Nunca hubo un plan B para Bárbara Jorcin. No sabía cómo, pero desde que era una niña, decidió que se dedicaría a la música. Hacía presentaciones en su casa para toda su familia, a la que no solo define como algo fundamental en este camino, sino que también forma parte de cada uno de sus álbumes, de alguna manera u otra.
En Corazón de metal (2024), su tercer y más reciente álbum, se escuchan sonidos de una mesa de Año Nuevo en "Número impar". Brindis y conversaciones grabadas de su propia familia.
¿Cómo fue el trabajo junto a Tato Cabrera?
El proceso es que yo compongo melodía y letra, armonía también. Lo que sí, depende de cómo yo le lleve la canción. Hay canciones que están más terminadas y directamente ya empezamos a producir, a pensar en instrumentación y en qué mood queremos que la canción suceda. Y en otras sí, por ahí le digo, “che, esta parte no me gusta tanto, estos acordes me resultan de tal manera", y ahí Tato mete mano, pero la composición es mía.
En los discos no trabajé con Tato, trabajé en los tres singles anteriores: “Cuando me haya ido”, “Matías o Miguel” y “Un pedazo de sol”. Ahí probamos trabajar juntos y a mí me encanto, es una persona muy organizada, yo también, es muy obsesivo yo también. Nos hicimos amigos en el proceso y nos entendimos muy bien, obviamente también hubo momentos de tensión y en los que no estuvimos de acuerdo, pero somos bastante parecidos para trabajar. Estuvo bueno todo ese proceso y encontrar a alguien tan organizado y obsesivo para que las cosas salgan bien.
Yo nunca, hasta este disco, había delegado tanto la producción y que surgieran ideas tan diferentes a la mías, pero los dos somos tecladistas y en eso nos entendimos enseguida. Fue super mágico, es lindo poder dejar que otra persona en la que confías meta mano, porque salen cosas que a vos jamás se te hubieran ocurrido.
Al respecto de los dos temas de género urbano, ¿tuviste que abrir la cabeza y dejar de lado algunos prejuicios?
Sí, tuve que abrir la cabeza. Tuve que serme honesta a mí misma. Cuando era más chica, por ahí era muy criticona de la música urbana porque me parecía una porquería, pero al mismo tiempo, me di cuenta de que soy de un pueblo chico en el que había una discoteca y yo salí desde los 13 a los 18 ahí y bailé reggaeton y cumbia toda mi vida, gozando con mis amigas y pasando bien. Entonces, también había una dualidad de, “si no me gusta por qué me divierte tanto”.
Entonces, fui honesta y asumí que yo también estoy escuchando un montón de música urbana. Yo no me quería sentir atrevida, o que estaba robando un género que era mío, pero ninguna de las dos canciones tiene nada mainstream, son bastante oscuras y alternativas dentro del género. Lo dejé salir, y trabajé con dos productores diferentes. "Renacimiento", el reggaetón es con el Oso Ucha, que es una persona que está metida en la producción de reggaeton, y "La venganza", que es un trap medio electrónico, es con Bruno Sirian. Con Tato nos sirvió bastante delegar eso porque estábamos un poco perdidos los dos en cómo queríamos que sonara y que fuera. Canté con autotune, que era algo que no había hecho nunca y pensé que era una pavada, no lo es. Así que sí, derribé un montón de mitos y me animé a un montón de cosas. También pensando en esta gente que venía escuchándome de mis discos pasados, tocando acústico con un piano con cuerdas, qué iba a pasar si yo me ponía a hacer un reggaeton, era algo que pensé bastante y la verdad es que la canción está teniendo tremendo éxito.