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La Muy Fiel y Reconquistadora San Felipe y Santiago de Montevideo se extiende a las faldas de su cerro, mirando al Plata y acariciada por los vientos, pero cada fin de semana se ubica alrededor de las canchas de fútbol.

Capital de la República, tacita de plata, rinconcito de bellezas, voz marinera encantada, Montevideo es también la ciudad del fútbol. No sólo por los grandes campeones que acunó y las glorias deportivas convocadas, sino también porque sus barrios alientan los colores que mantienen viva la llama.

La singular organización deportiva uruguaya, derivada de la macrocefalia que afecta todas las estructuras del país, desde el asiento de las oficinas del gobierno hasta el trazado de las carreteras, determinó que durante muchos años el fútbol uruguayo fuera casi exclusivamente montevideano, sin que esto signifique desdeñar el valioso aporte de los deportistas que llegaron desde los cuatro rincones del territorio nacional.

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Hacia 1860, ciudadanos británicos comenzaron a practicar cricket en el predio donde actualmente se levanta el Hospital Militar, en 8 de Octubre y Mariano Moreno. Por allí había existido una pulpería denominada La Blanqueada, que por extensión bautizó toda la zona.

Cuando se constituyó el Montevideo Cricket, fue precisamente en ese lugar donde instaló su campo de deportes, el English Ground (2). Era un terreno de aproximadamente una hectárea, rodeado de cercos de pitas, con escasas instalaciones: un pequeño palco, un improvisado vestuario y una carpa para tomar el té en las pausas de los partidos.

No hay fotografías de La Blanqueada original, pero el Montevideo Cricket conserva en su sede una pintura de A. Hall, sin fecha conocida, que muestra una escena de juego en su campo, mientras pasan por el Camino de la Unión una carreta y un tranvía de caballos, toques criollos para una escena casi bucólica, trasplantada de la campiña inglesa. En ese lugar, una tarde de octubre de 1878, se jugó el primer partido de fútbol sobre el que existen noticias en el Uruguay.

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El 28 de setiembre de 1891 se fundó el Central Uruguay Railway Cricket Club (CURCC) con el fin de que los directivos de la empresa y sus allegados pudieran jugar al cricket. Si bien este deporte fue común en sus primeros tiempos, ya en 1892 se aprobó la realización de partidos de fútbol y se permitió el ingreso de criollos a la formación, esencialmente obreros y empleados de la compañía. Y tras el retiro del Montevideo Cricket, CURCC y Albion se convirtieron en los principales clubes montevideanos.

Desde ese año, CURCC jugó como locatario en una cancha ubicada junto a los talleres, en la esquina de Camino Vilarón (hoy Coronel Raíz) y Camino Casavalle, donde se levanta actualmente el complejo de viviendas Gral. José Artigas . El 25 de abril, la institución realizó la primera actividad en su terreno, una competencia atlética que registró en los primeros tres lugares a Davies, Gowland y Woosey, según la crónica de The Montevideo Times , el diario de la colectidad británica, escrito en inglés.

El 25 de mayo de 1892, el periódico informó en su portada sobre el primer encuentro de fútbol del club en ese campo: Football. Hoy, Albion F. C. vs. Peñarol, en la cancha de este último, comenzando a las 2 P.M. . A continuación, ofreció las alineaciones de los equipos, empezando por Albion y nombrando nuevamente a los locatarios como Peñarol. Los primeros jugaron con A. Lichtenberger, Woodcock, Poole, Stewart, Flores, A. Clark, Sardeson, Morse, F. Smith, Lambrechts y H. Lichtenberger (3). Los dueños de casa lo hicieron con Negrón, Hopkins, Hunt, Woosey, Davenport, MacChann, MacGregor, Tehan, Nugent, Jones y Sagehorn. La nota del Montevideo Times se completó con una indicación para el público: El tren deja la Estación Central a las 12 .

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El Parque Central asistió a más de una centuria de historia del fútbol uruguayo. Lo conoció casi niño y acompañó sus primeros pasos. Experimentó cambios de inquilino, obras y destrucciones, triunfos y tragedias, honores y olvido. Se identificó enseguida con el crecimiento y la gloria del Club Nacional de Football, aunque también fue sede de la Selección uruguaya durante la mayor parte del período amateur. Ya en el siglo XXI, su propietario llevó adelante una fórmula para devolverlo al primer plano.

El estadio tomó el nombre del gran espacio verde previsto para Montevideo por los paisajistas franceses André y Thays , pero en lo deportivo heredó la pasión sembrada en sus vecinos campos de La Blanqueada para convertirse en el principal centro futbolero de la ciudad, posición que cedió después a otro escenario, construido sólo un poco más allá, en 1930.

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Por su inigualable historia, su constante presencia en la vida habitual de muchos uruguayos, su construcción increíblemente rápida y avanzada para la época y su significación para el desarrollo del fútbol en todo el mundo, el Estadio Centenario no sólo es una postal de Montevideo: es un símbolo de un Uruguay capaz de forjar sueños y convertirlos en realidad.

Siete décadas y media después de erigido mantiene vigencia arquitectónica y es insustituible en el funcionamiento del fútbol, más allá de las exigencias que representa un mantenimiento adecuado. Ya no es posible concebir a la ciudad y al fútbol sin su figura circular y su torre. Es más, cuesta imaginar cómo era todo cuando no existía. El Archivo Fotográfico Municipal guarda algunas tomas aéreas de la zona en los meses previos a que se iniciara su construcción: al observarlas se experimenta un inquietante sentimiento de ausencia.

Y es que mucho antes de que se colocara el primer ladrillo, de que la pala levantara el primer terrón en el Campo Chivero, el Gran Stadium era un anhelo y una necesidad de los futboleros de la época. Todos lo mentaban a comienzos de los años 20, cuando el constante aumento de la popularidad del fútbol reclamaba un escenario mayor que los estadios con gradas de madera del Parque Pereira, el Parque Central o Pocitos.

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Pocitos también alumbró a varios equipos, pero el rápido desarrollo urbano y el consiguiente aumento del valor de los terrenos determinaron que ya no hubiera sitio para canchas al iniciarse la década de 1930. La vieja zona de las lavanderas y los pescadores registró dos transformaciones sustanciales: en los primeros decenios del siglo XX se volvió un balneario residencial; en los 50, con las nuevas normas sobre propiedad horizontal y una desenfrenada especulación inmobiliaria, se convirtió en un bosque de cotizados edificios.

Además del conocido estadio de Peñarol, el barrio tuvo en los 20 dos representantes en el fútbol oficial con sus respectivos campos de juego: Oriental Pocitos, de fugaz participación en Primera División en los 20 y su rival, Uruguay Pocitos, que llegó a Intermedia.

Hasta entonces, la población había crecido con un límite en el este marcado por el arroyo Pocitos, que nacía en el Campo Chivero y bajaba hacia la playa por donde hoy corre la calle Lorenzo Pérez. El curso de agua encontraba algunas dunas y formaba una laguna no siempre cristalina, que cuando desbordaba vertía al mar a la altura de Buxareo. La rambla terminaba en Barreiro, aunque había también casas un poco más allá, hasta Pagola y casi la playa. Del otro lado del arroyo se extendía un amplio descampado ideal para los picados. Oriental tenía su escenario, el Parque William Poole, aproximadamente en 26 de Marzo casi Buxareo. Uruguay jugaba en el Parque Artigas, más hacia el este y junto al arroyo, una ubicación que determinaba que la cancha muchas veces estuviera demasiado barrosa.

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La obra más ambiciosa en el fútbol montevideano al iniciarse la segunda mitad del siglo XX fue el estadio de Danubio, el primero encarado por un club menor en el profesionalismo. Este proyecto abrió una nueva etapa para las canchas de las divisiones superiores: además de tradición y barrio, los clubes comenzaron a pensar que eran necesarios ladrillos y cemento para asegurar su desarrollo institucional.

Pronto, Cerro siguió el ejemplo danubiano. Posteriormente fue Defensor, con un crecimiento ya repasado en el capítulo anterior. Otras instituciones, en tanto, dirigieron sus esfuerzos a disponer de sedes sociales más adecuadas.

El libro completo podes leerlo en...



"Montevideo, la ciudad del fútbol. Historias de barrios, clubes, canchas y estadios"

Este libro repasa la historia de los clubes de fútbol de Montevideo, sus canchas y estadios, y su relación con el desarrollo de cada barrio y la propia ciudad. Esta ofreció sus descampados y terrenos baldíos en barrios como Punta Carretas, La Blanqueada, Reducto, Jacinto Vera, el Prado y Paso Molino para albergar a miles de aficionados al deporte que irrumpió en el siglo XX con una fuerza inusitada y permitió, mucho tiempo después la acuñación de una frase feliz: "Montevideo es un campo de fútbol con casas".

Se recuerdan los episodios relevantes ocurridos en cada cancha, incluso más allá del fútbol. Los escenarios pioneros y ya desaparecidos: dónde se ubicaban y cómo eran. El origen de los actuales estadios y sus grandes jornadas. Un capítulo especial para el Centenario. Los estadios de Peñarol y Nacional a través del tiempo. Las canchas de barrio y la desconocida historia de colosales estadios proyectados pero que no llegaron a construirse. Ilustrado con fotos poco conocidas.


Sobre el escritor

Luis Prats (Montevideo) comenzó su actividad periodística en 1980 en el diario El Día, donde cubrió información deportiva, parlamentaria e internacional. Actualmente es editor de Deportes del semanario Búsqueda y editor especial de la revista Galería. Su actividad lo llevó a cubrir acontecimientos políticos, empresariales y deportivos en el exterior y a participar de seminarios periodísticos en Nueva York y Miami. También fue profesor de Prensa en el Instituto Profesional de Enseñanza Periodística de Montevideo.

Ha escrito Historia de la Copa de los Andes (1996), La crónica celeste (dos ediciones, 2000 y 2001), Memorias del San Juan y El golf de Cantegril y, junto a Eduardo Payovich, Un siglo de golf.