Días atrás, el periódico New York Times publicó en sus páginas el borrador de un memorando al que tuvo acceso, documento que se filtró desde el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Dicho texto propone establecer una definición legal acerca de si una persona es hombre o mujer, basándose única y exclusivamente en los genitales con los que nace. Las pruebas genéticas, dice, podrían usarse para resolver cualquier ambigüedad sobre la apariencia externa. La medida facilitaría que las instituciones que reciben fondos federales, como universidades y programas de salud, discriminen a las personas por su identidad de género.

El documento afirma que los procesos para decidir el sexo en un certificado de nacimiento serán "claros, basados en la ciencia, objetivos y administrables".

La propuesta -sobre la cual los funcionarios de HHS se han negado a hacer cualquier comentario- "es una idea terrible que debe ser eliminada", asegura un editorial publicado por la revista Nature.
"No tiene fundamento en la ciencia y desharía décadas de progreso en la comprensión del sexo", advierte la publicación, señalando que semejante criterio "socavaría los esfuerzos para reducir la discriminación contra las personas transgénero y aquellos que no entran en las categorías binarias de hombres o mujeres".

Además, la biología no es tan sencilla como sugiere la propuesta. Según algunas estimaciones, una de cada 100 personas tiene diferencias o trastornos del desarrollo sexual, como condiciones hormonales, cambios genéticos o ambigüedades anatómicas, algunas de las cuales significa que sus genitales no pueden clasificarse claramente como masculinos o femeninos. Durante la mayor parte del siglo XX, los médicos a menudo alteraban quirúrgicamente los genitales ambiguos de los bebés para que coincidieran con un sexo, y esperaban que el niño se adaptara. Y a menudo le erraban. Un estudio realizado en el año 2004 rastreó a 14 niños genéticamente masculinos que recibieron genitales femeninos: 8 terminaron identificándose como hombres, y la intervención quirúrgica les causó una gran angustia.

Aún más complejo desde el punto de vista científico es el desajuste entre el género y el sexo en el certificado de nacimiento de una persona. Algunas evidencias sugieren que la identidad transgénero tiene raíces genéticas u hormonales, pero sus correlatos biológicos exactos no están claros. Cualquiera sea la causa, organizaciones como la Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics) aconsejan a los médicos tratar a las personas de acuerdo con el género con el que se identifiquen a sí mismas, independientemente de su apariencia o genética.

La comunidad médica y de investigación considera en la actualidad que el sexo es más complejo que una clasificación estricta en hombre o mujer, y el género como un espectro que incluye a las personas transgénero y aquellos que no se identifican como hombres ni mujeres. "La propuesta de la administración estadounidense ignoraría el consenso de expertos", critica Nature.

La idea de que la ciencia puede llegar a conclusiones definitivas sobre el sexo o el género de una persona es fundamentalmente defectuosa. Para comprobarlo basta con preguntar a organizaciones deportivas como el Comité Olímpico Internacional (COI), que han bregado con esto durante décadas. En la década de 1960, preocupados porque los hombres competirían en los eventos de mujeres, los funcionarios trataron de clasificar a los atletas a través de exámenes genitales, un proceso intrusivo y humillante. Las pruebas de ADN que verifican la presencia de un cromosoma Y tampoco demostraron ser confiables: las personas con cromosomas XY pueden tener características femeninas debido a condiciones que incluyen la incapacidad de responder a la testosterona.

Hoy en día, el COI clasifica a los atletas midiendo sus niveles de testosterona, pero esto también es desacertado. Ciertas condiciones médicas pueden elevar los niveles de testosterona de las mujeres al rango masculino típico, y los análisis las dejan fuera de las competencias en categorías femeninas.

"Si la administración de Trump intenta imponer pruebas genéticas, se llevará muchas sorpresas. Por ejemplo, la recombinación genética puede transferir los genes del cromosoma Y a los cromosomas X, lo que da como resultado que las personas con cromosomas XX tengan características masculinas", detalla la publicación.

Los intentos políticos de encasillar a las personas no tienen nada que ver con la ciencia. Es una forma fácil para que la administración de Trump reúna a sus partidarios, muchos de los cuales se oponen a la igualdad para las personas de minorías sexuales y de género. No es sorprendente que apareciera pocas semanas antes de las elecciones de mitad de mandato.

Esta no es la primera vez que el actual gobierno de EEUU ataca las protecciones legales para personas transgénero y no binarias. El año pasado, Trump declaró que a las personas transgénero ya no se les permitiría servir en el ejército de los EE. UU., y anuló las pautas que sugieren que las escuelas deberían permitir que los alumnos usen el baño de su elección. Como broche de oro, una nota emitida en octubre de 2017 por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos declaró que las leyes que prohíben la discriminación laboral no deberían aplicarse a la identidad de género.

"Instituir una política con una definición estrecha de sexo o género y sin fundamento en la ciencia sería un gran paso atrás en temas de identidad de género. Lamentablemente, es solo la incorporación más reciente a una serie de propuestas que ignoran o tergiversan la ciencia, dañando a los grupos marginados con tal de obtener rédito político", concluye el editorial.