La empresa china Huawei se convirtió en un actor central del enfrentamiento geopolítico y tecnológico entre Estados Unidos y China, una disputa que trasciende los aranceles y se libra también en el ámbito de las telecomunicaciones, la ciberseguridad y la infraestructura digital. 

La compañía —fundada en 1987 y presente hoy en más de 170 países— es uno de los principales objetivos de Washington desde que, en 2018, el entonces presidente Donald Trump prohibiera su uso en agencias gubernamentales. Un año más tarde, fue incluida en la lista negra del Departamento de Comercio, con el argumento de representar un riesgo para la seguridad nacional debido a su presunta vinculación con el gobierno chino y el Partido Comunista.

Las restricciones comerciales prohibieron a firmas estadounidenses como Google, Intel y Microsoft colaborar con Huawei, lo que afectó su presencia global y, particularmente, su competitividad en el mercado de dispositivos inteligentes.

América Latina: expansión en medio del conflicto

Pese a las sanciones, Huawei mantiene su presencia en América Latina y el Caribe. No obstante, la presión de Estados Unidos persiste. Durante su primer mandato, Trump advirtió que sancionaría a los países que permitieran a Huawei participar en licitaciones de 5G. Aunque solo Costa Rica vetó oficialmente a la compañía, países como Brasil recibieron advertencias formales.

Nuevas investigaciones y tensiones diplomáticas

El cerco a Huawei se intensificó también en Europa. El pasado 13 de marzo, la Fiscalía belga allanó oficinas de la compañía en Bruselas y otras regiones, en el marco de una investigación por presunto tráfico de influencias y sobornos a funcionarios del Parlamento Europeo.

Huawei niega cualquier conducta irregular y reitera que cumple con la legislación en todos los países donde opera. En Estados Unidos, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) reabrió en marzo una investigación sobre si la empresa continúa operando en territorio norteamericano, pese a las restricciones vigentes.