Durante el juego, uno de los deportistas propinó un vigoroso puntapié al balón ovalado. El lanzamiento fue potente pero no muy preciso, ya que el objeto terminó dirigiéndose a la tribuna. Y estaba a punto de caer sobre la anatomía de un pequeñín, cuando un hombre transformó su termo en un escudo salvador.

Si un termo pudo salvaguardar la integridad física de una persona en la lejana Rusia, en nuestro país -donde el termo y el mate son casi una prótesis fija para miles de ciudadanos- la protección está asegurada. Basta coordinarse entre materos para lograr algo parecido a la Formación Tortuga, pero con recipientes para agua caliente en lugar de escudos.