A principios de 2020, el plan era entrar al estudio en mayo. El repertorio para grabar ya estaba listo. Pero, en marzo, las puertas se cerraron y los planes también se pausaron. Como el resto del mundo, la grabación de Marisa Monte, la cantante brasileña, entró en un estado flotante de espera.
Cuando estuvo claro el panorama de una nueva realidad (protocolos sanitarios, tests y mascarillas), el repertorio creció. Aparecieron “Vagalumes”, con Arnaldo Antunes, y “Sal” y “Você Não Liga” con Marcelo Camelo. Este último ya había traído una canción suya, “Espaçonaves”, que estaba lista.
Hasta que, en noviembre, el disco no aguantó más: entró a estudio en Río de Janeiro con un equipo pequeño para grabar las primeras ocho bases.
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¿Por qué nace Portas? ¿Bajo qué necesidad artística?
Quería hacer un disco a través de reuniones en vivo en el estudio, todos tocando simultáneamente, mirándose unos a otros con una dinámica humana. A medida que las reuniones se pusieron difíciles, tuvimos que rehacer los planes y pasar a un formato híbrido, mitad presencial y mitad remoto. Para mi sorpresa, la tecnología ha hecho posible que experimentemos formas de relacionarnos que no hubiéramos probado de no haber sido por una necesidad extrema. En ese sentido, la conectividad digital del mundo contemporáneo se destacó en la pandemia. Portas terminó siendo un disco que hice con más colaboraciones internacionales, en más ciudades diferentes, sin salir de Río y sin perder la calidez ni el espíritu colectivo.
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La idea inicial de Marisa Monte era viajar hasta Nueva York, formar una segunda banda y seguir grabando el disco. Eso, obviamente, se volvió imposible. Así que probaron con la grabación remota, a través de una coproducción con Arto Lindsay, y se arriesgó a grabar “Calma” y “Portas”.
Ellos, en un estudio en la calle 37. Marisa, con el resto, en Río de Janeiro vía Zoom.
La sorpresa fue que ese mecanismo funcionó bien y abrió un nuevo universo de posibilidades. Les dio confianza para grabar a distancia en varias ciudades y, también, con otras formaciones.
Desde Uruguay decimos que Brasil es un “continente”, en términos musicales. Tan variado y tan brasileño al mismo tiempo. ¿Qué representa para ti la música uruguaya?
Una mezcla de tradición con toda la riqueza de sus ritmos folclóricos y estilos típicos como el candombe, la milonga, con la modernidad de Luciano Supervielle, la porción uruguaya de Bajofondo y Jorge Drexler. Una cultura única, rica y original.
Dos álbumes tuyos están incluidos en la lista de los “100 mejores álbumes de la historia de la música brasileña” de Rolling Stone. ¿Qué sentís cuando te ponen en ese lugar?
No considero la música una actividad competitiva, ni estas métricas precisas de calidad artística, pero sigue siendo un reconocimiento a mi trabajo en la música brasileña y estoy feliz y agradecida por eso.
Inevitablemente, arrastramos influencias musicales hacia el arte propio, ¿a quién arrastraste hasta Portas?
La música que hago es el resultado de todo lo que he escuchado a lo largo de mi vida, un caldero sonoro que se mezcla creando una nueva combinación de referencias muy personales, fruto de mi experiencia de vida. Es un álbum que celebra el colectivo en el arte y la vida con un formato de producción en vivo en el estudio, con su propia dinámica, intensidad y alivio de la respiración humana.
¿Por qué Uruguay para hacer tu show?
Porque el público ama la música brasileña y siempre me recibió allí. También porque amo Uruguay y Montevideo, y espero volver siempre a celebrar este amor con la música.