“En 2022 había mucha emoción y mucha presión. La emoción de representar al viejo (Cachila Silva, su padre), su historia y todo lo que nos dio, y por otro lado la presión de que él era competitivo”. Así recuerda Mathías Silva la primera temporada de C1080 sin su director y emblema. Y sin su padre y el de Wellington, pero los hermanos tomaron la posta del conjunto y metieron doblete.

“Fue mucha presión porque justo el espectáculo que lo homenajeaba, tenía que ser competitivo y estar muy bueno”, agrega. Mientras tanto, decenas de personas están rodeándolo en el galpón de la comparsa por Paraguay antes de llegar a la rambla.

“Hasta último momento estuvimos peleándola con Valores [de Ansina], pero mi viejo nos preparó toda la vida para esto, para sacar la comparsa y competir a buen nivel. No podíamos fallarle. Este 2023, en cambio, la comparsa salió en agradecimiento a toda esa gente que nos dio tanto y quería seguir en carnaval. Por eso decidimos ir de nuevo a competir, pero eso implicaba emparejar o  superar lo que habíamos hecho en 2022”, explicó Mathías.

“Mi padre decía que para hablar primero hay que hacer. Su legado es social, por eso tenemos una olla popular y un merendero que funciona durante todo el año, y se hacen muchas actividades benéficas con los niños de la zona. Su legado también es cultural, porque siempre estaremos defendiendo al barrio y recibiendo visitas de turistas y de escuelas. Y también artístico, con todos estos espectáculos que hacemos. Nosotros tenemos que seguir este camino que él nos enseñó y es lo que sabemos hacer”, dice con orgullo.

Un siglo de historia

Desde hace casi 100 años el legado Silva se viene construyendo y pasando de generación en generación. Primero fue Juan Ángel, el cacique de Morenada, luego Cachila de C1080. Ya es turno de Mathías y Wellington por un lado, pero también de sus primos, que debutaron en 2023 con Lonjas de Cuareim.

“Ellos están buscando su espacio y nosotros, desde el nuestro, los apoyamos. Se trata de la misma herencia de sangre que nos dejaron mi abuelo, mi bisabuelo, mi viejo. Nosotros la vamos a defender toda la vida”, enfatiza Mathías.

“Ahora hay talleres de candombe, pero nunca fue una tradición escrita. Siempre fue oral. Si querías tocar, tenías que ir, escuchar, aprender y preguntar. Te mandaban a agarrar un chico y ahí te decían si podías tocar o no. Le decía a mi abuelo que llegaba con un amigo, y enseguida te decía que si no tocaba el chico, no podía tocar ni piano ni repique. Aprendimos todo de mi abuelo, de mi viejo, de mi tío Raúl. Nos dijeron cómo tocar, pero también cómo encarar una comparsa. Ellos nos enseñaron dónde había que ponerse para escuchar mejor una Llamada. Ahora nos toca a nosotros tomar ese lugar, con las nuevas generaciones y tratando de contarle al resto la experiencia que estamos viviendo. Parecemos más chicos, pero ya hace 25 años que estamos en esta vuelta del candombe”, afirmó Mathías.

El maldito virus

Nunca, desde la pandemia y luego de terminada, la olla popular de C1080 dejó de servir platos de comida.

“Nunca, ni en carnaval. Mi hermana está al frente mientras estamos en esta etapa, pero nunca falta un plato de comida para la gente del barrio”, afirma con otra cuota de enorme orgullo.

“Durante la pandemia fue difícil, porque nos llevó al viejo. Este maldito virus se nos llevó al viejo, pero él pudo ver los inicios de la olla popular del barrio. Vio lo que estábamos haciendo, se ponía a conversar con quienes concurrían. No sé hasta cuándo podremos sostenerla, pero mientras se necesite, nosotros la vamos a continuar”, agrega.

Las madrazas

C1080 recibió a ex integrantes de Tronar de Tambores que se sumaron a la comparsa de los Silva y entre las prioridades para este año se destacó la profundización en los rubros vestuario y coreografía.

“Hicimos un espectáculo muy sólido, muy ensayado. Es un homenaje a las mama viejas, a las madrazas de leche, cuidadoras de sus hijos y los hijos de otros. Son las mujeres que poseen la paz dentro de la comparsa. Tienen otra cadencia, otro ritmo. Para toda esta vida que funciona a mil por hora, ellas en cambio se toman su tiempo, y tienen la impunidad en los ensayos de decirte lo que quieran, ya sea que estás mal parado o bailando mal. Nosotros quisimos contar toda esa historia a través de una persona. Estamos muy orgullosos por el espectáculo y es una barbaridad lo que hace Valeria Ferreira en escena”, dice y le brillan los ojos en medio de su maquillaje que cubre todo el cuerpo.

El futuro

Mathías no tiene reparos en imaginarse a la comparsa en el futuro. La ve representando a mucha gente.

“Nosotros queremos representar a todas las comparsas que se nos acerquen. Hay muchos que participan de otros grupos, pero en el corazón tienen a Cuareim o a Morenada. O se sienten identificados en las oportunidades que se nos presentan de actuar en espacios más grandes, o en el exterior. Sabemos que muchas veces representamos a candomberos que no tienen esas posibilidades, y lo hacemos con mucho respeto por ellos”, afirma.

Y también ve a la comparsa innovando, como en este 2023, en el que realizaron un cuadro de afro sólo de varones, para el que ensayaron mucho, y para el que dispusieron de un maquillaje corporal especial.

“Ensayamos cuatro meses porque queremos demostrar que los tamborileros podemos bailar y podemos bailar bien. Queremos que más comparsas se animen a eso y mucho más. Romper y avanzar entre otros para el bien de los grupos. Tenemos la responsabilidad de ser una referencia para diferentes grupos. El candombe tiene que seguir creciendo y lo que hacemos nosotros, pero también Sarabanda, Valores, Yambo, Integración, con sus propuestas, son trabajos enormes”, enfatiza Mathías.

El concurso y la cultura

Silva coincide con algunos de sus colegas directores en que el Concurso de Carnaval es un gasto, pero al mismo tiempo una inversión para difundir la cultura afro a una escala mayor.

“Hay que mostrar lo que pueden hacer los artistas uruguayos, incluso con presencia de no profesionales. Muchos salen de trabajar y vienen a participar de la comparsa como parte de una tradición, y acá los rodeamos de técnicos para que se acerquen lo más posible a ese nivel que te exige un concurso. Es un hermoso desafío”, comentó Silva.

Sin embargo, “las Llamadas son las Llamadas”, dice, y recuerda que por su desfile por Isla de Flores en 2016 se comunicaron desde China con la comparsa para que viajara a actuar en tierras orientales.

“Fuimos 25 artistas de Barrio Sur a China. Eso es lo que buscamos: hacernos conocer, pero para eso hay que jugarse y hacer espectáculos diferentes, pero sin perder las raíces y aferrados a la tradición”, explica.

Para participar del concurso en 2023, solamente en ropa, C1080 llevó 700 trajes en cada ronda, que se suman a los 150 que utilizan quienes participan del desfile de Llamadas, más otros 150 diferentes que se utilizan en el desfile inaugural por 18 de Julio.

“Si descontamos algunos que se repiten, hablamos de unos 850 disfraces diferentes. Hay muchas familias atrás de la comparsa. Hay quienes no duermen noches enteras para que lleguemos con todo lo necesario a cada momento. Muchas veces se pierde la perspectiva de todo lo que moviliza una comparsa. Pero además, todo esto genera unión dentro del grupo. Lo mismo sucede cuando templamos las lonjas. Muchos piensan que estamos haciendo fuego en la calle. No es así. Es el momento de reencuentro y en el que nos ponemos a hablar de la vida de cada uno”, confiesa, y agrega: “La comparsa es una escuela, un refugio y un hogar para muchos de sus integrantes. Algunos pasan y siguen, y otros se quedan, pero lo importante es que crezcan en el camino”

Palmarés

C1080 ha ganado siete veces el primer premio en la categoría Sociedad de Negros y Lubolos: 2003, 2004, 2005, 2015, 2016, 2022 y 2023.

También ha ganado siete veces el desfile inaugural y seis veces el desfile de Llamadas.