Las narrativas que configuran ciertos prejuicios y lugares comunes cambian a lo largo de la historia. En pocos años, nos hemos acostumbrado a escuchar que Uruguay se ha convertido en un país que pasó de ser un emisor neto de migrantes a ser uno receptor. Después de la pandemia, esta tendencia ha alcanzado un punto álgido, siendo una tierra de destino para muchos migrantes de distintas diásporas de la región (o incluso de más lejos) que probaron suerte en otros países y que, ahora, están migrando nuevamente con la mira en ese país apartado al sur del continente americano.

Por otro lado, más del 15 % de los uruguayos y uruguayas vive en el exterior, principalmente en países como Argentina, España, Estados Unidos y Brasil, pero también en destinos como Suecia, Venezuela o Australia, naciones que, a lo largo de las últimas décadas y en consonancia con la situación socioeconómica de Uruguay a lo largo de los años, han captado migrantes orientales que han echado raíces, se han organizado en clubes y sociedades de uruguayos; han buscado la forma de mantener su identidad o sentido de pertenencia mediante lazos reales, o simbólicos, que construyen estando lejos de su país, al tiempo que cultivan vínculos con las comunidades que los reciben.

De esta premisa parte la campaña #UruguayConecta, implementada por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y financiada por la Joint SDG Fund (Fondo Conjunto para los Objetivos de Desarrollo Sostenible), con el objetivo de visibilizar los múltiples aportes que hace la comunidad diaspórica uruguaya en las comunidades de acogida.

La idea de la campaña es darle continuidad a un proceso de contextualización de las historias de migración que atraigan a migrantes uruguayos en el exterior a participar de una plataforma online para compartir sus voces, adquirir conocimientos e interactuar con la comunidad global para contribuir con el desarrollo sostenible en Uruguay. La plataforma se llama iDiaspora, a la que se puede acceder aquí.

En los testimonios que se han publicado en el marco de esta campaña resuena algo en común, y es lo duro que suele ser, al principio, llegar a un lugar solos. “Viajar tiene sus momentos fantásticos y gloriosos y otros que van a ser no tan buenos. Hay un montón de soledad sobre todo al principio”, cuenta Ismael en su testimonio.

El hombre siente que se trata de “ser alguien que cayó con un paracaídas en otro contexto, en otra sociedad [que tiene que] tratar de integrarse; de alguna manera” tiene dificultades.

En el exterior, Ismael cuenta que mantiene un vínculo simbólico con el país y que, al final, “uruguayizás las cosas, decís: ‘Ay, esto es como el Prado de Malmö’; ‘ah, este es como el Punta del Este de acá’”.

La OIM de Uruguay se propone con esta campaña contribuir en la identificación de instrumentos que propicien espacios inclusivos de diálogo, articulación y cooperación, para identificar y conectar las redes de las diásporas, organizadas y no organizadas.