El antiguo arte de la caligrafía se extingue en la India, mientras los pocos calígrafos que sobreviven en las calles de la zona antigua de Nueva Delhi buscan discípulos para mantener vivo el oficio.

Hoy es complicado encontrar a gente como Mohammad Mohsin-Ul Haque, un reconocido calígrafo de la capital india que puede ejercer a tiempo completo y además enseñar la destreza del trazo sobre el papel a las próximas generaciones.

En una escuela ubicada en el barrio de Malviya Nagar, en el sur de la capital india, Mohsin instruye a los estudiantes que desean mantener viva este arte en declive, aunque ninguno contempla la caligrafía como un estudio en el que especializarse, ni mucho menos, un trabajo con el que ganarse la vida.

“Realmente disfruto aprendiendo caligrafía, no estoy segura en este momento si tomaré esta profesión a tiempo completo o no, pero sí tengo mucho interés en ella”, dijo a EFE una de las estudiantes de Haque, Maria Khatun.

Complementando su trabajo como profesor, Haque recibe algún que otro trabajo de redacción de certificados e invitaciones de los departamentos del gobierno de la India, con los que logra cubrir los gastos para sustentar a su familia con la ayuda de su esposa, una profesora de matemáticas.

Escribir la historia de la india

Para conocer lo importante que ha sido este oficio en el país asiático, hay que retroceder en el tiempo hasta cuando la imprenta no existía. Es entonces cuando la caligrafía adquiría un papel relevante en, sobre todo, la escritura de textos religiosos.

A medida que se popularizó el oficio, reyes y gobernantes contrataron calígrafos que trabajaron exclusivamente para ellos y agregaron así su toque personal en cada trabajo: desde escribir en libros, documentos y manuscritos hasta en inscripciones en paredes, y monumentos que han pasado a la historia de la India.

Edificios antiguos o muros caligrafiados, como el turístico Qutub Minar, el minarete de ladrillos más alto del mundo ubicado en Nueva Delhi, aún conservan en sus paredes la historia de sus antepasados.

Pero sin duda, la ciudad de Lucknow, en el estado norteño indio de Uttar Pradesh, juega un rol fundamental en la promoción del arte de la caligrafía.

Los gobernantes del Imperio Mogol, que se estableció en la India en el siglo XVI hasta la llegada de los británicos en siglo XIX, eran unos entusiastas de la caligrafía, tal y como explicó en una entrevista a EFE la especialista y propietaria de una tienda de arte en Lucknow, Irena Akbar.

Los mogoles “trajeron consigo la caligrafía árabe, urdu y figurativa a la India con la influencia de las escrituras persas. Solían tener documentación caligrafiada, contratos de boda musulmana y para decorar las paredes de los monumentos”, indicó Akbar.

Un gran ejemplo de ello, de acuerdo con la especialista, es el icónico mausoleo del Taj Mahal, en la ciudad de Agra, que posee a su alrededor inscripciones en árabe grabadas en mármol y en piedra que relatan pasajes del Corán.

Sin embargo, antes de la llegada de los mogoles, la India ya disponía de evidencias de caligrafía en una de las lenguas más antiguas del mundo: el sánscrito.

Los Puranas, antiguos textos sagrados del hinduismo, “están caligrafiados en sánscrito, por lo que la India tenía su propia caligrafía y escritura mucho antes de la llegada de los mogoles y otros invasores extranjeros”, afirmó Haque.

La tecnología, de enemigo a aliado

El auge de la tecnología y sus múltiples usos ha reducido el papel del calígrafo a un pasatiempo en el que los pocos que luchan por mantenerla viva, complementan con un oficio que les dé de comer.

“Ahora que el arte de la caligrafía se ve limitado a documentos y arquitectura antigua, está perdiendo su demanda y atractivo de los calígrafos a las computadoras, pero es importante mantener viva la historia a través del arte”, dijo Haque.

Aunque para él, hay ciertos aspectos de la caligrafía que la tecnología nunca podrá reemplazar.

“Creo que un maestro en caligrafía nunca puede perder su exigencia de eternidad, pero como no podemos cambiar nada, los calígrafos también deben moverse con la tecnología y utilizarla para transformar su arte, experimentar con ella y crear algo nuevo”, sentenció el reconocido calígrafo.

Por Neeshu Shukla para EFE