Por The New York Times | Simon Romero and Emiliano Rodríguez Mega

Los cárteles se aprovechan de los solicitantes de asilo y migrantes de todo el mundo que abarrotan el norte de México, una situación que genera una fuente de ingresos por secuestros y rescates.

Las autoridades mexicanas informaron el miércoles que 31 migrantes secuestrados el fin de semana cerca de la frontera con Estados Unidos habían sido rescatados.

El anuncio se produjo tras días de búsqueda frenética, en la que participaron soldados del ejército y la Guardia Nacional, fuerzas policiales, perros de búsqueda y rescate, y luego de que se rastrearan señales de teléfonos celulares. El secuestro masivo, que tuvo lugar el sábado por la noche, se llevó a cabo en medio de una crisis de secuestros que se intensifica en el estado de Tamaulipas, al norte de México.

Tanto el portavoz del presidente como la secretaria de Gobernación confirmaron el rescate de los migrantes, quienes procedían de Venezuela, Honduras, Ecuador y Colombia, además de México.

El episodio pone de relieve cómo el actual repunte de la migración a Estados Unidos está convirtiendo a zonas del norte de México en un campo minado para los solicitantes de asilo y personas migrantes que llegan procedentes de todo el mundo.

Decenas de miles de personas se han dirigido a la región fronteriza, donde se les anima a utilizar una aplicación de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de EE. UU. para presentarse en un paso fronterizo autorizado y así ingresar a Estados Unidos.

Pero mientras las personas migrantes esperan su turno, los cárteles aprovechan las oportunidades de secuestrar para exigir rescate.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo el miércoles que las autoridades habían logrado reducir los secuestros en todo el país, pero reconoció que los grupos que secuestran migrantes eran especialmente activos en Tamaulipas y otros estados, como San Luis Potosí, Nuevo León y Coahuila.

La secretaria de Seguridad de México, Rosa Icela Rodríguez, dijo el miércoles que el último caso en Tamaulipas también había llamado la atención por el número de personas atacadas. “Este tipo de eventos se daba con uno, dos, tres migrantes”, dijo Rodríguez, “pero este número en esa zona es atípico”.

El secuestro masivo ocurrido en Tamaulipas el sábado por la noche es uno de los mayores casos de este tipo desde el pasado mes de mayo, cuando cerca de 50 migrantes, entre ellos 11 niños, fueron secuestrados de un autobús en el estado de San Luis Potosí, al centro del país. En aquella ocasión, las autoridades movilizaron a 650 policías y soldados para buscar a los migrantes, que fueron encontrados en una zona donde un mes antes se había producido otro secuestro masivo.

En Tamaulipas, el secuestro de migrantes se está convirtiendo en una fuente de ingresos constante para los grupos delictivos activos en la región fronteriza, como el Cártel del Golfo y el Cártel del Noreste.

Jorge Cuéllar, portavoz de seguridad del estado de Tamaulipas, confirmó en una entrevista telefónica que otro autobús, que se dirigía a Matamoros, fue atacado el lunes en un incidente distinto. Cinco de sus pasajeros, todos ellos venezolanos, fueron rescatados más tarde por agentes de la Guardia Nacional cuando iban retenidos en un automóvil blanco.

Los secuestros se produjeron incluso cuando las autoridades mexicanas intentaban reforzar la seguridad a lo largo de la frontera a finales de diciembre, una época en que las familias de ambos lados de la frontera suelen reunirse para celebrar las fiestas.

López Obrador dijo a los periodistas que no se difundían detalles específicos sobre la investigación del secuestro de los 31 migrantes porque “se requiere cierto sigilo”.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, dijo que cuatro de los migrantes secuestrados eran ciudadanos colombianos, y que la embajada de Colombia en México estaba trabajando con las autoridades mexicanas para conseguir su liberación.

Las organizaciones que se ocupan de la crisis migratoria en la frontera dijeron que el caso reflejaba los escollos de las cambiantes políticas de EE. UU. hacia los migrantes.

“El crimen organizado ha podido utilizar la migración como negocio precisamente porque muchos migrantes y solicitantes de asilo no cuentan con una vía legal disponible”, afirmó Stephanie Brewer, directora para México de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

El resultado, según afirmó, es que los migrantes y los solicitantes de asilo emprenden el camino hacia el norte por su cuenta o pagan a un grupo de delincuencia organizada para cruzar la frontera. Pero al igual que el tráfico de personas se ha convertido en un negocio lucrativo, también lo es el secuestro de personas migrantes.

“Así que secuestran a migrantes ya sea porque esos migrantes intentaban viajar o pagarle a un grupo rival, o tal vez no habían pagado a ningún grupo por el pasaje o simplemente es un emprendimiento económico para poder extorsionar a los familiares con fines lucrativos”, dijo Brewer. “Y ese es un modelo que ha estado funcionando durante muchos años”.

Después de que una norma aplicada en la frontera durante la pandemia provocó la expulsión de muchos migrantes de Estados Unidos a México, el grupo de defensa Human Rights First rastreó al menos 13.480 denuncias de secuestros, asesinatos, torturas, violaciones y otros ataques violentos contra migrantes y solicitantes de asilo.

Aunque la norma, conocida como Título 42, finalizó el año pasado, las políticas migratorias que ocasionan que las personas queden en un limbo en el norte de México las han vuelto presa fácil de los grupos de delincuencia organizada, añadió Brewer, quien viajó recientemente a la frontera entre Arizona y México, donde encontró a decenas de personas esperando para conseguir citas con los agentes fronterizos.

“Este ejemplo de secuestro masivo debería ser una llamada de atención para que se ponga fin a las políticas que atascan a miles de personas en el lado mexicano de la frontera”, dijo, “o que las obligan a ponerse en manos de grupos delictivos organizados para buscar una vía de entrada en Estados Unidos”.

Simon Romero es corresponsal en Ciudad de México, y cubre México, Centroamérica y el Caribe. Se ha desempeñado como jefe del buró del Times en Brasil, jefe del buró andino y corresponsal internacional de energía. Más de Simon Romero

Emiliano Rodríguez Mega es investigador-reportero del Times radicado en Ciudad de México. Cubre México, Centroamérica y el Caribe. Más de Emiliano Rodríguez Mega

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