En una decisión con alto contenido político y simbólico, el gobierno argentino ratificó su retiro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en sintonía con el enfoque de salud pública impulsado por sectores conservadores en Estados Unidos. La medida fue anunciada durante la visita oficial del secretario de Salud estadounidense, Robert F. Kennedy Jr., quien mantiene una postura crítica frente al organismo de Naciones Unidas.
En un comunicado oficial, la administración de Javier Milei justificó su salida señalando que las políticas de la OMS “no están basadas en ciencia sino en intereses políticos y estructuras burocráticas que se resisten a revisar sus errores”. La decisión había sido anticipada por el propio Milei en febrero, y ahora se oficializa en un nuevo giro de política exterior alineado con posturas antiglobalistas y escépticas del multilateralismo sanitario.
Críticas a la OMS y respaldo a una agenda alternativa
Durante el encuentro entre Kennedy y el ministro de Salud argentino, Mario Lugones, ambos gobiernos acordaron establecer una agenda conjunta basada en tres pilares: prevención, seguridad alimentaria y eficiencia del gasto sanitario. Lugones destacó que existe “una visión compartida del rumbo sanitario” y defendió el inicio de una “revisión estructural” del sistema de salud argentino.
El respaldo argentino a Kennedy no es menor. El funcionario estadounidense —candidato presidencial independiente y figura polémica por sus posturas antivacunas— ha instado en foros internacionales a abandonar la OMS, a la que acusa de estar influenciada por China, la ideología de género y la industria farmacéutica.
En una intervención reciente ante la Asamblea General de la ONU, Kennedy afirmó que la OMS está “moribunda” y propuso construir instituciones alternativas de cooperación sanitaria, un discurso que ahora resuena en la Casa Rosada.
Reacciones y contexto regional
La salida de Argentina de la OMS marca un aislamiento inédito respecto del sistema de salud global, especialmente en un momento en que el fortalecimiento de los marcos de respuesta ante pandemias y amenazas sanitarias es una prioridad en el G20 y organismos multilaterales.
Esta decisión genera preocupación en ámbitos médicos y diplomáticos, donde se teme que el país pierda acceso a cooperación técnica, redes de vigilancia epidemiológica, programas de inmunización y financiamiento internacional, particularmente relevante para países de ingresos medios como Argentina.
Asimismo, coloca a Buenos Aires en un lugar incómodo frente a sus socios del Mercosur y otras naciones latinoamericanas que participan activamente en la OMS, incluso impulsando reformas internas, pero sin renunciar a la institucionalidad internacional.
Implicancias de largo plazo
La ruptura con la OMS y la aproximación a posturas estadounidenses conservadoras podrían significar un reordenamiento profundo del sistema de salud argentino, en línea con el discurso de eficiencia y desregulación que promueve Milei. Sin embargo, los costos diplomáticos, técnicos y financieros de esta salida podrían manifestarse en el corto plazo, sobre todo si no se articula una alternativa institucional viable.
En clave latinoamericana, este episodio refleja el avance de una corriente que cuestiona los consensos multilaterales y promueve modelos bilaterales o ideológicamente afines, lo que puede debilitar la coordinación regional ante futuras emergencias sanitarias.
Con información de Agencias