Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose
“¡Tenés que venir a tocar al canal!”, le grita alguien en la puerta de un medio público. “Escríbanme y voy”, responde. Cada tanto se acomoda el micrófono y responde de manera pausada a cada pregunta, mientras anda en bicicleta camino a un ensayo. Recién llegado nuevamente a la capital uruguaya, Juan dice que no era la primera vez que se planteaba grabar un disco en Montevideo. Pero cada vez que venía eso se volvía una tarea difícil, debido a la infinidad de compromisos sociales que le surgían tras estar fuera del país.
MVD LUV (2025), el séptimo disco de estudio de Wauters, sí fue grabado en Montevideo. Cuenta con la producción de Leandro Aquistapacie, quien también estuvo detrás de los arreglos que suenan en el disco. Dentro de la discografía de Wauters, este es un disco que explora las raíces musicales de su Montevideo natal, aunque no por primera vez —recuérdese “Candombe instrumental” del disco La Onda de Juan Pablo (2019)—, y plantea una variedad de preguntas para sí mismo, algunas referidas a la identidad migrante y al lenguaje. Y es que el músico habita dos ciudades, por momentos casi simultáneamente. Una es Nueva York y la otra, Montevideo. Juan Wauters se considera ciudadano de ambas.
El álbum cuenta con la colaboración de Mateo Ottonello, entre otros, y fue grabado casi enteramente en el JPW Studio. Se presenta el sábado 2 de agosto en la Sala Magnolio, con entradas agotadas.
Juan Wauters (J.W.): Un amigo, fanático de Paul Simon, me dijo que mi disco le hacía acordar mucho a The Rhythm Of The Saints (1990). Lo loco es que la tapa de este disco, Amor Montevideo, es igual a la tapa del de Simon. O sea, este disco de Simon le hacía acordar mucho al mío, y después resulta que la tapa es igual. En el de Simon son como dos personas nativas corriendo.
Además, corren para el mismo lado que vos en la tapa de MVD LUV.
J.W.: Sí, es una locura. Está para ponerlos lado a lado.
¿Recordás cuál fue el momento en el que decidiste hacerle un disco a Montevideo?
J.W.: Es una buena pregunta, no lo había pensado. Mi carrera arranca en Estados Unidos, y para el momento en el que saqué mi primer disco solista, yo ya llevaba tocando 10 años allá. En mi proyección me había olvidado un poco de Montevideo. No es que me hubiera olvidado, pero no lo pensaba como espacio para habitar con mi música, ya había quedado en otra época de mi vida. Estaba muy presente en mi día a día con mis amigos, mi familia, etc. Pero cuando empecé mi carrera solista, ya por el 2015 con mi segundo disco, Who Me?, me entero de que había interés por mi música acá. Yo ya había tocado en Europa, México, todo Estados Unidos mil veces. Pero eran otras épocas y el mundo no estaba tan conectado como hoy. En mi mente yo me sentía un artista de allá, de Estados Unidos.
Apuntabas hacia ahí.
J.W.: Sí, porque era el público al que yo había tenido acceso, donde me había generado. Era lo que conocía, y Uruguay no había participado de la ecuación. Pero cuando me enteré de que había gente de acá que quería ver el concierto, hice un esfuerzo tremendo para venir. Hicimos mi primer concierto acá y al verme ahí, entre la gente, me empecé a reconocer montevideano nuevamente. Fue un flash para mí, otra regeneración de mi personalidad. Y nuevamente me tuve que reinventar: ¿Quién soy? ¿Cómo me veo? Siempre ha sido una cuestión para mí.
La identidad del inmigrante es afectada por el cambio de lugar. Al ver que estaba desarrollando un público en Latinoamérica —y especialmente acá, en Uruguay—, yo sentía la obligación de poder comunicarnos en nuestro idioma. Ahí decidí grabar el disco en Montevideo, que iba a ser La Onda de Juan Pablo. Tenía tiempo y dinero que había ahorrado. Pero lo que me paró el impulso fue saber que cada vez que venía, terminaba muy ocupado por cuestiones sociales. Ver a mis primos, ver a mis amigos, asado por acá, asado por allá. Si venía a Montevideo no iba a tener un momento para mí, y me gusta componer siendo un extraño en la ciudad. Que nadie me vea.
Era un poco estresante venir para acá, entonces fui y lo hice en México. Incluí una canción de Montevideo, el "Candombe instrumental". Incluso ahí, en mis primeras experiencias compartiendo y tratando de retratar una música montevideana, creo que ya quedaba algo pendiente. Era como un sueño para mí, algo lejano también. Soy muy fan, muy estudioso de la música montevideana. Me gustaría aparecer en el libro con Zitarrosa; eso para mí tiene un valor mucho más especial que, por ejemplo, que me pongan al lado de Bruce Springsteen.
A lo largo del disco hay un hilo conductor, que es la identidad migrante y los conflictos que pueden generarse al habitar simultáneamente dos ciudades.
J.W.: Me imagino que sí, qué bueno que lo digas. Creo que está presente en mi vida en general, entonces seguro que sí. Son vivencias de esos momentos particulares. Me tocó ser inmigrante por segunda vez de una manera diferente, porque al ser uruguayo supongo que tendrá un término aparte. Volver a tu país cuando ya sos diferente. Seguro hay miles de historias y películas sobre esto, porque es como una calidad humana. Volvés y el lugar es diferente, vos sos diferente, entonces es como emigrar nuevamente.
¿Cómo fue la generación de las maquetas y los demos respecto a las producciones finales?
J.W.: Cuando empecé a hacer la selección de qué canciones podrían estar, pasamos al demo. Ya desde ahí estaba involucrado Leandro Aquistapacie, que hizo la coproducción conmigo. El momento demo siempre es un poco más expeditivo, porque los arreglos se están generando en ese momento. En cambio, cuando grabamos la versión —llamémosle final— volvemos al demo y tratamos de afinar un poco esas ideas originales. Los demos tienen una frescura particular que la otra quizás pierde. Esa fue una gran batalla para nosotros porque, por ejemplo, tanto en este disco como en los últimos, me entrego a cosas técnicas de la producción musical que parecen ser el estándar del día de hoy, pero a las que yo siempre me opuse.
Una de ellas es la edición del sonido. Poder mover pedacitos dentro de una canción, de una pista; poder mover una nota de un bajo un milisegundo para atrás, un milisegundo para adelante. Esas son cosas que en mi penúltimo disco y en este nuevo he experimentado un poco más, pero a la misma vez me doy cuenta de que cuanto más te vas hacia ahí, pierdo algo que para mí es lo más importante y es que se note que Juan está cantando ahí, que se note que la persona Juan está ahí. No quiero sacarme tanto de mi naturalidad para llevarlo a un supuesto perfecto.
Ahí fue una gran batalla. “Mutuación” es el demo, lo que se escucha es lo que hice en el demo. La primera vez que se dio rec, que tocamos rec, esa es. Entonces hubo un pequeño juego y a la misma vez, también, como que voy creciendo, voy haciendo discos, voy tachando cosas en mis casilleros. Quiero abarcar maneras nuevas de producir, nunca me gusta quedarme en la misma, es mi manera de jugar, de trabajar, me gusta buscar cosas nuevas. También me interesaba acercarme a un sonido más estándar, llamémosle, de la radio. Una ejecución más estándar y quizá en este disco es como la vez que más me acerqué.
A la vez, tengo demasiado sentido de la estética personal y no me dejo ir del todo para ahí. Soy un fanático del audio y especialmente de la performance y de la ejecución. A mí me hace falta cuando en mis músicas no escucho lo humano, el error, la desafinación mínima, el juego en lo rítmico, cuando los golpes no caen así en el mismo lugar, cuando se toca sin metrónomo, sin clic, que la música capaz que arranca a una velocidad y termina en otra, todo eso lo disfruto pila.
Existió un proceso interesante luego de que empezaran a mezclar el álbum, aparecieron unos ajustes que tuvieron que hacer en esa instancia.
J.W.: También. Se terminó de grabar el disco y lo mezclamos, pero fue raro porque yo desde un principio sabía lo que quería, pero cuando lo llevamos a mezclar resultó que no era lo que yo quería, entonces tuve que buscar nuevamente ese sentimiento dentro de esta mezcla, porque me hacía falta algo. Me gusta ser atrevido en mi música, me gusta ir a lugares inesperados, no me gusta cuando suena como que lo hiciste bien, me gusta cuando suena como que lo hiciste mal.
Te interesa el error humano.
J.W.: Sí, pero creo que en eso está la búsqueda de la expansión artística: ir a lugares a los que nunca nadie fue solamente para encontrarte a vos. Por ejemplo, vos estás con el ingeniero de mezcla y te dice, “no, esto no se puede pasar de tanta cantidad de dB”, y yo le digo, “¿por qué no? Porque cuando lo escucho en mis auriculares me gusta más así”. “No, no se puede, ta”. Y la verdad es que fue una batalla eso, otra porque yo también estoy buscando aprender siempre. Si me junto con gente que sabe más que yo no es para silenciarlos todo el tiempo y decirles, “no, no, lo hacemos a mi manera”, entonces un poco también escuchaba lo que decían ellos y transé en algunas cosas, seguro transé. Como estoy entrando en esto, en este mundo digital de edición, dije, “bueno, vamos a sacar el jugo”.
Me pasó que en la estética que se generó en la primera mezcla, que quizá algún día vea la luz y el público me juzgue, sentía que le hacía falta un poquito de personalidad, estaban como muertos, como que unos nenes bien lo grabaron y lo mezclaron. Y a mí me gusta más el punk, hay algo en esa ejecución de la música que creo que es de mi tiempo de Nueva York. Me gusta cuando la gente es irreverente, cuando hace un arte que supuestamente está desvalorado porque va por fuera de la academia. Me gustan esos puntos de vista en el arte.
A lo largo de tu carrera solista, desde North American Poetry (2014) en adelante, estuviste hablándole siempre a dos públicos: al hispanoparlante y al anglosajón. ¿Cómo manejás eso?
J.W.: Últimamente soy más consciente de mis públicos y de los oídos que están atentos a esta música. Lo vivo de otra manera, al principio de North American Poetry hay un cover de Los Piojos, “Ay Ay Ay” se llama. Siempre tuve un impulso de cantar en español porque es mi lengua materna, me expreso bien ahí. La gente de Uruguay que me escucha quizá sabe inglés y les da igual que cante en español o en inglés. Pero cuando yo consumo artistas en español y en inglés no es lo mismo, porque la manera en la que yo me expreso en inglés no es la misma manera en la que me expreso en español. Sé que hay dos maneras ahí. Por suerte, lo bilingüe está muy incorporado en mí, en mi vida, mis pensamientos vagan entre inglés y español. Hay palabras del inglés que no conozco y hay palabras del español que no conozco, quizá hable mejor español. Pero, a la misma vez, si tengo que expresar un sentimiento, encuentro las palabras en cualquier idioma y lo expreso de la manera correcta.
“Acting Like I Don't Know” la compuse acá, que es uno de los temas en el disco. Iba caminando por mi cuadra, se me vinieron esa melodía y esa letra en la cabeza y la grabé. A veces los pensamientos, cuando me cae la inspiración, se me aparecen en inglés. Hoy en día, lo bilingüe viene de una manera natural y lo quiero respetar. A veces la gente me pregunta, “¿qué significa ‘Acting Like I Don't Know’?”, y la traducción en español sería “actuando como que no sé”, pero creo que eso en español no tiene sentido, yo no me refería a eso, si tuviese que ser en español diría “me estoy haciendo el boludo”, “me estoy haciendo el gil”, “me hago el gil”. Estaba bien dicho en inglés, no sentí que hacía falta cambiarle el idioma y a la vez no tengo la necesidad, como tuve aquella vez, de hacer un disco estrictamente en español (La Onda de Juan Pablo). A pesar de que es un disco de Montevideo, es hecho por mí, que me reconozco como ciudadano de Nueva York y de Montevideo.
Tus presentaciones en vivo tienen como un sentimiento lúdico, ¿cómo te estás preparando para trasladar ese Amor Montevideo a la Sala Magnolio el 2 de agosto?
J.W.: La verdad es que estoy pensando en filmarlo. La primera vez que toqué en Montevideo no lo grabé ni nada y siento que fue re especial. Este concierto va a ser muy especial, justo ahora estoy yendo hacia un ensayo. Lo de lúdico a veces se presenta buscando maneras de hacer una presentación que sea llamativa, eso que te comentaba de que me gusta que la música suene como que alguien que no sabe lo hizo. Tanto en mi música como en mis presentaciones en vivo intento todo eso, porque pienso: “¿Qué es lo que tiene Juan Wauters que lo hace único en el mundo?”. Pienso en qué puedo ofrecerle a la gente que no sea más de lo mismo, porque yo soy una persona única, tanto como vos y como cualquier otra, entonces si le podemos dar ese extra al público, ¿por qué no? Hay algo en mí que es lúdico, necesito entretenerme, si no me embolo, como el galgo que dice, “no la emboles”.
He aprendido —antes no hablaba con la gente— a comunicarme. Siento que habito espacios del teatro con la música, a veces me deja un poco colgado, porque de tanto buscar qué es lo que me hace único a mí y a la propuesta, ser tan particular, a veces me cierra puertas porque no es lo más común. Por ejemplo, a veces en un festival no quieren que vaya alguien a hablar o que vaya alguien a tocar una guitarrita sin amplificación. A veces le bajo el volumen a la cosa, me gusta que suene como si estuvieses en mi casa.
A veces siento que podría invertir tiempo en mejorar mi técnica, tanto en la guitarra como en el canto, para afinar mejor la voz o para aprender nuevas escalas, nuevas maneras de enganchar los acordes. Pero siempre prioricé la composición y la performance delante de eso. El día tiene 24 horas, no puedo estar en todas. De chico me acuerdo cuando empecé a tocar la guitarra en Nueva York, que me encerraba en el baño a tocar, pasaba un buen rato ahí y mi madre me veía y me decía: “Juan, te veo tan metido en esto de la música que siento que tendrías que estudiar algo de eso”. Hoy entiendo, como te digo, que es positivo tener toda esa data, me hubiese ayudado de alguna manera. Pero hasta el día de hoy sacrifico mi tiempo en pos de las canciones, de la composición. Entonces, yo siempre vengo de un lugar autodidacta, y en lo de autodidacta hay mucho de cuidar mi propio espacio. No me vengan a decir a mí cómo mezclar un disco, no me vengan a decir a mí cómo componer una canción, o cómo decir “te quiero mucho” en una canción. No me vengan a decir a mí qué acorde viene después de qué acorde. Eso lo digo yo.
Eso está mucho más arriba de que te vistas cool, o que suenes como la banda de moda. En Nueva York la gente te empieza a aplaudir si hacés algo medio extraño, se ceba en saber que hay uno que la está haciendo por todos nosotros, que hay uno que se está liberando.
Estamos todos encerrados, pero hay uno que está libre.
J.W.: Claro, entonces vamos a apoyarlo a él. Bob Dylan, como hablamos, la verdad que Dylan nunca llegó a ser un Madonna, así un artista superpopular. La gente ha querido que sea eso y los mismos fans se lo han reprochado, pero creo que los que lo estudian y lo conocen lo ven como “¡Vamo, Bob! Vos siempre estás en la tuya, vos siempre hacés la que te pinta”, eso es lo que quiero yo de Bob.
Y también lo que querés para vos.
J.W.: Sí, obvio. He buscado tener un camino así, aunque como te digo, es difícil, y la tengo que pagar todos los días porque es muy difícil. Bob Dylan ya arrancó y estaba arriba en popularidad. Yo siento que todavía tengo que tratar de coquetear con lo popular a ver si encuentro la manera, en algún momento, de que entre una canción de Juan Wauters al Top 10.
También siento que no me debo apurar, a la misma vez viene todo a su propio costo. Yo soy consciente de lo que hago, tampoco soy un boludo. No espero la fama queriendo estar hablando en un escenario con la gente. Como el otro día, que me subía a tocar con un acordeón y hace una semana le había puesto las manos por primera vez. Entonces busqué algo más performático.
Saqué donde estaba el Do y el Sol. En la mano derecha es como un teclado normal y las teclas blancas son las de Do mayor, entonces dije “ta, toco las notas blancas” y le dije a mis dos compañeros, uno estaba en el bajo y la percusión, “ustedes toquen Sol y Do”, entonces hicimos una perfo instrumental. Yo me gocé, pero como te digo, por ahora es como para los entendidos. Quieren ver a uno que se está liberando, tratando de salir del sistema. Así lo vivo yo.
Tengo que cuidar mi espacio personal porque hay veces que si no, me deprimo. Si no hago música, punto. O si hago música que no es la que me gusta a mí, me deprimo, como que me tengo que ir a internar. Bueno, no internar, pero sí ir a hablar con una psicóloga. Entonces mejor hacerlo a mi manera y acatar las consecuencias.