Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose

Nick Cave y Polly Jean Harvey mantuvieron una relación que los llevó a atravesar los años 1995 y 1996 casi de la mano. Grabaron alguna canción juntos, “Henry Lee” la más memorable. Su videoclip ha inspirado varios tableros de Pinterest al igual que la carta de amor de Alex Turner dirigida a su novia de ese entonces, Alexa Chung, olvidada en la barra de un bar.

Cave cuenta que PJ cortó el vínculo mediante una llamada telefónica mientras él muchacho —que hasta hoy se tiñe el pelo cada dos días para mantener su apariencia de cuervo— estaba a punto de picarse el brazo con una jeringa cargada. Dice que la misma casi se le cae al escuchar la noticia de que efectivamente lo estaban abandonando.

Lo cierto es que, de esa relación que parece haber sido tormentosa —el vínculo amoroso con una persona con varias adicciones activas y en simultáneo no es tarea fácil—, PJ pudo llevarse algo que años más tarde le resultaría beneficioso: una amistad con el más sano y cuerdo de los Bad Seeds, Mick Harvey.

A partir de esa ruptura, Cave escribió uno de sus álbumes más austeros y el que provocó la salida, tiempo después, de Blixa Bargeld, debido a que el alemán no se veía a sí mismo en la dirección estética que las malas semillas estaban tomando. Un disco solemne, minimalista, apoyado en la presencia del piano y las líneas de bajo, técnicas que replicaría años más tarde en discos como No More Shall We Part (2001).

El narrador le pregunta a su amada si puede escuchar ese sonido de aleteo, como de mariposas gigantes. Dice que son helicópteros, que ahora está en Nueva York, que no son necesarias las palabras, y luego recuerda cómo se sentaban en silencio y cómo ella lo miraba a los ojos, directamente. Era un miércoles, o eso quiere creer, de mañana. En qué quilombo se había metido. El lío que es efectivamente el amor: la realización de estar hasta las manos y cómo este estado configura la cotidianeidad de cualquier ser humano que más o menos transitaba su vida en otra sintonía, o al menos en el embrutecimiento que ofrece la rutina.

Otra particularidad que vale la pena atender, es la forma que tiene PJ de encarar las colaboraciones. Podemos plantear este ejemplo y el de “Hit The City”, una canción que hizo con Mark Lanegan para el disco del nacido en Seattle, Bubblegum (2004). No hay partes definidas. No canta uno las primeras dos estrofas y luego se encuentran ambas voces en el estribillo. En “Hit The City”, los dos cantan durante toda la canción: Lanegan al frente y Harvey con la voz distorsionada en el fondo. Lo mismo sucede en este dúo con Yorke, que es quien canta a lo largo de toda la canción. Harvey aparece esporádicamente para recitar partes de la letra mientras Yorke se desenvuelve en su falsete característico.

Esta línea narrativa y los paisajes neoyorquinos funcionan para que el disco sea una larga y extensa carta de amor. No solo para varias personas, sino también para una ciudad entera. “You Said Something” recuerda que eran la 1:00 de la mañana y que él, su amor, había dicho que la narradora no iba a olvidarse nunca. Estaban en Manhattan, en lo alto de un edificio. Desde ahí podían ver los flashes, los carteles de neón —que, a partir de la década de 1980, fueron poco a poco perdiendo presencia debido al auge de las tecnologías LED que abarataban los costos energéticos, arruinando la estética nocturna y atractiva que podían llegar a tener distintas ciudades—, cinco puentes, el Empire State. Él dijo algo que ella no iba a olvidar nunca. Él dijo algo que era realmente muy importante.