El directorio del gobierno estadounidense de Donald Trump disolvió por completo este sábado al equipo restante del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), tras la tensa salida en malos términos de su creador y director Elon Musk en el mes de mayo. 

Al departamento creado con la finalidad de recortar miles de millones de dólares del gasto presupuestal del gobierno aún le quedaba un año entero de funcionamiento, según establecía la orden ejecutiva firmada por Trump en enero.

Según informó el director gerencial de recursos humanos de la Casa Blanca, Scott Kupor, a Reuters, “DOGE dejó de existir a principios de noviembre”. Kupor escribió en X que aunque el departamento “no tenga un liderazgo centralizado”, los ideales de desregularización, eliminación de fraudes y abusos y eficiencia gubernamental “viven y gozan de buena salud”.

Otras fuentes administrativas del DOGE como Amy Gleason — quien fue la administradora del departamento tras la partida de Elon Musk— siguieron lo publicado por Kupor y confirmaron en un posteo de LinkedIn que el departamento “sigue vivo” con una foto del perro Doge, una viral foto de Kabosu, el shiba inu —al que el nombre de la institución hacía referencia, al igual que una famosa criptomoneda— que falleció en 2024.

El “nuevo DOGE”

El cierre formal de DOGE ocurre en paralelo a la nueva estrategia de Trump para reorganizar el empleo público.

A fines de noviembre, Kupor detalló que la Casa Blanca activó un esquema de planes anuales de dotación de personal, cuyo objetivo es reasignar recursos, reducir la dependencia de contratistas y obligar a cada agencia a justificar desde cero qué funciones cumplen y cuántas personas necesitan.

El énfasis, según dijo, está en maximizar la eficiencia, reforzar la contratación por mérito y corregir estructuras históricas infladas. Esta política, que sustituye los grandes programas centralizados como DOGE, apunta a que cada organismo integre los criterios de eficiencia dentro de su propio funcionamiento y no en un departamento separado.

En ese marco, Kupor remarcó que no habrá recortes obligatorios, sino un rediseño de cómo se planifica el trabajo estatal. Las agencias deberán construir sus propios planes “bottom-up” y mantenerlos sin supervisión constante de la Oficina de Gestión de Personal.

En la práctica, el desmantelamiento de DOGE coincide con el pasaje hacia un modelo distribuido: ya no un “equipo Musk” encargado de auditar a todo el Estado, sino un sistema en el que cada agencia asume internamente la responsabilidad de ordenar su plantilla, controlar su gasto y mejorar el servicio al ciudadano.