Por César Bianchi

Lo conozco de hace añares, pero él no lo sabía. Cada noche de verano que yo salía a bailar al centro de Atlántida, Pildorita estaba haciendo reír a decenas de familias enteras que formaban una ronda y lo dejaban en el centro. Más de una vez me acerqué a curiosear y vi cómo metía un gag atrás del otro y pedía el feedback de la gente, que respondía obediente.

En Montevideo también lo vi, innumerables veces, caminando 18 con semblante inexpresivo y gritos de voz aguardentosa. En uno de esos cruces, me dio su tarjeta personal. Dice "Pildorita Producciones" y tiene un eslogan que se contradice con la foto de la tarjeta. "Llamame te vas a divertir", dice la tarjeta, así, sin coma, y la foto muestra un tipo con cara de payaso que se mira en el espejo, pero parece más triste que el final de Bambi.

Quise saber más de ese hombre que se sube a los ómnibus de este "medio de transporte capitalino" para ganarse el jornal haciendo reír, a voluntad, pero que rara vez se ríe. Me citó "en la oficina", que no era otro que el bar de la 18 y Gaboto. Y tres horas antes me llamó para avisarme que aunque lloviera y se partiera el cielo, él iría al encuentro. Quería sus quince minutos de fama, aunque no sepa quién fue Andy Warhol.


-¿Qué sos?
-Soy un artista. Un artista callejero. Aunque la gente en Uruguay lo vea mal. En España, por ejemplo, la gente valora más al artista callejero. Tienen su apartamento o su casa, su auto... se valora más. Está mejor visto. Igual que los artistas del Circo del Sol (Cirque du Soleil)... la mayoría son artistas callejeros franceses, rusos, ingleses.

-Pero tienen otra preparación...
-No sé. Cuando al artista se le prende el tercer ojo, ya está. Hay gente que toca maravillosamente la guitarra y nunca estudió. Es la varita mágica.

-¿Y vos cómo aprendiste?
-Vi gente actuando en la calle, me gustó y dije: "voy a probar".

-¿Hasta ahí qué hacías?
-Vendía cosas, trabajé en bares... Yo me fui a los 13 años de Uruguay para Buenos Aires. En 1983, cuando vino la democracia en Argentina, se permitía trabajar en la peatonal de Lavalle y Florida. Ahí empezó Pildorita, en la calle.

"Yo no tenía documentos, fui a la fábrica Doña Negra y agarraba churros para vender, a consignación. El primer día no había canastos de mimbre, entonces vendí churros en una heladerita".


-¿Fuiste un buscavidas?
-¡Hice de todo! Fui barman, mozo y hasta carnicero en una feria, en Lanús.

-¿Carnicero en una feria?
-Te juro, había un puesto, el tipo llevaba una sierra, mármol, chapa y cortaba carne en la feria. Yo vendía y corría las moscas. También trabajé en un matadero de pollos y vendí churros en Lomas de Zamora. Yo estaba sin laburo y había que comer: estaba la fábrica de Doña Negra -yo no tenía documentos-, fui a esa fábrica y agarraba churros para vender, a consignación. El primer día no había canastos de mimbre, entonces vendí churros en una heladerita de vender helados, de esas de espumaplast.

-Pero llegaste con tu mochila a Buenos Aires, ¿y a qué te dedicaste?
-El primer trabajo que conseguí fue de reparto de tapas de empanadas La Salteña. Después trabajé con casa y comida en un bar, enfrente al mercado de El Abasto. También vendía cosas en los colectivos.

-¿Por qué te fuiste siendo apenas un púber?
-Yo vivía con mi padre, mi mamá estaba en Argentina con un compañero. Mi viejo vivía con una mujer más joven que él, como 20 años más joven. Para mí era la maña, "la madrastra", como en los cuentos de Walt Disney. Yo no me llevaba con ella, que tenía la misma edad que mi hermano mayor. No me llevaba con papá, entonces me hizo las valijas y me mandó con mi madre a Buenos Aires.

-Pero por lo visto, no te fuiste a estudiar...
-Yo hice Primaria nomás. Después leí y estudié libros de psicología, para aprender a tratar un niño. El payaso tiene que saber tratar a un niño, si no sabe tratar a los niños, no sirve como payaso.

-¿No asististe a ninguna clase?
-Fui a una escuela de pedagogía, que tenía talleres de teatro, y un muchacho chileno enseñaba a hacer pantomimas, a ser mimo. De repente entrabas a una clase, había un montón de espejos en la pared y te decía: "Puteen contra lo que ven en el espejo". Entonces nosotros nos mirábamos a nosotros mismos y empezábamos a insultarnos, a reprocharnos cosas. Cuando nos cansábamos, estábamos relajados, ahí nos enseñaba. Era una técnica hermosa. Catarsis total.

-¿Y pagaste por esas clases?
-No, eran talleres de teatro gratuitos. Daban un servicio social, como si fuera una ONG.

-¿Y cuándo decidiste pintarte la cara y dedicarte a ser payaso?
-En el 83, había una pareja de payasos: Pepo y Cucharita, dos chilenos que se habían venido, huyendo de Pinochet. Y después conocí a un peruano, el Bracamán peruano, que hacía humor en la calle. Ese trabajaba con otro muchacho, un mimo que le decían Coqui. Y un día mirándolos, les dije: "Quiero aprender". "¿Querés aprender? Mirame, yo no te voy a enseñar nada, mirame y aprendé", me dijo. Y los miré en la calle y aprendí, no fui a ninguna escuela para aprender.

-¿Te pareció una forma fácil de ganar dinero?
-No. Me gustó hacer reír a la gente. El dinero viene solo: ofreciendo un buen espectáculo el dinero viene solo. He tenido ómnibus de 350 pesos, pero también otros de 40. Lo que me pone bien es que la gente se ría, te pidan una tarjeta o te saquen una foto en el ómnibus y la suban al Facebook. Eso me pone bien. Y el año que viene, el 16 de marzo, voy a rendirle un gran homenaje a Fosforito, a 100 años del nacimiento del primer artista callejero. No se va a cobrar entrada, porque es un homenaje, y le voy a entregar una plaqueta a la familia de Fosforito. El hijo de él, Resano de apellido, es fotógrafo en Punta del Este.

"Entrabas a una clase, había un montón de espejos en la pared y te decían: 'Puteen contra lo que ven en el espejo´. Entonces nosotros nos mirábamos a nosotros mismos y empezábamos a insultarnos, a reprocharnos cosas. Cuando nos cansábamos, estábamos relajados"


-¿Por qué decidiste bautizarte Pildorita?
-Se me ocurrió. Sí, igual que una payasa que se llama Campanita. Está Chispita, el gordo Burbuja, Pelusita...

-Son como los nombres de perros: Manchita, Blacky, Colita...
-Jaja, ¡claro! En internet es furor un chileno, el chileno Fumado, que como payaso habla de la marihuana. Luis se llama. Cuando fui para Córdoba en el año 89, él tenía 9 años y ya era payaso. Viene de familia, es hijo de Pelusa y Pelusín. Estaban los Dinamita Show, que iban a trabajar a Viña del Mar. En Chile hay muchos payasos...

-Entonces, de Buenos Aires te fuiste a Córdoba, ¿y después?
-Ahí empecé a recorrer Argentina, porque allá hay muchos festivales: festival de la aceituna, festival del morrón, festival del girasol, festival del charque, del maíz, del cuero...

-¿Cuándo te volviste a Uruguay y por qué?
-En el año 95. Estaba el gobierno de Menem y al artista callejero lo llevaban preso porque era una contravención municipal, por vagancia, mendicidad y escarnio en la vía pública. Y eso que en España, por ejemplo, está La Casa del Payaso. Tenés un problema económico o de salud y ahí te atienden y te solucionan todo.

-De nuevo estás hablando de la falta de reconocimiento por parte del Estado en el Río de la Plata.
-Sí. Hoy en Argentina la cosa cambió. Hay un muchacho que se llama Chacobache, un artista callejero que trabaja en Plaza Francia frente al cementerio de La Recoleta. Y está el payaso Shampoo. Y hace 20 y pico de años tienen una convención: alquilan un terreno, te cobran 80 pesos para estar 5 días ahí, van 60 o 70 artistas, van artistas que hacen de todo y se hace una gran convención.

-¿No has pensado en volver a Argentina?
-Muchísimo, pero no puedo... por mi hijo de 12 años. Si no estuviera a mi hijo, capaz que no estaba acá.

-¿Cómo es tu jornada laboral?
-Me levanto a las 7, a las 8 tomo mate con mi mamá, que tiene 82 años, y a las 9 me baño, con bastante desodorante... el artista callejero del ómnibus tiene que aprender a estar limpio. De ahí -bien limpito Pildorita- me voy al ómnibus. En invierno, cuando oscurece, la gente se va a su casa, y le da miedito en la noche.

-En lugar de reírse, de noche te ven pintado y desconfían, ¿decís?
-Exactamente. Y ahora en verano la estiro un poco más, me quedo hasta las nueve. Yo subo a los ómnibus y además hago fiestas infantiles, cumpleaños, divorcios, de todo. El año pasado con un compañero, Tatín, participamos en el carnaval para revista Príncipes. Hicimos una parodia sobre la dictadura, en humorada, y no pasamos la prueba.

-¿Cuántas horas al día estás con la cara pintada?
-Nueve horas. Me pinto yo mismo, con un lapicito que tiene la colita roja, es el mejor delineador que hay; la base blanca es una que me mandó mi hermana de España. Yo me pongo la crema y después le paso una película de talco arriba para evitar la transpiración. Después me paso un cepillo. Y el rojo es un cosito rojo que se llama Mimo, es una pintura especial para la cara.

-¿Qué te hace reír a vos?
-(Piensa) Cuando miro alguna película cómica... argentinas, ponele. El "Negro" Olmedo o un programa norteamericano con situaciones mudas, o personajes como Benny Hilly Cantinflas... No tengo computadora, pero los miro en el cable, cuando los repiten.

"Ofreciendo un buen espectáculo el dinero viene solo. He tenido ómnibus de 350 pesos, pero también otros de 40. Lo que me pone bien es que la gente se ría, te pidan una tarjeta o te saquen una foto en el ómnibus y la suban al Facebook"


-Y en la calle, en la vida cotidiana, ¿qué te hace reír?
-No me fijo mucho... porque estoy enfocado en lo mío: en hacer reír yo a la gente. La gente se ríe mucho con mi humor porque es muy sano. Yo subo al ómnibus y le digo a una chiquilina: "Se te ve contenta... ¿Te divorciaste?". O subís a un ómnibus y hay mucha gente separada y digo: "a ver, la chica del pelo teñido, córrase un poquito más al fondo". ¡Los guardas me adoran, porque les corro la gente para el fondo! O veo una pareja abrazada y les digo: "Están enamorados... ya se les va a pasar". Eso les cae bien, no les faltás el respeto...

-¿Es mito o es verdad que los payasos y los comediantes en general son tristes, hoscos, malhumorados?
-No vivo haciendo chistes cuando estoy con la cara despintada. No soy Pildorita las 24 horas. La gente te grita "¡hacete un chiste!", pero no es así. Si voy a un cumpleaños no soy el centro de la fiesta, dejo que otros hagan los chistes... así se los robo, jeje. Mi droga para olvidarme de todos los problemas es pintarme la cara y subirme al ómnibus para hacer reír. Entonces me subo al ómnibus y le digo al guarda: "Tengo un problema: mi mujer me dijo que hizo el amor afónica". ¿Cómo afónica? "Sin voz". Yo estoy todo el día mirando a la gente, viéndoles las caras. A mí me va bien siempre, porque el jornal lo saco...

-¿Qué es un jornal?
-Un jornal es guardar la plata para el alquiler, la luz, el agua y comer. Hoy puede ser entre 600 y 800 pesos por día, aunque no todos los días son iguales. Y además, le paso una plata semanal a mi hijo, a la madre de mi hijo.

-¿Es ingrata la tarea del artista callejero? Porque se suben al bondi y dependen de la buena voluntad del guarda y el chofer, del humor de la gente...
-Mirá, te cuento una: cuando subo a un Cutcsa yo digo: "Esto no es una payasada. Es un nuevo servicio de Cutcsa, evolucionando para usted". El señor (Juan) Salgado se enteró y me mandó llamar... fui hasta las oficinas y me agradeció. Me hicieron una nota y me sacó durante 8 meses en la revista de Cutcsa. A veces estoy en la parada y para un bus y me llaman: "Vení, ponele un poco de humor al ómnibus, que viene medio triste". No es que sea ingrato... pero falta reconocimiento: también al que trabaja en un semáforo, al que trabaja en telas.

-Estás haciendo gestiones para reivindicar tu tarea ante el Sindicato de Actores del Uruguay...
-Sí, queremos que el día de mañana podamos acceder a la vivienda y a la jubilación. Algún día voy a colgar el gorro y los lentes, y quiero tener algo. Soy socio del SUA y de Artistas Callejeros Asociados, que está empezando. El Pit Cnt nos está dando una mano a nivel logístico, nos presta las instalaciones, para reunirnos. En la época del ministro (colorado Guillermo) Stirling, no nos permitieron trabajar en la calle: ni en Rocha, ni en La Paloma, ni en Punta del Este ni en Atlántida. El trámite que estoy haciendo es para lograr que el artista callejero sea reconocido como un trabajador más, que le den más oportunidades en la Rural del Prado, en la Semana de Turismo, que si querés alquilar un teatro no te maten con los impuestos. Acás las entradas son caras porque hay mucho de impuestos. La SUA lo está estudiando y se considerará.

-¿Siempre te tratan bien los chicos?
-Casi siempre... Hace un par de meses venía en el 192 por Centenario hacia el Hipódromo, me bajé pasando el Mercado Modelo y había un liceo público. Me quedé en la parada para volver y los niños desde la ventana me gritaban: "hijo de puta", "payaso puto"... ahí me fui porque tenía que ir a una reunión. Al otro día fui al liceo y le conté todo esto a la directora del liceo.

-Quedaste dolido...
-Claro, lo que pasa es que había gente en la parada... Yo tengo un niño de 12 años y no me gustaría que se comporte así con un trabajador callejero. Hablé con la directora, vestido de payaso, y al irme, volvieron a insultarme. Entonces volví a su oficina y le dije: "O hace algo o voy yo a la clase y hablo directamente con ellos". La violencia no está en los liceos, viene de afuera, pero hay que educarlos a los gurises.

-¿Cómo te sentís cuando te subís a un ómnibus y la gente está apática?
-Desde que me operé no me caliento más... Tuve dos aneurismas, lo mismo que tuvo Cerati. El 21 de mayo de 2010 me operaron en el Clínicas. Me daban un 15% de vida, hice un infarto cerebral, estuve muerto cuatro minutos y me tuvieron que hacer una transfusión de dos litros de sangre. Los doctores Wilson, Salles, Telles, Aubal y Hernández me salvaron la vida. Me operaron un viernes y me desperté un lunes de tarde. Era como un deja vu, yo sentí que ya lo había visto. Yo me vi cuando me estaban operando y después le pregunté al Dr. Wilson: "Yo no sé si lo soñé o qué, pero yo me vi como colgado en un trapecio y toda la sala de operaciones" y él me dijo: "lo que pasa es que estuviste muerto cuatro veces y yo te traje de vuelta". Pero antes de la operación, era calentón.

"¡Los guardas me adoran, porque les corro la gente para el fondo! O veo una pareja abrazada y les digo: "Están enamorados... ya se les va a pasar". Eso les cae bien, no les falto el respeto."


-¿Cómo cambió tu vida después de esa operación?
-Bajé la pelota al piso y decidí no calentarme más por nada. Pero mirá que la mayoría de la gente me aplaude y me felicita. Algunos me han dicho: "No te vayas nunca de Uruguay".

-He visto artistas callejeros que se calientan con la gente cuando no les dan una moneda o no los aplauden y se bajan del bus insultando. ¿Te pasó eso en algún momento?
-Es que cuando yo doy vuelta el gorro, aclaro: "No lo hago por necesidad ni por falta de trabajo, lo hago por diversión... cuanto más plata pongan adentro del gorro, más me voy a divertir". Y agrego: "es más barato que ir a la catedral de Pare de Sufrir". Jaja, ¡justo a vos te lo vengo a decir! Pero es voluntario. Nunca me calenté con la gente.

-¿Tenés la voz cascada por el alcohol?
-No, no... tengo la voz cascada de muchos años de trabajar en la calle. Por el teatro callejero. Tomaba, pero dejé el alcohol después de la operación, hace tres años.

-¿Cuándo nació tu inquietud por las obras sociales?
-En el año 96, cuando volví a Uruguay, se hizo una Correcaminatas en la rambla, para la Peluffo Giguens, y yo colaboré. Después participé todos los años con el Domingo Amigo. También en la Teletón, una vez me enviaron a Minas, y allá recolecté fondos con una lata. Y este Día del Niño pasado, el 11 de agosto hicimos un festival de artistas para que la gente llevara juguetes, y el 18 de agosto fuimos a llevarles juguetes a los niños de la policlínica. Me encanta eso.

-¿Cómo te llamás, Pildorita?
-Fidel Enrique González Páez. Tengo 52 años. Quiero morir con la cara pintada. El día que Pildorita y Enrique mueran, quiero que hagan una fiesta con globos, piñata, torta y payasos. Y pongan una lata para que la gente deje dinero: van a poner -para ese entonces- monedas de 100 pesos. Y si hay mucha guita, me levanto y sigo laburando...

-¿Sos feliz?
-Sí. Mucho.


Montevideo Portal / César Bianchi
Fotos: Juan Manuel López