La vida de Moisés Martínez estuvo marcada por la violencia ejercida por su padre, quien —omnipresente— era sinónimo de miedo, pánico y respeto excesivo.

La madre de Martínez fue la primera víctima del hombre, quien murió a los 57 años. La mujer terminó medicada en exceso, sin saber dónde estaba parada, luego de que su esposo la violara durante años, la golpeara y la maltratara psicológicamente.

Hace menos de diez años, la mujer fue encerrada por el hombre en un baño, donde prácticamente no tenía alimentos y sufrió varios episodios de hipotermia producto del frío que se colaba por puertas y ventanas.

En ese entonces, la víctima logró escapar y salió a la calle deambulando. Cuando la Policía dio con ella, notó que estaba medicada con fuertes ansiolíticos y otras drogas que no habían sido recomendadas por ningún profesional. Es decir, su esposo la había drogado para mantenerla encerrada.

En otra ocasión, la mujer llegó a la emergencia de un hospital con solo dos dientes. Su esposo, en un ataque impulsivo, le rompió todas las piezas dentales tras propinarle alrededor de 20 golpes de puño en la cara.

Mientras tanto, Moisés Martínez crecía viendo esas escenas y sin entender del todo qué sucedía, porque su madre —en intentos casi inútiles— buscaba evitar que sus hijos presenciaran la violencia. Pero el por entonces niño, de tan solo cuatro años, no quedó por fuera de ese esquema. Golpes, patadas, insultos, gritos y promesas de matarlo se transformaron en su día a día.

“No se puede comprender la vida de Martínez sin entender la figura paterna”, indica la pericia psiquiátrica realizada sobre el acusado a la que accedió Montevideo Portal. Ese padre era quien, además de golpear a su madre, también comenzó a maltratarlo a él.

Con el paso del tiempo, los golpes mermaron, pero comenzaron a darse abusos sexuales contra Martínez. Se despertaba con su padre tocándolo; no entendía por qué lo hacía ni tampoco se lo cuestionaba. A su hermana menor, Ana Pereira, también la violó en varias ocasiones. Los episodios cesaron cuando la familia ya estaba desmembrada y el padre había quedado solo en la casa.

Revelaciones

A lo largo de los años, Martínez tuvo cierta conciencia de lo que había vivido en su niñez, pero nunca lo habló con su padre. La pericia indicó que el hombre tuvo “revelaciones” en su memoria que lo acercaron a la cruda realidad de su infancia y adolescencia.

Los profesionales explicaron que estos recuerdos fueron drenando en una estructura psíquica que “colapsó” el pasado 25 de mayo, cuando Martínez decidió que era momento de hablar del tema con su padre.

Llegó a la casa del barrio El Monarca, en Montevideo, y la discusión comenzó a subir de tono. En determinado momento, sacó un arma y ambos forcejearon. Martínez logró quedarse con el revólver y le apuntó directamente a la cabeza. Allí, sus pensamientos se nublaron; solo recuerda el ruido de las 14 detonaciones que salieron sin parar del arma.

La pericia insiste en que se trata de una materialización clásica de un colapso mental, lo que también se explica por la forma en que Martínez actuó posteriormente: con el cuerpo de su padre en el piso y una escena dantesca, llamó a la Policía y confesó el crimen ante los efectivos.

La Fiscalía de Homicidios de primer turno, a cargo de Sabrina Flores, investiga el caso y pidió una condena de 18 años de cárcel. El abogado de la familia, Marcos Prieto, se opuso al pedido de sentencia y aseguró que, además de la pericia, hay diez testigos que fueron llamados a declarar para explicar la situación en la que vivió Martínez.

“La Fiscalía se opuso constantemente al llamado de los testigos, pero la realidad es que la pena que piden es demasiado exacerbada para un hombre que hizo lo que pudo en las condiciones horrorosas en las que vivió”, añadió Prieto en diálogo con Montevideo Portal. Si bien destacó el trabajo de la Fiscalía “en el trato humano”, señaló que en lo jurídico existen profundas diferencias respecto al caso.