Mucho se ha escrito sobre los efectos terapéutico del humor, y también sobre su rol en situaciones irremediables. Basta recordar el "humor de patíbulo" descrito por Sigmund Freud, y ejemplificado con un chiste sencillo y eficaz, uno en el que un hombre era conducido a la horca en lunes y decía, "vaya, qué bien que comienzo la semana".

Ciertamente, el humor no es capaz de curar el cáncer, ni de evitar la muerte o -puestos a saltar sobre resortes escatológicos- sobreponerse a la entropía y el final del universo. Pero sí puede amortiguar el dolor y ser un aliado en situaciones difíciles. Así lo sugiere al menos el relato publicado en Twitter por Súbete a la nutria.