No es una novedad que en Uruguay la muerte sea un tema tabú. Que se ignore no significa que no ocurra, que no atraviese a las personas que pierden a un ser querido o alguien que era parte de su día a día. Que la vida cambie. En las últimas semanas, las muertes de menores de edad fueron noticia: el asesinato de Luna y el de Alfonsina y Francisco a manos de sus padres, y los hermanos de 2, 7, 13, 15 y 17 años —cuya identidad aún se desconoce— que murieron en un incendio en Villa Española.
En todos los casos, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) brindó apoyo psicológico a estudiantes y padres de los centros de estudio a los que acudían las víctimas. Pero ¿de qué forma se abordan en Uruguay la muerte y el duelo en las instituciones?
El docente Juan Pedro Mir, que centró sus estudios de maestría en los procesos de duelo y el acompañamiento educativo a niños, niñas y adolescentes que reciben cuidados paliativos, sostuvo en diálogo con Montevideo Portal que Uruguay está en una etapa en la que “la muerte y el duelo se visualizan como fenómenos” que empiezan a tratarse “en las instituciones educativas”, tanto como los nacimientos, los descubrimientos de nuevos procesos o los conflictos.
Sin embargo, dice el exdirector de Educación durante el último período de Tabaré Vázquez, en la cultura uruguaya —como en la cultura occidental en general— la muerte ha sido tratada como “un fenómeno sacado de la vida cotidiana”.
“De la muerte no se habla en público, se tapa, y eso es un poco lo que ha sido la modernidad en torno a la muerte del duelo”, afirma. En la actualidad, de la mano de “discursos de la inclusión, de la vinculación, de la sensibilidad de los niños y los jóvenes, con trabajo con las emociones, aparece este tema planteado”.
Para el educador, contemplar la muerte con naturalidad “es un desafío más que interesante para visualizar el tema y hacer estrategias de carácter institucional y pedagógico”.
A la hora de tratar fallecimientos abruptos y sus duelos, las instituciones deben tomar medidas que den contención a las comunidades afectadas. Lo “primero” es “asumir que hay un hecho que estalla y que cambia la realidad, no solo de la familia involucrada, de la clase involucrada, sino del conjunto de la institución”.
Lo segundo, dice el experto, es que los centros de estudio “deben evitar tapar esa situación y no hablar las cosas por su nombre”. Para ello, no se debe hacer énfasis “en detalles escabrosos ni detalles morbosos”, pero sí “es necesario que la voz de la institución esté presente”.
Una manera para sobrellevar este tipo de situaciones es “mostrando respeto” e iniciar “un proceso en el que se cometan acciones de acompañamiento, sobre todo los niños y jóvenes que están con esos chiquilines que han sufrido situaciones de violencia y de muerte en su clase y en su generación”.
“Pero, aparte, entendiendo que hay hermanitos también; que hay hermanos, que hay primos, que hay actores, que hay padres. Hay una comunidad que está completamente afectada”, expresó Mir.
Los centros de estudio deben “crear un discurso claro” y estar “atentos” a las reacciones de los niños, los jóvenes y los docentes. Para un educador, “el fallecimiento de un alumno es un antes y un después en su carrera”, explicó el exjerarca.
El apoyo, entonces, debe ser integral, a través de prácticas y acompañamientos diarios que ayuden a “poner el tema en palabras, a traer al compañero en palabras, a hablar de la muerte que ha sucedido, a generar instancias de recuerdo a lo largo del proceso”.
“La muerte se habla: se habla con amor, se habla con compasión, se acompaña, y la institución debe formar parte de ese proceso”, insistió el especialista. En ese sentido, Mir reflexionó sobre el día después y la necesidad de que la escuela “muestre señales” y “que no continúe todo como está”.
El experto también sugiere que, con el paso del tiempo, los centros de estudios incluyan a las familias de los fallecidos en la comunidad para homenajearlos y mantener su “memoria presente”.
Casos de asesinatos violentos
Los niños, niñas y jóvenes no están exentos de estar en contacto con muertes violentas. Para ello, es necesario que estén contenidos: “la voz de la escuela para reconocer el hecho es muy importante”.
“Estos detalles escabrosos están presentes muchas veces en las comunicaciones informales, agrandando los hechos o llenando de mayores niveles de violencia”, destacó Mir. De ese modo, el exdirector de Educación subrayó la importancia de “que haya una claridad en la información a la comunidad educativa y que vea que la institución aborda el tema y acompaña con medidas de respeto, de acompañamiento y de explicación de la situación”.
Para este tipo de situaciones, también es vital que las personas que transiten el duelo sean incluidas en “los procesos de reeducación y de contemplación de derechos, de acompañamiento y de construcción de relaciones”.
La prevención
La pedagogía propone abordar la temática de forma previa a que suceda e impacte en la comunidad y recomienda “asumir que está en la vida de los niños y los jóvenes todo el tiempo”.
Según Mir, los fallecimientos se pueden trabajar con actividades “interdisciplinares”: desde la biología, la literatura, el arte, los derechos, la geografía; abordando temas vinculados al conocimiento y al acercamiento de los niños, de acuerdo con la edad que tienen, a la muerte y a duelar.
El desafío de ampliar la formación para educadores
Mir considera que, si bien la literatura comparada muestra “buenas experiencias” a la hora de afrontar muertes y duelos en centros educativos, se trata de “un desafío para el conjunto del sistema uruguayo”.
Es que para que los educadores puedan contener a sus estudiantes que atraviesan un duelo, también deben comprender su vínculo con la muerte y desde qué óptica pueden abordarla.
“Yo no puedo abordar temas vinculados a la muerte y al duelo si no tengo resueltos determinados temas con la muerte y el duelo. Ese es un punto nada menor. Es un tema que se debe hacer en comunidad, con formación, con capacitación”, sostuvo el exjerarca.
El experto insistió en que según cómo el docente o profesor se “lleve con la muerte” será cómo va a “poder poner en palabras” estrategias para que sus alumnos sean conscientes de que “la muerte existe, que es un fenómeno natural, que tiene consecuencias emocionales en los actores y que el duelo forma parte de la vida”.
En ese sentido, el exdirector de Educación ratificó que los centros educativos deben hablar “de forma muy compasiva” con los menores afectados, así como también “respetar los tiempos de construcción del duelo, lo que se dice y lo que no se dice, y acompañar para poner en palabras muchas veces el silencio que es opresor”.
Hablar de la muerte no significa exponer a los niños y a los jóvenes, pero sí puede permitir que durante su proceso de duelo reciban la contención para abordarla. “En un contexto en el que la violencia contra los niños y los jóvenes se sostiene, las instituciones educativas deben tomar este desafío en forma orgánica”, indicó Mir.
El experto considera que para que los docentes estén formados en el abordaje del duelo y de la muerte es necesario que también esto se convierta en una política de Estado, de formación, tanto en nivel inicial como de forma permanente, porque “el mayor problema es cuando no se aborda el tema”.