Era 1979 y Lucy Cordano le dijo al almacenero don Emilio que su hijo Pepe sería presidente. Que el muchacho que estaba preso por “subversivo” y “peligroso” en algún cuartel del interior del país, que no pudo terminar el Preparatorio del IAVA y cuyo oficio era florista, algún día sería presidente de la República. Ella sabía —decía saber— que su hijo estaba predestinado para grandes cosas.

Era mayo de 2009 y Pepe Mujica me dijo en su casa de Rincón del Cerro que no quería ser presidente. Que igual lo sería —dijo, antes de ganar las internas de ese año— porque “la barra” del MPP le había encomendado esa “changa” y él era obediente a los mandatos de los amigos, pero no tenía ninguna gana. Prefería quedarse en su chacra, entre la alfalfa, las legumbres y las flores.

Entre medio de esas dos fechas, Pepe fue mucha cosa, y después de 2010, otras tantas. Fue ciclista amateur, estudiante del IAVA y seguidor de Bergamín; fue blanco, tupamaro, guerrillero, rehén de la dictadura, diputado, senador, ministro de Ganadería, líder del Frente Amplio (FA), mediador de disputas ajenas, filósofo sin título con ribetes ácratas e inspirador de juventudes foráneas.

Fue amado, venerado y detestado tal vez en partes iguales, fue líder del movimiento político más grande del partido con más votantes del país. Atentó contra una democracia y luego fue demócrata, claro. Y, además, como predijo su madre cuando él estaba preso en un calabozo, y ella solo pretendía alcanzarle una pelela rosada con patitos, fue presidente de Uruguay.

Dante Fernández : FocoUy

Dante Fernández : FocoUy

El gurí que vendía cartuchos

José Mujica Cordano nació en un solar, al borde del final de la zona de chacras, a la altura del kilómetro 12, en el barrio Paso de la Arena. Nació en su propia vivienda, como se estilaba entonces, sobre la calle que hoy se llama Luis Batlle Berres, expresidente colorado. Nació el 20 de mayo de 1935 y según su biógrafo, Miguel Ángel Campodónico (Mujica, 1999), ese día de otoño era “un domingo nublado y húmedo”.

Gobernaba el dictador colorado Gabriel Terra, “medio pariente” de su padre, Demetrio Mujica Terra. Demetrio era un pequeño estanciero que terminó en la ruina y se dio maña para realizar construcciones de hormigón prefabricado. Cuando por trabajo se trasladó a Arroyo de las Vacas, Carmelo, conoció a Lucy Cordano. Fruto de ese amor nacieron Pepe y, seis años después, su hermana Eudosia.

Cursaba tercer año de escuela en la N° 150 de Paso de la Arena cuando su padre Demetrio, económicamente fundido por la crisis del año 30, falleció.

El padre de Pepe era blanco, herrerista para más datos, al igual que su tío. El tío Antonio Mujica, de hecho, fue edil herrerista en Colonia. Muerto Demetrio, doña Lucy se hizo responsable de sacar la familia adelante, con la ayuda de su hijo. En el predio de una hectárea en Paso de la Arena plantaron flores y algunas verduras, criaron gallinas y llegaron a tener un par de vacas.

A José lo enviaban todos los veranos a Carmelo para visitar al tío Antonio. Era un paraíso, para él. Jugaba bajo las parras de vino, recorría el tambo y toda la hectárea de árboles frutales de todo tipo. El niño disfrutaba las comilonas bien tanas que Antonio hacía para toda la familia.

Ya era liceal del Bauzá cuando Pepe se especializó en la venta de calas. Salía para el liceo con un puñado de cartuchos que vendía a pequeñas florerías, antes de entrar a clase, para darle una mano a su madre. Lucy horneaba pan para vender y se rebuscaba como podía. “Vivimos una pobreza digna”, ha dicho su hijo.

Tras los primeros cuatro años de Secundaria, Pepe ingresó a Preparatorios de Derecho en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo (IAVA). Allí se hizo amigo del luego antropólogo Renzo Pí Hugarte y el futuro escritor Alejandro Paternain. Con ellos participaba de tertulias de mucha discusión intelectual: los tres iban a la casa del escritor y docente español José Bergamín, exiliado en Uruguay, se trasladaban hacia la Facultad de Humanidades; frecuentaban al escritor Paco Espínola, y discutían de política y de cómo cambiar el mundo.

Pepe se sentía anarquista, poco después militaría en el Partido Nacional, se sentiría libertario y luego, profundamente de izquierda.

Fue su madre quien lo convenció de acercarse al nacionalista Enrique Erro, y de hecho, los presentó. Poco tiempo después, el joven vio cómo el diputado criticaba públicamente los vicios enquistados de los partidos tradicionales, y señalaba el germen de una corrupción creciente en el sistema político.

“Mujica tiene, definitivamente, la marca del nacionalismo en su identidad política”, afirma el politólogo Adolfo Garcé para esta nota. Y destaca tres aspectos: “Prefiere la epopeya de la lucha por la libertad política de los blancos en el siglo XIX y comienzos del XX a la historia de la construcción del Estado por los colorados. También es blanco por su insistencia en el papel del campo como motor del crecimiento de la economía. Y tiene rasgos del herrerismo, en su simpatía con el peronismo, y en su desconfianza respecto a lo que Herrera llamaba ‘el saber libresco’. El pragmatismo de Mujica, su enorme capacidad de adaptación a las circunstancias, también debe a la tradición herrerista”, valoró Garcé, parado en el presente.

El joven Mujica, entonces, se sumó a su sector y fue secretario personal del diputado y luego ministro Erro. “Lo recuerdo de aquella época: un Mujica bien vestido, con traje, peinado impecable, el bigotito finito y hasta con gomina en el pelo. ¡Parecía un actor!”, lo evoca el veterano nacionalista Alberto Volonté.

Una imagen similar tiene Mauricio Rosencof respecto a cómo conoció a Pepe. “Recuerdo el momento en que se me fijó su estampa. Nos habíamos cruzado ahí en los movimientos, yo había salido de El Popular, donde trabajaba como periodista, era gobierno blanco y había unos líos de especulación con el Sunca, y se rumoreaba que el ministro (de Industria y Trabajo, Enrique Erro) iba a renunciar. Me tocó hacerle una entrevista al ministro Erro, y Pepe era su secretario. Llego a su despacho y me atiende Pepe: zapatos lustrados, saco azul, camisa y cerraba con un moñito. Impecable estaba”, se ríe el “Ruso” en su casa de Malvín, para esta nota.

El expresidente Luis Alberto Lacalle Herrera también lo conoció por esas épocas, en el Congreso Herrerista de 1959, aunque nunca reparó en su figura. “Él era secretario de Erro y esa lista 41 era una lista herrerista muy fuerte. Después me enteré de que él estaba en ese congreso, hemos hablado de eso, que los dos coincidimos en ese congreso. Pero fue un contacto casual, yo no sabía quién era él”, comentó Lacalle.

Aquel joven Pepe redobló esfuerzos en campaña política, pero nunca dejó de participar de movilizaciones obreras, sobre todo las vinculadas a la carne. También militó por la ley orgánica universitaria al brindarle su apoyo a la FEUU.

Como estudiante y político en ciernes, en 1961 estuvo presente en La Habana escuchando a Fidel y el Che Guevara, fue invitado a conocer el socialismo soviético —modelo que lo decepcionó— invitado por la embajada de la URSS en Montevideo para asistir al Festival Internacional de la Juventud, y en 1962 también estuvo en Pekín para los festejos del decimoprimer aniversario de la revolución que encabezó Mao Tse Tung con el Partido Comunista Chino. 

De joven blanco a pichón de guerrillero

Entre 1961 y el 63, Mujica fue sintiéndose cada vez más decepcionado de los partidos tradicionales y en sus tribulaciones estaba la posibilidad de sumarse a la vía de la lucha armada, con el telón de fondo de la revolución cubana. Jóvenes socialistas, comunistas e independientes pergeñaban la idea de crear un aparato de autodefensa ante un eventual golpe de Estado.

Raúl “Bebe” Sendic lideró un movimiento que encantó primero a los cañeros de la UTAA, y luego a escindidos de la Federación Anarquista del Uruguay (FAU), Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), los mencionados “peludos” de Artigas, y jóvenes socialistas como Jorge Manera, Amodio Pérez o Julio Marenales, entre otros. Así nació el Coordinador, y Pepe se sumó a esta agrupación política sí, mas no con intenciones proselitistas.

Por esos días, Pepe se sentía anarquista… y blanco. Tenía claro que no era comunista y nunca integraría el PCU, tras haber visto en la URSS la burocracia y el clientelismo de sus dirigentes más notorios. “No es por ahí”, decía.

La “orga”, como se la llamaba coloquialmente entre sus integrantes, pasó a tener nombre: Tupamaros, en honor a aquellos criollos o nativos que eran así llamados por los crueles dominadores, en el libro Ismael de Eduardo Acevedo Díaz. Era 1963 cuando tomó forma el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Pepe dejó las filas del MIR para sumarse al incipiente MLN y su proceso revolucionario.

Según su estatuto, la organización aspiraba a “ser la vanguardia de las clases explotadas en su lucha contra el régimen” y trataba de “guiar al pueblo uruguayo por el verdadero camino de su liberación, junto a la de todo el continente americano”.

Un año después, en el 64, cayó preso por primera vez, tras un asalto fallido a un local de Sudamtex. Eleuterio Fernández Huidobro en el libro Historia de los tupamaros recuerda ese episodio y la “heroica” participación de Mujica en él: “Había que tener un especial espíritu de sacrificio para pasar, siendo izquierdista, como delincuente común. Pasar a quedar marcado como uno que está ‘para la de él’, ‘para la joda’. Nada heroico, nada glorioso, nada prestigioso. Todo lo contrario”, escribió.

Mujica comenzó bajo las órdenes de la célula clandestina que dirigía Jesús Rodríguez Recalde, se ennovió con la también guerrillera Jessie Macchie y, para despistar, continuaba trabajando como florista en el Paso de la Arena y el Cerro. La separación con Jessie fue natural, cuando ella viajó a Cuba para entrenarse para la batalla.

Pepe, ya todo un hombre, estuvo listo para la acción. Participó de operaciones como el primer secuestro al entonces presidente de UTE, Ulises Pereyra Reverbel, a quien llegó a dispararle —sin atinarle— y a quien luego encerró a seis kilómetros de su casa. El joven Mujica se sumó a la columna 3, dirigida por Rosencof y donde también estaba la “Parda”, María Elia Topolansky.

Participó como apoyo en varias expropiaciones y convirtió militantes estudiantiles en cuadros del MLN. Seguía trabajando como florista, y nunca dejó de frecuentar movilizaciones obreras, de donde seleccionaba a los jóvenes dispuestos a sumarse a la novelería de la lucha armada. Además, con frecuencia se encargaba de pertrechar algunas armas en escondites seguros.

Pasó poco tiempo para que Mujica ocupara el lugar de Rodríguez Recalde en la columna 15, junto a Alicia Rey y su pareja, Amodio Pérez. En 1969, y tras seis años como revolucionario “legal”, debió pasar a la clandestinidad.

La dirección del MLN le encomendó crear un férreo aparato de acción como comandante militar de la columna 10, junto a Rosencof. “Era la columna 3 que después pasó a ser la 10. Tenía una base social, militante sindical y barrial. Los comandos tenían una característica: tenían un responsable político, un responsable militar y uno de servicio. ¿Cómo era Pepe como dirigente? Generaba una gran confianza, una gran empatía. Hablaba pausado, a veces levantaba la voz, pero no mucho en la clandestinidad”, rememora Rosencof en su casa.

“Ya tenía labia de joven… siempre agarrábamos a Machado y lo recitábamos. Somos de la cultura que leyó lo que pasó en la Guerra Civil Española, y toda la gesta de la primera gran barricada contra el fascismo en España. Por algo Pepe se juntaba con Bergamín”, añade el Ruso, en la pieza donde se sienta a escribir.

Mujica formó un sólido grupo de acción para concretar operativos militares. La valentía en la calle era importante para Pepe, pero más lo era el compromiso político para ese obrar. Para entonces, Pepe eligió el alias de Facundo, por Facundo Quiroga, el aguerrido caudillo argentino que en su agonía arrojó el nombre de su asesino al aire: Juan Manuel de Rosas.

Para algunos tupamaros, Mujica era uno de los “blandos” porque apelaba al don de la palabra, porque prefería convencer con su oratoria y fraternidad, antes de tener que empuñar un revólver Colt .38 (cosa que también hizo, vale decir). Fue la personificación de ese eufemismo de “políticos con armas”, de hecho.

Ese político (clandestino) armado llegó una noche de marzo de 1970 a tomar unas copas con su compañero Antonio Hermida al bar La Vía, en Larrañaga y Monte Caseros. Allí comenzarían a planificar el robo del oro de los Mailhos. Pero un cantinero sospechó y telefoneó a jefatura. Al rato, Pepe se trabó en lucha con un policía. Cuando ya había sido detenido, el hombre de azul seguía apuntándole y Pepe le advirtió: “Ya me detuviste loco, bajá el arma que se te puede escapar un tiro”.

Se le escaparon varios tiros, y estuvo a punto de rematarlo en la vereda. Fueron seis disparos que le perforaron el bazo. Mujica fue trasladado al Hospital Militar, a pocas cuadras de ahí. Al otro día, el titular de un diario decía: “Sedicioso Mujica se debate con la muerte en el Militar”.

Ya recuperado, José Mujica fue procesado el 25 de mayo de 1970 por los delitos de atentado a la Constitución, asociación para delinquir y encubrimiento. Todavía tenía puntos de sutura en el abdomen cuando fue a parar al Penal de Punta Carretas.

Para ese entonces, los tupamaros ya no contaban con el aura de la versión criolla de Robin Hood. A esa altura eran vistos por gran parte de la sociedad como meros terroristas que robaban, secuestraban, ponían bombas y mataban, aunque siguieran arguyendo propósitos altruistas.

En agosto de 2023 le pregunté a Mujica, en el programa Seré Curioso de VTV, si alguna vez había matado a alguien en esos años de plomo. “No maté a nadie, de pura casualidad, porque tirar, tiré”, me contestó.

Mientras estaba preso en Punta Carretas, Mujica se enteró por los diarios de que habían detenido a la “líder del movimiento tupamaro, Lucía Topolansky” y quedó embobado con la foto que vio en blanco y negro en el periódico. En cana discutió la conveniencia del Plan Satán, del secuestro al embajador inglés Geoffrey Jackson, y más operativos.

Del Penal de Punta Carretas se escapó —junto a 105 guerrilleros del MLN y cinco presos comunes— el 6 de setiembre de 1971, en la fuga más grande de la historia carcelaria del Uruguay. El episodio, conocido como “El abuso”, llegó al libro Guinness de los Récords.

Ya en la calle nuevamente, Pepe ya no era Facundo. Ahora su alias era Emiliano, en honor al revolucionario mexicano Emiliano Zapata, ultimado a traición por quienes parecían ser sus aliados. Tiempo después fue Ulpiano, como el jurista romano que defendía como lícito repeler la fuerza con fuerza.

La noche más oscura, de 12 años

“¡Ubicate: yo estaba preso!”, me dijo Mujica el 27 de junio de 2023, cuando se cumplieron 50 años del golpe de Estado. “Pero no estaba preso en cualquier lado. Estaba apartado y solo, en Santa Clara de Olimar, en un cuartel. Me enteré (del golpe) porque sentí el cuchicheo de los milicos. Me enteré de mañana temprano, así, porque sentí por la puerta los comentarios de los milicos. Decían: ‘Los viejos dieron el golpe’, algo de eso decían. Le decían ‘los viejos’ a los generales. Y a cada rato en la radio pasaban marchitas militares. Los Olimareños estaban prohibidos, pero de noche escuchábamos Los Olimareños, porque los milicos los escuchaban bajito. Son esas cosas que a los organismos de seguridad se les escapan”, me comentó para este portal.

En la novela Comandante Facundo, el periodista Walter Pernas narró las torturas que sufrió Mujica en dictadura, como muchos otros tupamaros detenidos: “Desnudo, encapuchado, con su cuerpo amoratado por los golpes de ‘ablande’ (…) Los verdugos de verde oliva y risas histéricas comenzaron a hacerle sentir los efectos del sadismo: glande, testículos, corazón”.

Mujica fue uno de los “nueve rehenes” que, desde el 7 de setiembre del 73, los militares al mando tomaron como medida de cambio ante una eventual revuelta del MLN en la calle. Otro de ellos, Mauricio Rosencof, recordó algunas de las escenas que, por ejemplo, se pueden ver en la película La noche de 12 años (Álvaro Brechner, 2018): “Estuvimos en calabozos donde no había nada, solo nosotros y la capucha. Te sentaban encima de la capucha y te sentías en un pullman. Nos vimos las caras con Pepe solo dos veces en casi 13 años, en circunstancias especiales”.

El Ruso contó, entonces, la Navidad en que sintió que del otro lado alguien “arañaba” la pared como queriendo dar un mensaje. Comenzó un diálogo con “golpecitos” en la pared, que Rosencof supo decodificar. Al final entendió: “Felicidades”. Así fue el diálogo que tuvo con Fernández Huidobro. Mujica era más cauto a la hora de expresarse mediante golpes en la pared.

Rosencof dice que su amigo la pasó “tremendo” en los cuarteles del interior. “Porque estaba aislado, tenía problemas físicos, nos llevaban al baño una vez por día y Pepe andaba a las puteadas. No teníamos ni un tacho donde mear, y la lucha, la gran reivindicación, era por una lata para poder mear en el calabozo. Si oías un chorrito de noche era como una cascada, como el Niágara”, parangona.

Mujica y otros ocho “pesados” habían sido divididos de a tres. Debían permanecer en sitios de un metro con 25 centímetros de ancho por dos metros de largo, con piso de hormigón lleno de humedad, y techo de zinc por el que se filtraba la lluvia.

Los pasearon por cuarteles de Santa Clara de Olimar, Melo y Rocha, durante la década y pico de totalitarismo en el país. El propio Mujica ha dicho que dialogó con arañas, que observó a las hormigas reunirse para trabajar, que se puso ranitas en las orejas y las escuchó croar. De ahí que en su vejez afirmara que se siente panteísta.

“Casi enloquece y hablaba con las hormiguitas, sí”, dijo Rosencof. “Yo mismo lo viví. No hablábamos con nadie, perdíamos el uso del habla. Vivías en el recuerdo. Era un pantano donde los límites de la realidad y la fantasía se borraban”, agregó.

El propio exguerrillero y escritor recreó el reclamo airado por la pelela rosada que su madre le había enviado, en oportunidad de un acto en la Plaza de Armas, y aprovechando la presencia del “Goyo” Álvarez y todas las autoridades militares de la época. “¡Tráiganme la pelela, que me estoy meando, hijos de puta!”, dice la narrativa que gritaba Mujica por una ventana. Harto del reclamo que les aguaba la fiesta, un mayor se comprometió a acercarle la dichosa escupidera. Y Pepe, por fin, se hizo de ella. Fue un triunfo moral que prologó el fin de la larga noche.

“Pasaron las semanas y Pepe, Ñato y Ruso comenzaron a comer de las cosas menos pensadas: jabón, papel higiénico, barra de desodorante, moscas, chanchitos, pero de la humedad, crocantes”, escribió Pernas en la biografía novelada de Mujica.

Semanas después, Mujica veía cómo su salud se había deteriorado sensiblemente: había perdido masa muscular, y padecía náuseas, vómitos, diarrea y desmayos. Entre los tormentos que a fines de los 70 sufrían se contaba la ausencia de una ducha (el agua fría hubiera sido una bendición).

La cosa recién mejoró al comenzar la década del 80, cuando lo trasladaron al Penal de Libertad. Era primavera, nuevamente, cuando un oficial llamó al recluso número 815 para decirle que al otro día recibiría a un amigo en su celdario. Con la compañía del “Inge” Manera, Pepe pudo, al menos, conversar con alguien. Nada más, y nada menos que eso: tener con quién hablar.

Era noviembre de 1984 y mientras el Uruguay entero volvía a las urnas para elegir al primer presidente en la restauración democrática, en las celdas los exguerrilleros discutían qué sería del MLN, una vez en libertad.

Bienvenida democracia

Foto: Agencia fotográfica Camaratres /Centro de Fotografía de Montevideo

Foto: Agencia fotográfica Camaratres /Centro de Fotografía de Montevideo

El viernes 8 de marzo de 1985 el Parlamento del flamante gobierno del colorado Julio María Sanguinetti aprobó la Ley de Amnistía para presos políticos. Entre hombres y mujeres eran unos 250 de los más de 3.000 que habían vivenciado los tormentos de los militares. Con banderas, gritos de algarabía y cánticos, el preso 815 se fue de la cárcel con la pelela rosada en una mano.

En la Parroquia de los Conventuales, los exguerrilleros se mostraron dispuestos a dejar las armas y avenirse al fervor democrático. Cuando le tocó hablar, Mujica hizo una metáfora sobre el “palito” y la “colmena”: “No venimos a llorar nuestros dolores ni nuestras penas, (venimos) a dejar bien clarito que el puñado de viejos que van quedando tiene nítidamente claro que apenas es un palito, que debe funcionar para que la colmena se aglomere en rededor: lo esencial no es el palito, sino la colmena. Los tupamaros fuimos presa de la urgencia. Muchas veces queriendo hacer, no hicimos cosas fundamentales”, reflexionó.

Sin saber qué sería del MLN —sumarse al FA era una opción—, Pepe supo qué haría los próximos meses: volvería a frecuentar fábricas e industrias, a charlar con los obreros, a hablar con la gente de a pie para conocer sus inquietudes. Así se organizaron las primeras “mateadas” por todo el territorio nacional.

Habían dejado las armas, pero en esas reuniones de pueblo, Pepe advertía a quien quisiera oírlo: “Seguimos pues con otros métodos, en este caso con otro fierrito en la lucha por lo mismo. Y estamos viejos… El compañero decía las otras noches que si desgraciadamente a esta democracia de primavera nos la roban… Sí, absolutamente sí, desgraciadamente sí, tendremos que agarrar otro fierrito”.

También mostraba sus credenciales políticas y más allá de sentimientos, dejaba ver su ideología. “Yo no tengo empacho en decir: en mi interpretación histórica de este país, soy blanco, perfectamente blanco. No por blanco menos tupamaro. Y como pertenecemos a una organización que no robotiza el cerebro de los hombres, tengo la libertad suficiente para decir nuestro modo de pensar personal, que interpreta el de muchos otros compañeros, pero no necesariamente el de todos. Y, sin embargo, seguimos siendo el mismo equipo”, dijo en el año 85.

Facebook MPP

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En 1989 los tupamaros crearon el Movimiento de Participación Popular (MPP) y con él se dio el ingreso formal al FA. En las elecciones nacionales de 1994, Mujica fue electo diputado. Cuenta la leyenda una anécdota que, si no es cierta, debería serlo. Dice que Mujica llegó en su motoneta al estacionamiento del Palacio Legislativo. Descendió de ella —lucía jeans y una camisa vieja, pero limpia, y por supuesto, no llevaba corbata— y al quitarse el casco, vio a un oficial de Policía que le preguntó si pensaba demorar mucho tiempo ahí. Mujica lo miró y le contestó: “Y… Si me dejan, cinco años”.

No se sintió del todo útil en su primer período en el Parlamento. Al punto que en algún momento dijo sentirse “un florero” allí. Pero supo canalizar el descontento de la gente y para 1999 fue electo senador. Ese año se publicó el primer libro sobre su vida, la biografía de Campodónico. Sería el primero de decenas de libros sobre su periplo vital, el aura de su figura, su pensamiento político. Veinte años después se acumularían, además, películas y documentales, de uruguayos y extranjeros de renombre.

Para 2004, en oportunidad de que el FA ganara por primera vez las elecciones nacionales, el MPP sumó 300.000 votos y se consagró como el sector más votado de la izquierda, hecho que continúa hasta el presente. Entonces se decía con sorna que el MPP era el EmePepe, dado el liderazgo indiscutible de Mujica sobre sus militantes.

De 2005 a 2008, en el primer gobierno del doctor Tabaré Vázquez, Mujica fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, aunque él mismo se encargó de avisar que el verdadero ministro sería su viceministro, Ernesto Agazzi. Pepe ofició de articulador político y negociador en temas que le resultaban muy caros.

Sus comentarios pintorescos y salidas de tono pronto gustaron a los medios, y por ende, a parte de la población. Se mostraba como uno más del pueblo en el cargo de ministro, alejado de la pose doctoral y académica del contador Danilo Astori o la estatura de estadista que podía mostrar Vázquez. Mujica ya no solo llamaba la atención en Uruguay. Con los primeros coqueteos con Lula Da Silva y la visita al matrimonio Kirchner en pleno conflicto diplomático por la instalación de la papelera finesa Botnia (hoy UPM), el cultivador de flores evidenciaba sus pretensiones.

Le ganó las internas de 2009 a Astori, el delfín elegido por Vázquez, y fue así el candidato frentista en las elecciones nacionales de 2009. “¡Quizás tengamos un presidente que se tomó su propio pis!”, me dijo Fernández Huidobro en 2009 para la revista mexicana Gatopardo, antes que su excompañero resultara el mandatario electo por el pueblo, en referencia a los padecimientos de los “nueve rehenes”.

Mujica le ganó el balotaje a Lacalle Herrera. Quien le tomó juramento en el Palacio Legislativo fue su esposa, la exguerrillera Lucía Topolansky, por ser la senadora más votada. La imagen “no se le pudo haber imaginado ni García Márquez”, ha dicho Pepe.

Al recordar aquella derrota, Lacalle Herrera dijo para esta nota: “Las urnas dieron su veredicto. Cometí algunos errores y él ganó limpiamente. Ahora ha enarbolado esa imagen de figura internacional, benévola, de sabio, más o menos sabio, por viejo y por pícaro. Él ha edificado esa imagen con gran éxito internacional, por cierto”, agregó.

Que tuvo fama internacional es la pura verdad. Durante su gobierno (2010-2015) llegaron hasta su despacho el cantante Ricky Martín, el actor Sean Penn, las bandas Maná y Aerosmith, entre tantas celebridades que quisieron conocer al “presidente más pobre del mundo”, mote que se propagó rápidamente como un virus en internet.

“El presidente más pobre del mundo”

“Algunos líderes del mundo viven en palacios. Otros disfrutan con tener un mayordomo discreto, una flota de yates o una bodega de champagne. Y está José Mujica, el exguerrillero que es presidente de Uruguay, que vive en una casa destartalada en las afueras de Montevideo, sin ningún sirviente”, decía una nota firmada por Simón Romero para The New York Times en 2013.

Su austeridad, su estilo de vida como un anacoreta y sus discursos ricos en argumentos, inspiradores para los jóvenes y desprejuiciados —“¿cuántos presidentes se animan a hablar del amor?”, ha preguntado de forma retórica el analista internacional Álvaro Padrón— parecen ser la explicación de su éxito extramuros.

Otro ejemplo: en su discurso como primer mandatario uruguayo el 21 de junio de 2012 en la conferencia Rio+20, en la conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, dijo: “El desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental. Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que tenemos: la felicidad. Cuando luchamos por el medioambiente tenemos que recordar que el primer elemento del medioambiente se llama felicidad humana”.

También tuvo gestos elocuentes para ganarse fama mundial, como donar el 80% de su salario como presidente, y la coherencia vital de un “terrón con patas”, como siempre le gustó definirse, que no precisa lujos para vivir. “Pobre es aquel que precisa mucho”, solía decir Mujica parafraseando a Séneca. Sus adversarios políticos sospecharon de demagogia que Mujica se jactara de manejar su viejo VW Fusca celeste del 87 (por el que un jeque árabe ofertó un millón de dólares), o le bastara acariciar a su perra “sin raza” Manuela de tres patas, fallecida en junio de 2018. ¡Si hasta la muerte de Manuela fue noticia de El País de Madrid!

Mujica fue llamado a ser mediador entre las FARC y el gobierno colombiano en busca de la firma de un tratado de paz, medió entre Cuba y Estados Unidos, y en cuanto conflicto ajeno necesitó su palabra. Su imagen escaló tan alto que peleó el Premio Nobel de la Paz en 2014.

En su gobierno, se dijo, funcionaron dos equipos económicos: uno liderado por Astori y el Ministerio de Economía, otro desde la OPP con los hombres que allí puso el propio Mujica. Se diversificó la matriz energética, se edificó la Universidad Tecnológica en el interior (la UTEC tiene el copyright de Mujica) y se llevó adelante el Plan Juntos, que buscaba atender la situación socio-habitacional de los más vulnerables.

Sin embargo, pasó a la historia por una agenda de derechos que no instaló, pero que lejos de frenar, alentó una vez empujada por los movimientos sociales. Uruguay nuevamente encabezó los portales del mundo con noticias como la despenalización del aborto y cuando se legisló el matrimonio igualitario.

Sí fueron de su cuña la regulación, venta y producción de cannabis para sacarle mercado al narcotráfico, la idea de brindarles asilo a familias sirias que escapaban de una guerra civil, y la gestión ante Obama para darles refugio a presos de Guantánamo que no tenían sentencia. “Es un pedido por una cuestión de derechos humanos. Hay 120 tipos que están presos hace 13 años. No vieron un juez, no vieron un fiscal, y el presidente de Estados Unidos quiere sacarse ese problema de encima”, le dijo a El País en marzo de 2014.

Su gobierno, tan elogiado por la mencionada agenda de derechos, fue duramente criticado por lo que se entendió un despilfarro de los dineros públicos, y por haber desperdiciado —según sus detractores— el viento de cola de la economía del país. “Como administración, más vale ni hablar… Todo el respeto que le puedo tener hoy por su contribución a la vida republicana, dista mucho de lo que fue su administración como tal”, dijo para esta nota Sanguinetti.

Lacalle Herrera coincidió con su par colorado: “Su gobierno fue malo. Ahora hay una mirada más tolerante, pero en cuanto a sus resultados fue malísimo. Hubo cosas buenas, pero el balance es negativo. Sin perjuicio del tema energético, que por cierto, se ha mantenido en todas las presidencias”, sostuvo el blanco.

Para el politólogo Garcé, Mujica fue mucho mejor “representante popular” que legislador o presidente. “Lo suyo nunca fue la gestión. Durante su presidencia hizo lo que mejor sabe hacer: articular diferencias. Lo hizo dentro del FA y con la oposición. De su presidencia destaco cómo lograr prestigiar al Uruguay y cómo logró articular con la oposición. Ningún presidente desde 1985 en adelante logró lo mismo”, opinó.

Su colega Daniel Chasquetti, en tanto, entiende que su administración “no fue mala”, aunque no tuvo los resultados que sí logró la primera gestión de Vázquez. “Por un lado continuó cosas que venían de la primera administración, trató de darles su propio sello, se quedó con el crédito de algunas leyes que venían muy trabajadas desde la sociedad, las leyes de derechos. Terminaron como un crédito de su gobierno, pero en realidad venían muy de abajo (la marihuana, el aborto, el matrimonio igualitario). Pero él tuvo la inteligencia de comprender que eran necesarias”, sostuvo.

Chasquetti también se refirió al manejo de la economía en el quinquenio 2010-15. “Hubo cosas oscuras: el doble equipo económico, el aumento del déficit, la marcha de la ejecución presupuestal… Después están los megaproyectos —algunos resultaron ser un bluf—, obviamente alguna responsabilidad tiene… Aunque doy fe que en algunos como Aratirí o Gas Sayago, el gobierno hizo todo lo que tenía que hacer, pero otros actores se recluyeron y las cosas no funcionaron”, añadió Chasquetti.

Pepe sin la banda

Desde que dejó el gobierno, Mujica volvió a la Cámara alta como el senador más votado del país. Desde allí condujo el MPP, el sector con más votos en la izquierda, y aprovechó su imagen internacional para hacer conferencias y recibir galardones de honoris causa de universidades de todas partes del orbe.

En 2018 se estrenó en Netflix el documental Pepe, una vida suprema, del serbio Emir Kusturica, un homenaje en vida a su admirado Mujica. Allí, el exmandatario se mostró literalmente en calzoncillos, levantándose de su cama en Rincón del Cerro, donde dijo una frase —una de tantas— que despertó polémica: “¡Es la cosa más linda entrar a un banco con una (pistola) 45 así! Todo el mundo te respeta”.

Pepe siguió siendo un líder frentista en el Senado, hasta que decidió retirarse y dejar el Parlamento el mismo día que su ex adversario político Julio María Sanguinetti, el 20 de octubre de 2020, en plena pandemia del covid-19, como señal indudable de republicanismo y saludable convivencia democrática.

Foto: Sofía Torres/FocoUy

Foto: Sofía Torres/FocoUy

“Cuando nos fuimos juntos del Palacio Legislativo, sentimos los dos que podíamos hacer una contribución a la vida cívica del país y a la realidad del debate republicano, mostrando cómo dos personas con vidas muy distintas, con trayectorias muy diferentes, con discrepancias profundas, con enemistades que en su momento fueron enfrentamientos; luego, pueden no solo reconciliarse en lo personal, sino además, contribuir de un modo respetuoso y amistoso, al debate público”, reflexionó Sanguinetti.

“Me está echando la pandemia. Ser senador significa hablar con gente y andar para todos lados. El partido no se juega en los despachos y estoy amenazado por todos lados, por vejez y por enfermedad inmunológica crónica”, agregó. Minutos después, ambos se fundieron en un abrazo, y se retiraron de sala, para regocijo del periodismo continental, que lo destacó como un ejemplo a imitar, en tiempos de lógica binaria.

Esa enfermedad tuvo mucho que ver con el sorpresivo anuncio que hizo en conferencia el 28 de abril de 2024. “Concurrí al Casmu a hacerme un chequeo, a resulta de lo cual se descubrió que tengo un tumor en el esófago”, dijo Mujica. “Es doblemente complejo en mi caso porque padezco una enfermedad inmunológica hace más de 20 años que me afectó, entre otras cosas, los riñones”, continuó.

Luego sintió la necesidad de aclarar que se sometería a los exámenes de rigor, pero que no dejaría de hacer política. “Mientras pueda, yo voy a seguir militando con mis compañeros, fiel a mi manera de pensar y entretenido con mis verduras, con mis gallinas", dijo. Y con su lunfardo característico, señaló que esa no era la primera vez que “la parca anda rondando el catre”.

“Seguramente que, por obvias razones, esta vez viene con la guadaña en ristre”, dijo. Luego, quiso hablarles a los jóvenes: “La vida es hermosa y se gasta y se va. La cuestión triunfal en la vida es volver a empezar cada vez que uno cae”.

Meses después, el 27 de agosto, tras haber sido internado de urgencia en el CTI de su mutualista, habló su médica personal, Raquel Pannone. “Tiene una patología renal y las consecuencias de la radioterapia generaron que le cueste más alimentarse y ha tomado menos liquido", explicó la médica. Agregó que tenía “fuertes convicciones” de que el tumor de esófago se había curado, pero arrastraba “patologías de base”, y tenía una fibrosis producto de la radioterapia. “Tenemos que lograr que el tejido se recupere. A los (casi) 90 años todo es más lento”, señaló la doctora.

Como bien advirtió el periodista Leonardo Haberkorn en una columna en el diario El Observador, las elecciones de 2024 las ganó Mujica “desde la chacra”: él había apadrinado al que resultó el presidente, el canario Yamandú Orsi —un uruguayo promedio, dialoguista y sin estridencias—, él había preparado al más combativo Alejandro “Pacha” Sánchez, el hombre fuerte del gobierno de Orsi, y él pergeñó la que alguna vez mencionó como “su última jugada”: la elección de Blanca Rodríguez, una reconocida presentadora de TV devenida en la principal senadora del MPP.

Comando de campaña de Yamandú Orsi

Comando de campaña de Yamandú Orsi

Mujica obró ya desde antes de las elecciones internas, cuando dijo que Carolina Cosse “no le gana a los blancos, porque no la bancan en el interior”. Así llevó aguas para el molino del más tibio Orsi, y Cosse reaccionó como muchos que no se animaron a llevarle la contraria al ex presidente: “Y… es Pepe”. De cara al balotaje con Álvaro Delgado, Mujica, enfermo y débil, asistió a un par de actos multitudinarios y pareció despedirse de su público. Habló de la vida y de la muerte, y se mostró sin su dentadura postiza, para suspicacias de la senadora nacionalista Graciela Bianchi, que vio en esto una nueva jugada marketinera de Pepe.

Tras el anuncio de su enfermedad y con el nuevo triunfo de la izquierda, artistas internacionales se reunieron en una canción para despedir a Mujica, se hicieron dibujos animados de él en modo Ghibili (vía IA) y fueron a visitarlo a su chacra presidentes como el colombiano Gustavo Petro o su amigo Lula Da Silva, con llanto y abrazo incluidos. “Esto es paso a paso. Ahora estamos esperando que Pepe llegue al 1° de marzo y esté en el cambio de mando”, me dijo Lucía Topolansky a mediados de febrero de 2025. Pues, Mujica estuvo presente en el Palacio Legislativo y vio cuando su “pollo” Orsi se calzó la banda.

Mujica falleció en Montevideo este martes 13 de mayo, con 89 años.

El 3 de agosto de 2023, en el primer programa de Seré Curioso en VTV, le pregunté si era feliz. Mujica aprovechó la oportunidad para referirse a “la parca”, como si estuviera al acecho: “Tan feliz soy, y he tenido una vida complicada, que cuando llegue esa señora que inevitablemente nos lleva, si pudiera hablar con ella le diría: ‘Por favor, sirva otra vuelta’”.