Columna de análisis de la comunicación política de los candidatos a cargo del perito semiólogo Washington Silveira. Primera entrega: Tabaré Vázquez.

En medio de una campaña política donde los aspectos relacionados al genio individual se presentan escasos, sin grandes elocuencias ni rasgos carismáticos sobresalientes -al menos hasta el momento de escribir estas líneas- los contenidos están llamados a prevalecer sobre las formas.

Sin embargo, una de las críticas mayores a esta campaña ha sido la afirmación de que se halla "vacía de contenidos". Y ello no se debe a falta de programas o de agendas partidarias, o de ideologías reconocibles en sus actores, sino más bien a que se ha delegado al jingle, al spot, al slogan y en definitiva a las agencias de marketing y publicidad, la responsabilidad de generar el efecto de adhesión.

Los líderes políticos, en tanto, en una suerte de economía de esfuerzos expresivos y comunicacionales -con mayor o menor conciencia de ello- han optado por dirigirse a sus propios adeptos mucho más que a los sectores indecisos. A esta altura, el renunciamiento o la incapacidad de conmover, acaso sea una realidad solo reversible en última instancia, a la luz de las tendencias finales de los electores.

Por ello cobra especial interés saber que nos dicen los candidatos presidenciales a través de sus modelos de comunicación y expresión, más allá de las meras palabras entretejidas de sus -hasta el momento- estereotipados discursos.

Tabaré Vazquez

Iniciemos una aproximación a la mirada semiológica de los modelos comunicacionales de los presidenciables con la figura del Dr. Tabaré Vázquez.

Sin verse demasiado exigido, en las diversas entrevistas que se le han realizado por los distintos periodistas de los medios, particularmente los audiovisuales, Tabaré Vázquez se muestra circunspecto, parco, a ritmo desacelerado, remitiéndose usualmente -cual si fuera un estribillo- a datos cuantitativos de la economía, aspectos programáticos y evaluaciones de organismos internacionales que califican con generosidad el estado de situación del país.

Su rostro no exhibe tensiones, no hay marcas de rigidez psicoexpresiva ante las preguntas y por el contrario se muestra con una minimización de gestos y microexpresiones que lo ubican predominante sereno, autosuficiente y convencido de sus planteos.

Sus respuestas parecen salidas de un libreto, no recurre a la improvisación argumental sino más bien a metáforas biológicas y médicas o alguna situación que se acopla al propósito de sus disquisiciones, como cuando, ante los periodistas de Código País (1), refirió a las puertas del "Castillo de la Suerte" -el recordado programa que conducía Cacho de la Cruz- para referirse a la razonabilidad previsible de una elección ante una situación dada de posible cambio.

Sus manos se mueven al ritmo de las ideografías que respaldan el extracto del pensamiento que le asiste a la hora de exponer; el uso de gestos identificadores e ilustradores son una constante de su cinésica corporal.

La comunicación paraverbal no sufre grandes variaciones de timbre, tono o intensidad de su voz, a excepción de ciertas modulaciones que apuntan a la ironía ante sus críticos, o al buscado viso de seriedad ante sus propuestas.

Vázquez es un modelo de autocontrol y es difícil sacarlo del guión que regula sus intenciones comunicacionales. Ello revela también un modelo dominante, poco flexible y baja heterodoxia.

Pocos comportamientos gestuales lo sitúan en conflicto con respecto a la veracidad de sus dichos o pensamientos. Sin embargo, podemos encontrar algunos ejemplos. En ocasión de la campaña de las elecciones internas, en la entrevista ya referida, al ser interpelado por sus diferencias con Constanza Moreira y su posición personal en los aspectos programáticos, respondió: "Voy a cumplir hasta el último punto del programa..." mientras realizaba el gesto autoadaptador de frotarse y presionarse el dedo meñique, de un modo casi oculto, que revelaba la complejidad que le significaba esa respuesta. Tabaré sabía, al responder, que ese desafío no representaba una tarea sencilla de abordar y que probablemente no fuera cumplible. Su gesto casi imperceptible revela duda, incertidumbre e inseguridad al respecto, pero -en ese particular contexto de referencia- lo remite, sobre todo, a las oposiciones internas dentro del propio Frente Amplio.

El "debate" en la Rural



Otro aspecto nada desestimable del comportamiento expresivo de Vázquez puede observarse en el encuentro que tuvieron los cuatro principales candidatos en la Expo Prado. En algunos tramos de la exposición de sus adversarios políticos, como cuando Bordaberry alude a la eventual falsedad de los números, se le vio casi inmóvil, una suerte de estatua testimonial de la izquierda, representativa de la indiferencia, la baja credibilidad y -en cierto modo- soberbia ante el discurso político del contrario. La "cara de póker", sin embargo, no debe engañar al observador, pues hubo respuestas y alusiones a los dichos de sus contrincantes políticos y al propio tenor de las preguntas formuladas, y hasta algún sarcasmo, como el de adjudicar al propio Bordaberry -ante una comparación médica de éste respecto a las redes viales- la posibilidad de ganar un Premio Nobel de Medicina. ¿Y qué decir del rechazo y la contundencia ante la actitud de Mieres cuando éste intentó comprometerlo a entregar a Danilo Astori el Programa del Partido Independiente? Un momento tenso donde Vázquez hace gala de suficiencia personal y política, desestabilizando al interlocutor con severidad gestual y textual: "¿Sabe que le sugeriría? Que se lo entregue usted" al tiempo que le devuelve el librillo.

Por momentos, y si no hubiera indicios para pensar que Tabaré Vázquez ha decidido, por estrategia política, la restricción comunicacional, al punto de evitar los debates y la interacción con sus pares, podríamos suponer que padece una suerte de "apraxia gestual deliberada", o en otras palabras, una omisión consciente de sus propias peculiaridades expresivas y microexpresivas. La mayor carga significacional de gestos se concentra en sus manos y miradas, con muy ligeras variaciones musculares del rostro, dejándole a lo verbal y al estereotipo discursivo la responsabilidad de generar significados. Es claro que la actual configuración comunicacional de Vázquez se aleja bastante de aquel personaje que se movía dinámicamente en los escenarios a modo de predicador.

Seguramente habrá una recarga de energía para el último tramo de esta campaña, donde la paridad entre oficialismo y oposición obligaría -hacia un eventual balotaje- a tomar una actitud más proactiva e intensa respecto a la interlocución que representa el electorado. Vázquez ha mostrado ya los primeros signos de ello. En este sentido, en la reciente entrevista realizada por "Buscadores" conmina a los opositores, en materia de seguridad pública, a desplegar sus propuestas y dar nombres de referentes, adoptando ahora una actitud más desafiante. Es un momento de inflexión. No obstante, no se aparta de una cinésica gestual y postural equilibrada, fiel a su patrón comunicacional y sin perder el equilibrio exhibido en los diferentes momentos mediáticos: "A mí me gustaría saber a quién proponen para el Ministerio del Interior tanto blancos como colorados; pero que no den título, que desarrollen qué van a hacer en materia de seguridad", expresó, como insinuando que no hay contenidos ni propuestas ni nombres que permitan anunciar un cambio sustancial en ese terreno.

Como podrá darse cuenta el lector, el "estilo" Vázquez se sustenta en la autoconfianza de lo propio y el rechazo o desconfianza de lo ajeno. Su discurso remite a lo que se hizo y lo que se hará más que a las críticas opositoras. "Res ipsa loquitor" decían los latinos " (las cosas hablan por sí mismas) y la apuesta de Tabaré Vázquez, y de la izquierda que él representa, transita por ese aforismo.

Washington Silveira Rodríguez
Perito Semiólogo.

Significados elegibles y elegibles significados 
Un paseo por la credibilidad de los candidatos

De todas las construcciones posibles de significado, ninguna tan recurrente en la realidad contemporánea, para la semiótica y el análisis del discurso, como la que pretende desentrañar los aspectos subyacentes al modelo comunicacional del actor político. La comunicación verbal y no verbal y aun ciertas disposiciones de elementos simbólicos, son sometidas al análisis de la semiología como una forma más elaborada de percibir y comprender el sentido de las palabras, los gestos y otros diferentes signos que pueden contextualizarles.

La comunicación política, siempre más extensa que los propios discursos, se presenta entonces como un campo atractivo donde encontrar significados muchas veces ocultos para la "decodificación ingenua del lego". ¿Pero no es acaso el ciudadano común, en su calidad de elector, el destinatario de tantos mensajes? ¿No sería valioso que cada votante pudiera discernir más allá de ideologías o partidos?

¿Cómo identificar la intencionalidad última, la semántica que apenas asoma entrelíneas? ¿Y cómo valorar la credibilidad y eficacia para gobernar de un candidato? Probablemente los innumerables significantes del quehacer político-electoral se transformen en una polisemia interminable donde la acotación de los significados nos ayuden un poco, particularmente en la figura de los propios elegibles. Esperamos que estos insumos interpretativos contribuyan a una mirada más atenta a la hora de optar.

(1) Código Pais. Programa emitido el 23/04/2014