Por The New York Times | Steven Lee Myers

Estados Unidos fabricó armas biológicas en secreto en Ucrania. Entrenó aves para llevar virus a Rusia. Creó la COVID-19. Operó laboratorios en Nigeria que diseñaron el brote de la viruela del mono de este año.

De las muchas mentiras que ha difundido el Kremlin desde que comenzó la guerra en Ucrania hace más de seis meses, algunas de las más descabelladas, pero que a pesar de todo perduran han sido las que acusan a Estados Unidos de operar programas clandestinos de investigación biológica para sembrar el caos en todo el mundo.

Estados Unidos y otros han desestimado las acusaciones tachándolas de ridículas y Rusia no ha presentado ninguna prueba. Sin embargo, siguen circulando las afirmaciones. Gracias al respaldo ocasional de diplomáticos y medios del Estado chino, las aseveraciones han fluctuado en noticias internacionales, lo cual ha alimentado teorías de la conspiración que persisten en línea.

Esta semana en Ginebra, Rusia realizó un foro internacional para volver a emitir sus aseveraciones no corroboradas. La Convención sobre las Armas Biológicas, el tratado internacional que desde 1975 prohíbe el desarrollo y uso de armas de toxinas biológicas o virus, les da autoridad a sus naciones miembro de solicitar una audiencia formal para reportar violaciones y Rusia ha invocado la primera en un cuarto de siglo.

“Esta es la caja de Pandora militar y biológica que Estados Unidos ha abierto y llenado más de una vez”, comentó el mes pasado Irina Yarovaya, vicepresidenta de la cámara baja del parlamento ruso, la Duma Estatal. Yarovaya encabeza un comité parlamentario que fue constituido para “investigar” el apoyo estadounidense a laboratorios de investigación biológica en Ucrania y otras partes.

Casi ninguna autoridad ni ningún experto de Occidente espera que durante la reunión, que se extiende por una semana, Rusia produzca datos que corroboren las acusaciones. Si el pasado sirve de indicador, esto no evitará que Rusia los fabrique. Según los expertos, es probable que Rusia utilice la simple existencia de la sesión de investigación, buena parte de la cual se llevará a cabo a puerta cerrada, para darles un barniz de legitimidad a sus acusaciones.

La campaña de propaganda rusa ha buscado justificar la invasión que ordenó el presidente Vladimir Putin, quien en abril citó una “red de laboratorios de Occidente especializados en armas biológicas” como una de las amenazas que forzaron a Rusia a actuar. No obstante, de forma más generalizada, la avalancha de acusaciones ha buscado desacreditar a Estados Unidos y sus aliados: los defensores más poderosos de Ucrania y el origen de las armas que son utilizadas cada vez con mayor frecuencia para combatir las fuerzas rusas.

Aunque no tienen un respaldo fáctico, las acusaciones han servido para apoyar actitudes que ya existían hacia el dominio estadounidense en las relaciones exteriores. La consecuencia ha sido la diseminación de divisiones y dudas, no necesariamente para crear apoyo hacia la invasión de Rusia, sino para desviar parte de la culpa hacia Estados Unidos y la OTAN.

La notoriedad de las acusaciones de Rusia sobre una producción secreta de armas también podría erosionar la confianza en una genuina investigación biológica, de la misma forma que ha ocurrido con los orígenes de la COVID-19.

“El mensaje siempre es sobre estos laboratorios y eso erosionará la confianza en la infraestructura y el trabajo que se está haciendo”, opinó Filippa Lentzos, experta en amenazas biológicas y seguridad del King’s College de Londres. “Y socavará de manera significativa los esfuerzos de bioseguridad a nivel mundial, así que sí hay consecuencias”.

En abril, Rusia agregó el brote de la viruela del mono a su lista de transgresiones estadounidenses. El general Igor Kirillov, el director de la fuerza de defensa biológica, química y radiológica de Rusia, insinuó que Estados Unidos había iniciado el último brote porque respaldaba cuatro laboratorios de investigación en Nigeria, donde se comenzó a propagar la epidemia.

En los meses posteriores a los comentarios del general, se publicaron casi 4000 artículos en los medios rusos, muchos de los cuales fueron compartidos en Twitter, Facebook y otras plataformas de redes sociales, según una investigación que realizó Zignal Labs para The New York Times.

Como evidencia para una conspiración, algunos de los artículos rusos destacaron una simulación de 2021 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, una reunión anual de funcionarios y expertos en defensa de todo el mundo. La simulación, la cual buscaba probar la capacidad de los países para contener una nueva pandemia, planteaba un brote hipotético de la viruela del mono que comenzaba en un país ficticio llamado Brinia y provocaba la muerte de 270 millones de personas. Las acusaciones de Rusia han aparecido en noticias de muchos países, en especial en África y el Medio Oriente, regiones que se han convertido en campos de batalla diplomática entre Estados Unidos, Rusia y China.

Los medios del Estado chino suelen amplificar las aseveraciones rusas sobre la guerra con Ucrania y sobre la investigación relacionada con las armas biológicas secretas, como parte de su propia batalla de información contra Estados Unidos que comenzó con el debate en torno a la propagación de la COVID-19.

El internet de China, el cual está muy censurado y acalla con agresividad las opiniones políticas indeseables, también ha circulado sin reservas teorías de la conspiración sobre un posible involucramiento estadounidense en la propagación de la viruela del mono, informó Bloomberg.

Los esfuerzos de Rusia por difundir las aseveraciones sobre las armas biológicas provienen de un antiguo manual propagandístico ruso, adaptado a la era de las redes sociales.

Investigadores de RAND Corp. dijeron que la estrategia rusa era una “manguera de falsedades” que inundaba al público con una inmensa cantidad de afirmaciones diseñadas tanto para desviar la atención y causar confusión y desconfianza como para ofrecer un punto de vista alternativo. El lunes, Rusia realizará una presentación frente a representantes de las 184 naciones que han firmado la Convención sobre las Armas Biológicas. Estados Unidos, Ucrania, y otros países podrán responder más adelante en la semana. Debido a que el tratado no tiene ninguna cláusula de verificación ni cumplimiento, no habrá ningún fallo oficial sobre las aseveraciones rusas, pero el viernes las naciones pueden manifestar sus posturas.

Lentzos, del King’s College de Londres, comentó que, debido al formato —y la geopolítica—, muchos países podrían no estar dispuestos a contradecir en público a Rusia o a su principal partidario, China. “Hay una gran mayoría silenciosa que tan solo busca ser espectadora”, opinó Lentzos. “En realidad no quieren tomar partido porque podría perjudicar sus intereses con ambas partes. Así que la gran pregunta no es si lo creen o no, sino hasta qué punto están motivados para actuar y alzar la voz”. Soldados ucranianos caminan a través de las ruinas de una escuela en la región de Nicolaiev, al sur de Ucrania, a unos pocos kilómetros de las líneas rusas en la región de Jersón, el 11 de agosto de 2022. (Daniel Berehulak/The New York Times) Un sitio de vacunación contra la viruela del mono en una clínica de salud sexual en Chelsea, Manhattan, el 4 de agosto de 2022. (Andrew Seng/The New York Times)