Un niño de 2 años falleció el domingo pasado en el municipio de Paulista, en el área metropolitana de la ciudad brasileña de Recife.
El deceso se conoció recién el lunes, cuando vecinos notaron que el menor estaba dentro de la casa, aparentemente sin vida. Curiosamente, policías acudieron al lugar y, como nadie abrió la puerta, se marcharon.
Más tarde, el padre del niño volvió al lugar y supo que la Policía había estado antes. Fue entonces cuando él mismo llamó al 911 y contó que su hijo estaba muerto en el sofá.
El Servicio de Protección Infantil (SPI) informó que el niño había sufrido convulsiones antes de morir, pero no recibió atención médica, a pesar de que la familia vivía cerca de una policlínica pública.
Según la consejera Claudia Roberta, el cuerpo estuvo 24 horas en el sofá y los padres no pidieron nunca ayuda ni intentaron llevar a su hijo a recibir tratamiento.
El hijo menor de la pareja, de nueve meses, fue acogido por el SPI y no presentaba signos de maltrato. Los vecinos informaron que la familia había sido previamente denunciada por negligencia y que el niño había sido retirado de su hogar cuando la familia vivía en la localidad de Olinda, pero fue devuelto a sus padres por orden judicial.
El caso cobró mayor repercusión cuando se informó que los padres, un joven de 24 años y una joven de 18, son hermanos por parte de madre. Si bien el incesto entre hermanos no constituye figura penal en Brasil, es una práctica fuertemente condenada, en particular desde la sanidad, ya que los hijos de estos vínculos pueden presentar severas malformaciones.
La Policía Civil registró el caso como “muerte pendiente de esclarecimiento, sin indicios de homicidio culposo”. Los padres prestaron declaración y quedaron en libertad hasta nueva instancia judicial.
La custodia de la bebé será determinada por el Juzgado de Menores y podría ser transferida, mandato judicial mediante, a sus abuelos.