Tiempo atrás, no era raro que los guardas montevideanos abandonaran su asiento y se corrieran pasillo atrás en las paradas donde subía mucha gente. De ese modo, agilizaban el cobro y se aseguraban de que nadie quedara sin pagar.

En la actualidad eso no sucede, y el guarda no abandona su butaca salvo en casos de fuerza mayor. Fiel exponente de la vieja guardia, este filipino no duda en moverse como una cabra de monte con tal de cobrar los boletos.