ser una forma de mejorar la convivencia nocturna sin afectar la relación. "Al principio lo veía como un símbolo de frialdad, ahora lo entiendo como una forma madura de dormir mejor juntos", reflexiona Laura.