A mediados de los años noventa llegaba internet a Uruguay, y con ella los hoax, virus y los correos basura. En el mismo paquete, arribaron también las primeras ciberestafas.
Algunos de esos timos digitales primitivos son hoy piezas de museo, y hasta el internauta más candoroso debería estar prevenido contra ellos.
Por ejemplo, el príncipe nigeriano que ofrece una buena tajada de su fortuna a quien lo ayude a sacarla de su país, el millonario con cáncer terminal que no sabe a quién dejar su dinero, o el abogado de un magnate fallecido sin herederos que busca un cómplice para hacerse con el dinero y evitar que vaya a manos del fisco.
Todas estas trampas son antiguas y harto conocidas. Sin embargo, un hecho ocurrido recientemente en el departamento de Artigas demuestra que en el fraude —como en las otras artes— los clásicos son tales por su capacidad de mantenerse vigentes.
Según informa el medio local Artigas Noticias, la víctima fue un hombre de 74 años, quien durante seis meses mantuvo contacto con alguien que decía ser una acaudalada médica residente en Afganistán, ansiosa por poner su fortuna a salvo del régimen talibán.
La falsa doctora acordó con el artíguense enviarle una maleta con 450.000 dólares para que él la preservara, y una vez que este aceptó, los estafadores pasaron a la segunda fase del plan: pedirle dinero para asumir los costos de la operación.
De acuerdo con el citado medio, el septuagenario recibió llamadas de personas que se hicieron pasar por una empresa de ómnibus y que le exigieron giros de dinero en cuatro cuotas, con el argumento de que eran necesarios para liberar la valija de la Aduana.
Con tal de hacerse con la valiosa maleta, el hombre envió más de 135 mil pesos a través de una cuenta PREX. Tras realizar el último giro, le “cayó la ficha” e hizo la denuncia. El caso está siendo investigado por la Policía.
Mientras tanto, otras ciberestafas más modernas continúan evolucionando.