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Salud

Por The New York Times

Aumentan los casos de COVID, pero las muertes siguen siendo pocas

Durante dos años, el coronavirus mató a los estadounidenses bajo un brutal y predecible esquema: semanas después de que las infecciones aumentaron, también lo hicieron las muertes, abriéndose camino de manera implacable a través del país.

22.06.2022 08:11

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2022-06-22T08:11:00-03:00
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Por The New York Times | Benjamin Mueller

Sin embargo, ese patrón parece haber cambiado. Casi tres meses después de que un conjunto ultracontagioso de nuevas variantes de ómicron provocó un resurgimiento primaveral de casos, las personas siguen muriendo por COVID-19 a un ritmo cercano al más bajo registrado durante la pandemia.

La propagación del virus y el número de muertes que este ha dejado a su paso, dos medidas que antes estaban vinculadas, han divergido más que nunca, según los investigadores de salud pública. Las muertes han aumentado lentamente en el noreste de Estados Unidos, donde comenzó la última ola, y es probable que ocurra lo mismo a nivel nacional a medida que la ola se extienda por el sur y el oeste. No obstante, el país sigue estando mejor reforzado contra las muertes por COVID-19 que en los primeros momentos de la pandemia, según los científicos.

Estos explicaron que debido a que muchos estadounidenses se han vacunado o infectado, o ambas, el número de personas cuyo sistema inmunitario no está del todo preparado para el virus ha disminuido considerablemente.

“En olas anteriores, todavía había grupos importantes de personas que no se habían vacunado ni habían estado expuestas al virus, por lo tanto corrían el mismo riesgo de morir que las personas al principio de la pandemia”, afirmó David Dowdy, investigador de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins. “Esos focos ya no existen”.

Ese giro de la pandemia dejó, sin embargo, a muchos estadounidenses rezagados.

Las personas mayores representan un mayor porcentaje de las muertes por COVID-19 que el año pasado. El virus sigue matando a las personas no vacunadas a un ritmo mucho mayor que a las vacunadas, a pesar de que muchas personas no vacunadas tienen cierta protección por haberse infectado antes. Las personas con sistemas inmunitarios debilitados también corren mayores riesgos.

La COVID-19 sigue matando en promedio a 314 personas al día, una décima parte de las que morían a diario en enero de 2021, pero, aun así, es un saldo terrible. A ese ritmo, el virus está matando cada día a más del doble de estadounidenses que los suicidios o los accidentes de tráfico. Y muchos de los que sobreviven al virus quedan debilitados, algunos de ellos durante mucho tiempo después de sus infecciones.

Dado que los recursos del país para luchar contra el virus se están agotando y que muchos estadounidenses se abstienen de recibir las dosis de refuerzo de las vacunas, es posible que la disociación de casos y muertes no dure. La inmunidad disminuirá, y una variante más evasiva podría reducir la protección residual de la gente contra la enfermedad grave.

“A medida que el tiempo transcurrido desde que la gente se vacunó sea cada vez más largo, la eficacia de la respuesta inmunitaria disminuirá”, aseguró Abraar Karan, médico especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Stanford. “Nos puede tomar desprevenidos este mismo año”.

El vínculo entre los casos de COVID-19 y las muertes comenzó a debilitarse durante el invierno, aseguraron los científicos, pero el gran volumen de estadounidenses que se infectaron hizo que las muertes siguieran aumentando.

Esta primavera, la COVID-19 ha matado a menos estadounidenses todos los días que durante cualquier período, excepto en el verano de 2021. El país está registrando ahora diez veces más casos que en esa época, lo que indica que una parte menor de los casos está terminando en muerte.

Según algunas estimaciones, la tasa de letalidad —la proporción de casos de COVID-19 registrados que resultan ser mortales— es inferior en una tercera parte a la del verano pasado e inferior una cuarta parte a la de diciembre. Los casos registrados siempre subestiman los niveles reales de infección y, en la actualidad, la prevalencia de las pruebas caseras ha hecho que eso sea particularmente cierto.

Para tener en cuenta estos problemas, Dowdy examinó la proporción de resultados positivos de las pruebas notificadas, una cifra conocida como positividad de las pruebas. Esta medida también es imperfecta, pero refleja el enorme número de estadounidenses que contrajeron el virus hace poco. Algunos científicos estiman que la ola actual de casos es la segunda más grande de la pandemia.

Según sus cálculos aproximados, Dowdy estimó que la relación entre las muertes y los resultados positivos en las pruebas se triplicó desde los primeros días de la pandemia hasta enero de 2022, y se cuadruplicó desde enero de 2022 hasta esta primavera.

“Lo que estamos viendo es que el caso promedio de COVID-19 se está volviendo mucho más leve”, aclaró.

Según los científicos, esto refleja mejor el aumento de la inmunidad que el debilitamiento intrínseco del virus. Las estimaciones del gobierno sobre el porcentaje de estadounidenses que han contraído el virus pasaron de un tercio en diciembre de 2021 a más de la mitad dos meses después.

El país pagó un precio abrumador: este invierno murieron unas 200.000 personas a causa de la COVID-19 y un número mucho mayor de personas enfermaron de gravedad, pero los sistemas inmunitarios de quienes sobrevivieron a las infecciones aprendieron a enfrentar mejor al virus.

“Nuestro nivel de inmunidad comunitaria de cara a esta ola era mucho más alto que nunca debido a la combinación de infección y vacunación”, dijo Joe Gerald, profesor adjunto de Salud Pública en la Universidad de Arizona. “La mayoría de la gente que no estaba vacunada, y que no estaba infectada, se contagió de ómicron en el periodo de enero a principios de marzo”. Hay una serie de posibles razones por las que las muertes por COVID-19 no han disminuido aún más. Con niveles de infección tan elevados y la escasa adopción de precauciones, es inevitable que el virus llegue a personas más vulnerables por su estado de vacunación, su edad o sus afecciones subyacentes. E incluso aunque algunas personas adquieran protección inmunitaria durante la pandemia, otras se vuelven más susceptibles a las terribles consecuencias a medida que envejecen o desarrollan sistemas inmunitarios debilitados.

En el país, un estancamiento de la campaña de dosis de refuerzo también dejó a muchas personas mayores a gran distancia de su última vacuna y, por lo tanto, vulnerables a los efectos de la disminución de la inmunidad.

“En general, las personas que han venido con COVID están mucho menos enfermas que lo que estuvieron incluso este invierno”, afirmó Megan Ranney, médica de urgencias de la Universidad de Brown. “Parece casi una enfermedad diferente para la gente, con la excepción de las personas que son realmente mayores, que no están vacunadas o que están inmunodeprimidas”.

Las disparidades en el acceso a las vacunas de refuerzo y a las píldoras antivirales también han puesto a algunos estadounidenses en mayor riesgo. Las personas de raza negra e hispana que cumplen los requisitos para los refuerzos recibieron las vacunas en menor proporción que los blancos, lo que refleja lo que algunos investigadores de salud pública describen como esfuerzos limitados en algunos estados para poner las dosis de refuerzo a su alcance. Los pacientes que no tienen médicos de cabecera, o que viven lejos de las farmacias, también pueden tener dificultades para conseguir las píldoras antivirales.

El número de pacientes hospitalizados por COVID-19 sigue aumentando a nivel nacional, por lo que es probable que el aumento de las muertes se produzca gradualmente, según los investigadores de salud pública. No está claro hasta qué punto la ola afectará a las regiones menos vacunadas, como el sur, donde también ha aumentado la inmunidad frente a infecciones anteriores.

“Lamentablemente, las tasas de vacunación en muchos estados del sur están entre las más bajas del país”, reveló Jason Salemi, profesor de Epidemiología de la Universidad del Sur de Florida. “Pero ciertamente hay mucha inmunidad acumulada por infecciones anteriores”. Estados Unidos sigue estando mejor fortificado que nunca contra las muertes por COVID, según los científicos. (Dave Sanders/The New York Times) El Rose River Memorial en Los Ángeles, creado en 2021 por el artista Marcos Lutyens, honra las vidas que cobró la COVID-19. (Isadora Kosofsky/The New York Times)