En los últimos tiempos, en nuestro país se ha instalado un debate que no puede pasar inadvertido, ¿qué lugar ocupan hoy la identidad nacional, los símbolos patrios y los valores históricos en la educación?
Uruguay ha sido siempre reconocido por su fuerte sentido de pertenencia, por la unión que nos despierta nuestra bandera y por la emoción que sentimos al entonar nuestro himno o al ver flamear el pabellón. Esos símbolos no son simples elementos decorativos, son la representación de nuestra historia, de la lucha por la libertad y del sacrificio de hombres y mujeres que dieron lo más valioso, su vida, por legarnos una patria libre.
Sin embargo, observamos con preocupación cómo en algunos espacios se relativiza este legado. Las ATD (Asambleas Técnico Docentes), instancias pensadas para el análisis pedagógico y la construcción de propuestas educativas, parecen en ocasiones apartarse de su cometido original. Con todo respeto hacia los educadores de vocación, aquellos que marcan generaciones con su ejemplo y dedicación, no puede desconocerse que, en determinados planteos, se pierde de vista la esencia de la educación como lo es el transmitir conocimientos, formar ciudadanos críticos y al mismo tiempo, reforzar los lazos que nos unen como país.
La misión de un maestro y profesor
Un maestro o un profesor es mucho más que un transmisor de información. Es un referente en la vida de sus alumnos, alguien que guía, que estimula la curiosidad, que abre caminos hacia el conocimiento y que, con su ejemplo, ayuda a formar personas íntegras y conscientes de su entorno.
Esa tarea no debería estar nunca orientada a sembrar temores ni a confundir identidades en etapas tempranas de desarrollo. Los niños necesitan certezas, seguridad y valores claros que los acompañen en su crecimiento. Es en la escuela donde aprenden no solo matemáticas o historia, sino también respeto, solidaridad y amor por su tierra.
Quienes tuvimos la fortuna de contar con maestras y profesores que nos transmitieron la historia de nuestros héroes y la gesta de la independencia, sabemos lo valioso que fue ese aprendizaje. Descubrir cómo un grupo de orientales dieron inicio a una hazaña que marcaría nuestro destino como nación, era más que una lección, era una fuente de inspiración. Un poco se ve reflejada la valentía en la letra A mi bandera, del poeta Juan zorrilla de San Martin. “Es muy bella mi bandera, nada iguala su lucir, su lucir. Y es su sombra la que buscan, los valientes al morir.”
Educación y símbolos nacionales
La educación no puede renunciar a la transmisión de esos valores. La bandera, el himno y los símbolos patrios son parte de la identidad nacional que compartimos. Son el mismo pabellón que emocionados vemos flamear cuando juega la Celeste y que nos une en un sentimiento común que trasciende diferencias políticas o sociales.
Cuestionar el valor de esos símbolos o asociarlos a conceptos negativos, no solo genera confusión en los niños y jóvenes, sino que también deteriora un elemento esencial para la convivencia democrática, la identidad. No se trata de imponer pensamientos únicos ni de impedir el debate. Al contrario, se trata de enseñar a pensar, de dar herramientas para discernir y formar opinión, pero siempre sobre la base de un marco de respeto a los valores que nos dieron origen.
El papel de las familias
En este contexto, el rol de los padres y tutores es insustituible. No basta con confiar ciegamente en la institución educativa, es necesario dialogar con los hijos, interesarse por lo que se enseña en clase y por lo que ellos piensan sobre su país, su libertad y sus símbolos.
Muchas veces se dice que los niños no mienten. Escucharlos, preguntarles qué aprenden y cómo interpretan lo que se les transmite, puede ser la clave para detectar si están recibiendo un mensaje acorde a una correcta educación o si, por el contrario, se los está exponiendo a planteos que los confunden.
La familia y la escuela no son espacios opuestos, deben complementarse. Juntas construyen la formación integral de cada niño y joven. Por eso es indispensable que exista transparencia, claridad y respeto en el mensaje que reciben.
Normas
Ley 18.437, modificada por el artículo 164 de la Ley 19.889 incluyendo la Ley 15.739 de enseñanza, establecen claramente el alcance de las funciones de las ATD. Es importante recordarlo para que estas instancias no excedan sus cometidos y mantengan su rol como espacios de aporte técnico-pedagógico.
Para reflexionar
No debemos permanecer indiferentes. El desafío es grande, pero aún estamos a tiempo. Escuchemos a nuestros hijos, cuidemos lo que aprenden y recordemos que el amor a la patria se construye día a día, desde las aulas, los hogares y cada espacio de encuentro. ¡No es violencia, ni ritual defender nuestra historia!