El pasado miércoles, Peñarol perdió 5-0 con Botafogo por la ida de las semifinales de la Copa Libertadores en el estadio Nilton Santos de Río de Janeiro, pero eso poco importa, ya que antes y después del partido sucedieron lamentables incidentes entre los hinchas carboneros y la policía brasileña.

Al mediodía, torcedores de Flamengo, junto a un grupo de Fluminense, Botafogo y Vasco da Gama, llegaron hasta el punto de encuentro de los parciales mirasoles en Praça do Pontal, con la complicidad de la policía, y se generaron disturbios, que acabaron con balazos de goma y vehículos incendiados.

A raíz de eso, 230 hinchas uruguayos fueron detenidos y maltratados. Más de 200 fueron liberados luego del partido y actualmente quedan 23 en Río de Janeiro a la espera de juicio por distintos delitos. El resto de los 4.000 que viajaron pudieron ya regresar a nuestro país, pero algunos aún siguen en territorio norteño, más 30 horas después de jugado el partido.

Tal es el caso de María, una hincha que viajó a Río junto a una peña de Paysandú. Una vez finalizado el encuentro y luego de esperar cuatro horas en el estadio, salieron custodiados en ómnibus, pero el viaje ha sido una tortura y sobre las 8:00 del día de hoy aún estaban a unas cinco horas de la frontera con Rivera.

“Venimos siete ómnibus custodiados desde que salimos del estadio”, comenzó diciendo en diálogo con el programa Minuto uno de radio Carve Deportiva, y detalló: “Nos tuvieron cuatro horas encerrados después de que terminó el partido. Nos liberaron y dijeron que íbamos a ser custodiados hasta la entrada de Río, pero no fue así”.

“A las excursiones particulares, las del club y la de los hinchas nos metieron en la misma custodia y dijeron que, por una orden de un juez brasileño, desde Río de Janeiro hasta la frontera del Chuy, no nos podíamos bajar ni siquiera al baño”, indicó. “En los ómnibus vienen niños y mujeres embarazadas. Necesitan bajar al baño, a comer algo y tomar agua, pero nada de eso pudieron hacer en las más de 30 horas que llevan viajando”, ahondó.

“En Curitiba pudimos zafar de la caravana de custodia que nos llevaba a 40 km/h. Por una orden de Cancillería que explicaba que era una excursión particular, nos pudimos desviar”, dijo, y comentó que la recibieron gracias a Jorge Barrera y Evaristo González, quienes se contactaron para ayudar: “No teníamos ningún detenido y por eso debíamos ser liberados”.

Sin embargo, aclaró: “Hay cinco ómnibus que siguen sin abastecimiento de agua y sin parar”. Esos buses “están a más de 10 horas” de la frontera con Rivera, aseguró.

Caos total

Con respecto a los incidentes del miércoles al mediodía, apuntó: “No tuvimos ningún detenido. Nos estábamos quedando en un hotel en Copacabana y, gracias a Dios, decidimos ir un poco más tarde al punto de encuentro. No sé dónde estaríamos ahora”.

“Nos resguardamos en un shopping en Barra de Tijuca, donde nos trataron muy bien, y cuatro horas antes del partido nos fuimos por nuestra cuenta al estadio”, recordó, y siguió: “Cuando llegamos nos sorprendieron los hinchas de Botafogo, que nos rompieron el ómnibus, pero nadie se lastimó y pudimos entrar”.

En la llegada al estadio “la policía nos encerró: “Quedamos encerrados en una curva, de la que no teníamos cómo salir, y ahí empezaron a llegar los hinchas de Botafogo, que nos apedrearon”. Luego, ya adentro, “la policía lastimó a mucha gente; a un hincha le dio un infarto”.

Estuvieron cuatro horas en el estadio después de terminado el partido, y sobre eso habló: “Con todo lo que estábamos pasando, pensamos que Conmebol nos iba a dejar salir primero. Nos trancaron con rejas y cerraron los baños. Entraron con palos y gas pimienta. Cuando nos liberaron, un policía dijo ‘¡correr a sus autobuses!’. Los ómnibus de excursiones estaban en una vereda y, los que tenían detenidos, en otra. Sabíamos de la orden, pero pensamos que íbamos a ir con distintas custodias”.

“Cuando Botafogo hizo el segundo gol, un alcanzapelotas se bajó los pantalones y se agarraba sus partes íntimas. Nadie hizo nada hasta que fuimos hasta un seguridad, le dijimos y ahí lo echaron. Ellos estaban buscando atacarnos en todo momento, dentro y fuera del estadio”, agregó.

Y concluyó: “En un momento, saliendo de Río, ya a unos 200 kilómetros del estadio, paré para explicar eso y un policía me agarró fuerte del brazo y me dijo ‘usted acatar orden, suba para arriba’, y subieron con palos y armas”.

Según contó otro hincha de Peñarol a FútbolUy, en la madrugada algunos ómnibus pudieron parar en una estación de servicio chica y comprar un poco de comida. En los paradores grandes, donde normalmente las excursiones se detienen, no los dejaron bajar a comprar nada y solo podía ir al baño uno por coche. Los policías los esperaban en la puerta del baño, armados.