Por María Antonella | @antoinella.jpg
Hace ya varios años, Agnès Varda realizó un documental sobre Jane Birkin, una mujer francobritánica que actuó en 70 películas, además de ser modelo y cantante. Militó en variados eventos humanitarios y en la búsqueda de la despenalización del aborto en Francia.
Se destacaba por su amabilidad, su increíble belleza simple, un poco hippie, minimalista, y por tener un novio que no encajaba dentro de los estereotipos de belleza convencionales —Serge Gainsbourg—, al que en cada entrevista defendía profesando su amor con cordialidad y afecto.
En Jane B. por Agnès V. (1988), ambas reflexionan sobre la vida, el feminismo que las atravesó y cómo Jane ve la vida a punto de cumplir 40 años. Más allá de lo interesante de esta pieza, hay un clip de 38 segundos circulando en redes sociales, donde Birkin está en la Torre Eiffel, sentada, vaciando su cartera llena de cuadernos, fotos y apuntes, como si tuviese una especie de Diógenes de sus recuerdos materiales. Luego de eso, responde: "¿Aprendes algo sobre mí ahora que has visto mi bolso? Incluso si lo vacías todo, no se revela mucho".
Quizá sobre ella no se sepa tanto, pero esa hazaña performativa fue un disparador para distintos proyectos textiles, en especial porque la cartera, como objeto propiamente dicho, comenzó a cobrar un sentido individual.
A partir de esa escena, Vogue creó una especie de blog de YouTube llamado “What's in My Bag?”, invitando a famosos a mostrar qué había en sus carteras, como oportunidad de exponer marcas de cosméticos, algún elemento exótico como sobrecitos de mayonesa, lápices de colores y piedras energéticas, entre otras.
El rumor de su creación es que Jane no soportaba tener bolsos pequeños, no podía guardar nada de lo que deseaba, había tenido un pequeño altercado con su bolsa original y tratando de luchar con sus cuadernos en un vuelo. Fue observada por el director general de Hermès, Jean-Louis Dumas, quien le bocetó en el momento, inspirado, un diseño personalizado con variados bolsillos internos para poder distribuir correctamente cada sección. Terminó saliendo al mercado el año siguiente, llamándose como su apellido: Birkin.
El precio oscila entre 12.000 y 450.000 dólares, los costos varían en relación al material del que está hecho. Cuero, piel de cocodrilo o diamantes. Pero vale más aún por el mundo construido a través de él. Por el significante entre historia, belleza e identidad de una mujer francesa tan representativa de ninguna época. Atemporal, moderna y rebelde.
En 1994, Jane donó la original a beneficio de la Association Solidarité Sida y se vendió a una coleccionista por 440.000 dólares. Este año, la misma la remató por 10 millones para su propio beneficio. Es interesante cómo se puede luchar por un mundo mejor, para que luego venga alguien detrás con otra forma de mirar. Convertir algo con tanto valor en una cantidad obscena de dinero en el banco.
Si bien hay un imaginario colectivo de que la moda es mercado y nada más, cada diseñador intenta crear a partir de una inspiración, no ha sido distinto para Simon Jacquemus, quien hace unas semanas lanzó una nueva colección con un elemento estrella: una cartera de un buen tamaño.
El bolso pasó a llamarse “Valérie”. El dueño de la marca homónima, tiene como particularidad basarse en su historia de vida rodeado de mujeres que lo cuidaron siempre. Sus abuelas, sus tías y especialmente su madre: Valérie.
Si bien toda su identidad de marca, desde el principio de cada colección, se basa en su historia de vida, en el interior de Francia, con un matriarcado que disfrutó durante su infancia y parte de su adolescencia, en esta ocasión, todo el perfil de este bolso está creado desde sus recuerdos de ver llegar a su progenitora, la perspectiva de la cámara muestra todo desde abajo porque es así como un niño ve las cosas.
Dentro de uno de sus videos de lanzamiento, una mujer entra a una habitación corriendo con una percha de ropa con cobertor, bolsas de papel con las compras cotidianas y un bolso que apenas deja apoyado en el suelo, se mete en el baño, cuelga su prenda del pestillo de la puerta, que no termina de cerrarse, porque ese gancho se interpone. Podemos ver a esa mujer orinando. Aun así, todo se ve muy estético y cautivador.
Luego hay más imágenes: como un montón de enchufes intercalados, muchas llaves colgadas del pestillo. La misma modelo tirada en una cama, cansada, estirando las piernas, siempre con la misma cartera en distintas tonalidades. Rosa, beige, marrón, verde musgo. Pero lo que no cambia es la forma, y que siempre está grabado en ángulo contrapicado.
Simon retrata a la perfección la vida de una mujer: siempre parecemos vernos apuradas o serenas, no conozco un punto medio. Los objetos de tu casa, como las estanterías de una mujer ocupada, no suelen estar del todo ordenadas. Quizá en lugares donde nosotras sabemos que están, porque nuestro mayor valor es recordar.
Al ver este nuevo bolso, común y corriente, rectangular, que se cierra con un grueso aro plateado o dorado, me emblandecí. Sentí que alguien estaba mirando a mis pares con ojos de cariño y también de realidad. Recordé a Jane, a Agnès, a mis hermanas, a mis amigas y a mi madre. Hasta a mí misma ahora y perpetuada. Corriendo de un lado al otro como si la vida nos dijera que se va a terminar ya mismo, cuando ya sabemos que no es tan así.
Por eso creo que todas deberíamos tener un par de bolsos que nos identifiquen. Que carguen con lo que solemos llevar y estar cómodas. Eso es lo más importante cuando todo nos estremece por el simple hecho de existir, únicamente.