La moda de las últimas temporadas en los equipos grandes ha sido contratar futbolistas argentinos, y los resultados en la relación costo-rendimiento fueron diversos en la última década. Peñarol es el que cuenta con más jugadores de la vecina orilla en su plantel actual (cuatro), pero Nacional tuvo más (13) en las últimas 10 temporadas.

Ya no son los Atilio García, Juan Hohberg, Luis Artime o Ermindo Onega quienes llegan al fútbol uruguayo, y en la actualidad Santiago Solari, Alejandro Martinuccio, Nicolás Domingo, Jonathan López, Mariano Pernía y Marcelo Gallardo son los embajadores argentinos en los grandes.

Los primeros de la década

El repaso por la última década comienza a mediados del año 2000, cuando los grandes se pelearon hasta último momento por contar con los servicios de un goleador insaciable, que había marcado 13 tantos en Racing en poco más de cuatro meses durante el Apertura.

Se trataba de Pablo Islas, quien finalmente vistió la blusa tricolor y fue más recordado por los kilos de más con los que volvió de las vacaciones que por sus actuaciones. Estuvo un año en el equipo dirigido por Hugo De León, y anotó tres goles por torneos locales y cuatro en competencias internacionales (tres a Boca Juniors y uno a San Lorenzo).

Se fue el “goleador” sin conformar y llegó otro argentino, mucho más veterano pero con mejores pergaminos. Raúl “Pacha” Cardozo, integrante del Vélez multicampeón de los años 90, jugó apenas seis meses (Clausura 2001) y se consagró campeón, a pesar de no haber tenido un rendimiento memorable en el lateral izquierdo.

Para el año siguiente la moda cruzó de vereda y el que probó suerte fue Peñarol, que contrató a Daniel “Miliki” Jiménez, proveniente de Instituto de Córdoba. El gigante centrodelantero, a pesar de ser bastante tosco en sus desplazamientos, aprovechó su físico para marcar 28 tantos en dos temporadas, incluyendo uno clásico. Se fue siendo suplente en el equipo campeón de 2003.

Bajando el nivel

Justamente en ese año apareció otro atacante pero en Nacional, naturalizado ecuatoriano. Carlos “Cuqui” Juárez tuvo un pasaje no tan bueno en ese 2003, pero luego retornó con mejor suceso entre 2006 y 2007 con 13 goles. A pesar de ello, pasó sin pena ni gloria.

El año 2004 dio un respiro en lo que a argentinos refiere, pero un año más tarde llegaría a Peñarol procedente de Cerrito un veloz delantero que prometía mucho y con los años volvió al conjunto auriverde, tras pasar por River, Fénix, Cerro. Pablo Russo, quien defendió la casaca aurinegra en el Uruguayo Especial y luego en el Apertura 2005 con apenas tres goles convertidos y una gran cantidad de posibilidades marradas.

Otro que pasó por las canchas uruguayas, buscando una forma física que encontró años después en el fútbol boliviano, fue el talentoso enganche zurdo Cristian Zermatten. Su estadía en Nacional duró apenas unos meses, en donde anotó un par de goles, ejecutó bien algún tiro de esquina y poco más.

De galera y carbón

En agosto de 2006 llegó al conjunto carbonero Ruben Capria, de condiciones técnicas incuestionables. El volante que había brillado en Racing de Avellaneda se quedó un año con los mirasoles y marcó cinco tantos, dejando en claro que la calidad de su pie izquierdo seguía intacta. Las lesiones, la edad con la que llegó y la falta de rodaje le jugaron una mala pasada.

Junto con el Mago llegó Alejandro Delorte, un delantero de casi dos metros que a pesar de haber anotado algún gol, incluyendo uno en el clásico de Apertura 2006, no terminó de convencer. Con semejante físico se esperaba que se impusiera en el juego aéreo, y no que gastara sus energías en protestar a los árbitros por los penales que le cometían en cada centro que llovía sobre el área rival. Se fue a los seis meses y en su lugar llegó el brasileño Silvio Mendes.

La salida de Capria coincidió con la llegada de Matías Manrique, un férreo defensor mendocino que desembarcó en Peñarol en 2007 y se quedó hasta mediados de 2008, cuando ya no era titular. Su pasaje por Danubio no había sido del todo fructífero y confirmó lo poco que se esperaba de él en el equipo aurinegro que empezó dirigiendo Gustavo Matosas (quien ya lo había tenido en Danubio) y terminó con Mario Saralegui.

En el mismo lapso estuvo Juan Pablo Pereyra pero en la vereda de enfrente, un delantero que jugaba en Tigre y por ello se lo apodó con el nombre de su ex equipo. Actualmente se desempeña en Estudiantes de La Plata, supera el metro noventa de estatura pero le gusta tirarse a las bandas, motivo por el que nunca se ganó la titularidad en el fútbol uruguayo, dado que se esperaba que fuera una referencia de área.

Invasión tricolor

A partir de 2008 Nacional volvió al ataque con los argentinos y desde ese momento hasta la actualidad tuvo ocho. El primero fue Nicolás Bertolo, probablemente uno de los mejores. El cordobés proveniente de Boca Juniors sólo jugó el Clausura 2008 pero dejó un grato recuerdo, no tanto por sus goles (dos golazos a Fénix y Cerro), sino por su ida y vuelta por el sector derecho de la mitad de la cancha con buen manejo de balón.

Se fue Nico y llegó Matute para quedarse un par de años. Ángel Morales, más recordado que todos los anteriores, despilfarró talento en todas las canchas donde jugó y al igual que Capria confirmó que la calidad no se oxida. A pesar de un arranque en donde le costó ponerse en forma, encontró su mejor nivel formando una dupla letal con Nicolás Lodeiro.

Junto a él llegó desde la reserva de Boca Matías Rodríguez, cuyo desempeño en tres torneos cortos (Apertura 2008, Clausura y Apertura 2009) adquirió mayor relevancia cuando fue transferido a Universidad de Chile. Rapidísimo y polifuncional defensor, fue uno de los pilares en la campaña del equipo que, de la mano de Gerardo Pelusso, llegó a semifinales de la Libertadores 2009.

Sin tanto éxito llegaron Federico Domínguez, Walter García y Marcos Mondaini, quienes apenas estuvieron vestidos de tres colores el primer semestre de 2009. El primero de ellos, un buen lateral izquierdo que deslumbró con su pegada en el primer mes en el club, pero luego fue diluyéndose producto de lesiones y terminó volviendo a su país por motivos personales.

García no llegó a jugar por estar fuera de forma y a pesar de ello percibía un salario altísimo, y Mondaini demostró velocidad y poco más, confirmando que no siempre da buenos resultados apostar por los futbolistas nacidos en la cantera xeneize. Un delantero por afuera que iba tan pegado a la banda que nunca pisaba el área, y anotó un tanto a Wanderers y otro a Nacional de Paraguay.

Si “La Tota” García tenía un sueldo exagerado para ocupar un lugar entre los suplentes, más lo fue el de su compatriota Pablo Cavallero, quien llegó a defender el arco de Peñarol a mediados de 2008. Arrancó como titular sin convencer demasiado, jugó el repechaje de la Libertadores 2009 sin poder impedir los cuatro goles del DIM en Colombia y luego perdió la titularidad justificadamente con Julio Ribas como entrenador.

Quedaron fuera del repaso aunque merecen un párrafo aparte otros jugadores que fueron tricolores o aurinegros, y a pesar de haber nacido en la vecina orilla fueron considerados uruguayos por la Asociación Uruguaya de Fútbol. Daniel “Boya” Pereira y Fabián Césaro raspando en la mitad de la cancha de Peñarol, Roberto Brum haciendo lo propio en el mediocampo albo y Fernando Muslera durante seis meses en el arco del equipo que en aquel entonces (primer semestre de 2007) dirigió Daniel Carreño.

Con distintos resultados, la historia de los argentinos en los grandes del fútbol uruguayo se sigue escribiendo. La inevitable interrogante sobre “Gallardo o Solari” que iba a ser planteada en esta nota quedó sin efecto por la lesión del Muñeco, por lo que invitamos a nuestros lectores a opinar respecto a los nombres expuestos en la nota. ¿Quién fue el mejor y el peor de todos?