Gustavo Bravo, exactor argentino que se había radicado en Punta del Este y era propietario del restaurante Sorry Jacinta, falleció hace una semana por suicidio. La información fue comunicada por su amigo Máximo Bence a través de un correo electrónico enviado en las últimas horas al medio puntaesteño Correo de Punta del Este.

Bence señaló que Bravo fue un amigo cercano durante su juventud y que su historia lo impulsó a comenzar la escritura de un libro autobiográfico sobre los últimos 25 años de su vida, en el que el exactor ocupa un lugar relevante.

Bravo desarrolló su carrera artística en Argentina y México, donde trabajó en televisión y modelaje, incluyendo tareas como actor, modelo y conductor para Televisa. En 2008 se instaló en Punta del Este y, cuatro años más tarde, abrió el restaurante Sorry Jacinta, en el barrio Los Ángeles.

El 17 de marzo de 2015, su situación cambió de forma abrupta, cuando fue detenido en su propio restaurante por efectivos de Interpol, a raíz de un pedido de captura internacional emitido desde México por presuntas estafas millonarias.

Bravo negó reiteradamente las acusaciones y afirmó que empleados del grupo televisivo con el que trabajaba habrían utilizado facturación a su nombre para cometer los delitos investigados. Sin antecedentes penales, permaneció casi tres meses en la Cárcel Central de Montevideo mientras su entorno intentaba reunir pruebas a su favor. Posteriormente, solicitó ser extraditado para enfrentar el proceso judicial.

Como en sus documentos argentinos no figuraba el apellido de su madre, el juez interpretó que se había querido cambiar el nombre.

En México fue recluido en el Reclusorio Norte, donde permaneció 18 días. Según relató en aquella entrevista, durante ese período fue sometido a situaciones de violencia, extorsión y aislamiento. Finalmente, la Justicia mexicana resolvió su absolución. En 2018 regresó a Uruguay.

“Ingresé al Reclusorio Norte en la ciudad de México, lugar que es apodado —no casualmente— ‘el infierno’, el peor y más hostil de los mundos que jamás hubiera imaginado estar”, explicaba bravo en 2018 en declaraciones a Correo de Punta del Este.

“En la absoluta soledad de la distancia, desconocía cómo mientras tanto se dilapidaba, saqueaba y se me despojaba de todo lo que había construido en lo que yo había elegido como mi lugar en el mundo, Sorry Jacinta–Punta del Este. Todo lo iba perdiendo: la dignidad, el nombre, el trabajo, el honor, la honra y el prestigio de ser uno de los más reconocidos restaurantes de Punta del Este, catalogado por los propios clientes, a base de esfuerzo, trabajo, dedicación, pasión y, por sobre todas las cosas, amor”, añadía entonces.

“Fueron los 18 días más largos, aberrantes, desgarradores, humillantes, vejatorios, extorsivos y nefastos que me llevaron al punto de dejar de sentirme persona. Finalmente, la pesadilla parecía llegar a su fin. Me otorgaban la libertad. Endeudado de por vida y con secuelas físicas y psicológicas irreversibles que han de acompañarme por siempre, ahora mis prioridades son la familia, los afectos y sanar un cuerpo y alma que quedaron completamente destruidos, arrebatados y marcados por el dolor de la injusticia de la justicia del hombre, de algunos hombres”, decía.

Estuve en la cárcel con asesinos, ladrones, violadores, caníbales... Con gente que secuestraba niños, los violaba, los mataba y se los comía. Ese es el infierno. No se lo deseo a nadie. Fue la peor experiencia que alguien puede vivir”, comentó también en 2018 en entrevista con la emisora fernandina FM Gente.