Jonathan Pierce, el cantante y compositor de The Drums, sabe de contradicciones. Homosexual, se crió en una casa con padres homofóbicos y activos participantes de las manifestaciones anti gay en Estados Unidos, en su condición de pastores pentecostales. Escuchaba synthpop cuando sus compañeros de generación estaban obsesionados con el grunge. Más tarde, cuando los sintetizadores volvían a estar de moda, fundó un grupo esencialmente guitarrero.

Crecer fue, para Pierce, "duro, confuso, deprimente y solitario". Nada de eso se nota en las melodías contagiosas del debut de los Drums, pero se filtra en las letras por todos lados. Y en ningún álbum ese contraste se hace tan patente como en el más reciente, Abysmal thoughts, donde Pierce habla de depresión, divorcio y el rechazo de su familia mientras te hace mover paradójicamente el pie derecho con entusiasmo.

Aunque un poco más melancólica con el paso del tiempo, la fórmula de los Drums sigue siendo la misma que en el 2010 los volvió la nueva esperanza del indie: un sonido de bajo y guitarras heredado del surf y el post punk (con canciones que gravitan más sobre los riffs repetitivos que las secuencias de acordes), la sensibilidad del pop independiente de los 80 y la inocencia de las melodías de los 50, que les da una luminosidad engañosa.

De los miembros originales de la banda solo queda Pierce, el vocalista y principal compositor, que carga en sus hombros el proyecto sin que la música se haya visto muy resentida. Otra cosa puede decirse de las letras y del arte, que funciona como una declaración de intenciones brutalmente honesta (la portada del disco, que muestra al novio de Pierce oliendo un calzado y tocándose los genitales, no es precisamente sutil, como tampoco su tipografía "sangrienta").

Este miércoles 16 de mayo, a partir de las 21 horas, The Drums llega a La Trastienda Montevideo (Daniel Fernández Crespo 1763) para mostrar las canciones de sus cuatro discos, una buena ocasión para hablar con Pierce sobre su predilección por la oscuridad y la supervivencia de las bandas de rock en esta era tecnológica.

¿Qué pros y contras tiene hacer todo solo en The Drums?

Los pros son muchos más que las contras. Cuando comencé con los Drums, básicamente era yo grabando y componiendo, así que sabía que el proceso de grabación no sería tan distinto en lo que respecta a la música. Creo que el gran cambio fue al momento de escribir las letras, ya que me permitió expresarme en una forma más libre que cuando tenía otros compañeros: antes debía ser más cuidadoso en lo que decía y el mensaje hacia los fans, porque representaba más que yo.

La mejor parte del nuevo álbum es que estoy capacitado para decir cosas que importan. Hice que fuera ex profeso no esconder cómo me estaba sintiendo. Vivimos en un mundo que nos condiciona a enseñar únicamente el lado feliz de nuestras vidas y mostrarle a otra gente que sabemos lo que hacemos y no tenemos miedo. En Instagram todo el mundo publica fotos de la mejor parte de su día, no fotos de cuando están tristes o con miedo. Y yo quiero ser parte de un cambio mundial en el que la gente exprese cómo se siente, incluso si no está bien. Por eso es que hay muchas canciones sobre sentirse deprimido, solo o con temor, porque así es cómo me estaba sintiendo.

¿Tomaste la partida de la banda de Jacob Graham como una buena noticia?

Cuando él dejó la banda hubo un momento en que me dio miedo, pero luego me di cuenta de que hacer un álbum solo, a pesar de todo el trabajo que lleva, era un regalo. No solo conecté más con los fans, por la apertura emocional del álbum, sino que aprendí muchísimo sobre mí al componer y ser honesto conmigo mismo. Estas 12 canciones se convirtieron en 12 pequeñas sesiones de terapia; aprendí como persona y también como artista. Con Jacob no teníamos casi desacuerdos y prácticamente no teníamos que discutir las cosas porque nos conocíamos muchísimo. Pero era raro que yo luchara por una idea porque ya sabía qué cosas o le iban a gustar... por ejemplo, algunas canciones sobre sexo él no las permitiría en un disco. Para mí, es agradable sentir que ya no tengo limitaciones.

¿Por qué entonces es un disco de The Drums y no de Jonathan Pierce?

La respuesta real es que es mucho trabajo comenzar un nuevo proyecto y que la gente se entusiasme. Llego a una audiencia mucho más amplia solo manteniendo el nombre The Drums. Y además tengo un sentido de la propiedad con The Drums. Hice casi todo el primer EP y el primer disco yo prácticamente solo y desde el comienzo fue mi creación.

El título del álbum y el contenido de las letras son mucho más oscuros de lo que la música sugiere. ¿El contraste fue buscado?

Tomé la decisión de hacer el arte que quería hacer, ya fuera en la música o las letras. No tenía realmente nada planeado más que ser yo mismo, todo pasó en forma natural. Los sonidos querían estar ahí, las letras pedían estar ahí.

¿La tristeza es un motor creativo mejor que la felicidad?

La tristeza es con lo que me he sentido más familiarizado en la vida, más que la felicidad. Creo que la mayoría de las personas, si fueran honestas consigo mismas, podrían decir algo así. Todos tenemos un poco de nervios o no queremos ser heridos, pero de repente pasan cosas en la vida que te vuelven triste o te hacen preguntarte muchas cosas. Y en mi experiencia, los momentos realmente dichosos, en los que te sentís puramente feliz, son más raros. Siempre me sentí más inclinado a las manifestaciones de arte más oscuras, así que sí, podría escribir canciones tristes hasta el día en que muera. Siempre hago un par de canciones que hablan de la felicidad, pero nunca llegan al álbum (risas).

¿Te sentís cómodo con las comparaciones que hace la prensa sobre los Drums, vinculándolos a bandas pop de los ochenta?

No me gusta que me comparen con bandas de los ochenta. Cuando la mayoría de la gente escucha los ochenta se hace la imagen de Wham, George Michael o Duran Duran. Piensan en la new wave con sintetizadores y yo nunca pensé en mi música de esa forma. Es mucho más calma, más frágil, más suave nuestra forma de hacer pop, y cuando pienso en los ochenta no puedo evitar asociarlos al exceso, desde el pelo a los sintetizadores fuertes o los redoblantes con eco. Sí creo que hay un pequeño grupo de bandas de aquella época, en general las asociadas con Sarah Records o Factory Records, más orientadas al sonido de guitarra y que cantaban sobre asuntos más tristes. Todavía escucho a Blueboy, por ejemplo, y su álbum Unisex, que es hermoso y técnicamente fue hecho en los ochenta pero no suena a lo que uno asocia a la época. Me gustaría que la prensa dejara a los Drums ser los Drums. No creo que sonemos a ninguna otra cosa, somos una especie de cosa extraña, con infuencias aquí y allí, y alguna cosa a la que podés referenciar, pero somos una banda extraña, lo que me parece bien.

Hiciste buena parte de tus álbumes desde tu cuarto. ¿Es más fácil o más difícil vivir de la música hoy gracias a la tecnología?

Ayudó a alguna gente, eso seguro, e hizo la vida más difícil para otros. Si sos DJ o un productor de música podés construir un imperio con solo una laptop. Pero cuando estás en formato banda, basada en integrantes humanos, como es el caso de los Drums, y tenés un staff que sale en gira contigo, un montón de la plata que harías se va para pagarle a todos los involucrados. Si sos solo un DJ o un productor es mucho más sostenible, podés ser contratado con poca producción. Estar en una banda es duro, y en una que toca indie rock todavía más. Incluso las grandes bandas de guitarras, asociadas al principio al indie rock, están cambiando el formato. Si uno ve grupos como Coldplay, sus nuevos singles son todo sintetizadores y máquinas de ritmo... también les da miedo la situación.

Es más difícil para los grupos que no son Top 40 hoy en día. Por eso es que sigo sacando discos y de gira, es un negocio en el que no se para. Pero, dicho, esto, me siento agradecido, porque cumplimos una década el año que viene, y estar en una banda que haya durado tanto significa que hay algo con lo que la gente conecta y que todavía quiere escuchar. Esto solo se pone mejor.