La Dirección General de Primaria puso sobre la mesa dos de los cambios más disruptivos de los últimos años: romper con los grados escolares y revisar el histórico sistema de abanderados. La apuesta, según su jerarca, busca dar un paso hacia una escuela más inclusiva y menos atada a tradiciones que hoy resultan excluyentes.

En entrevista con El Observador, realizada por el periodista Tomer Urwicz, la directora general Gabriela Salsamendi explicó que “ese viejo modelo de una maestra parada adelante, con niños sentados copiando” ya no responde a las necesidades actuales. Mencionó experiencias en centros de Montevideo y Canelones donde los alumnos rotan en grupos según proyectos y temas, y donde todos los docentes se hacen cargo de todos los niños.

La transformación también alcanza al régimen de abanderados, cuestionado desde hace años por las inspecciones técnicas de Primaria. Salsamendi suscribió a la idea de que “el sistema es antidemocrático y negativo desde lo pedagógico”, y remarcó que una escuela que se propone ser cada vez más inclusiva no puede mantener un símbolo de reconocimiento limitado a un solo criterio académico.

En su lugar, sostuvo, existen “mil maneras de reconocer a los niños” que ya se aplican en distintas escuelas, sin necesidad de centrar ese privilegio en los mejores promedios de calificaciones. “¿Por qué el derecho a llevar la bandera tiene que estar asociado solo a los que son mejores en algunas habilidades?”, cuestionó.

La apuesta de Primaria, entonces, combina nuevas formas de organización —sin grados fijos ni jerarquías tradicionales— con una revisión de símbolos como la bandera, para que la escuela sea un espacio que incluya y motive a todos por igual.