En la antigua Grecia se denominaba hecatombe al sacrificio de cien bueyes, destinados a lograr el favor de los dioses del panteón helénico. Desde luego, tras la matanza, los animales eran asados e ingeridos sin demora, acompañados de libaciones de vino cortadito con agua.

Uruguay vivió el domingo su hecatombe particular, completamente laica y sin alcohol, y con finalidades diferentes a las antiguas.

En el pasado, las hecatombes pretendían obtener ayuda de dioses susceptibles, cuando no directamente mal llevados. Durante el pasado domingo en El Prado, la industria de la carne uruguaya sacrificó pingües cabezas de ganado, en aras de mejorar el posicionamiento del producto en los mercados internacionales.

Las cámaras de Montevideo Portal registraron el momento, y las personas que estaban detrás cataron su porción de carne asada. Y estaba rica.