El Comando Vermelho ha estado durante años entre ceja y ceja de la Policía brasileña por su poderío en armas y recursos económicos, que le ha permitido dominar varias favelas de Río de Janeiro y provocar un aumento exponencial en la violencia.

Este comando es el grupo delictivo más antiguo de Brasil. Hace medio siglo, era apenas una organización de poca monta dedicada a brindar protección a los presos en distintos centros carcelarios del país.

Con el paso del tiempo, el tráfico de miles de kilos de droga y la entrada de dinero transformaron al Comando Vermelho en una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil y de América Latina. Las jerarquías policiales brasileñas lo llaman “el monstruo”, porque saben que cada vez que el grupo actúa, las tareas de inteligencia y represión se vuelven extremadamente difíciles.

El gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, sostiene que ya no se trata simplemente de crimen organizado, sino de “narcoterrorismo”. Bajo esa definición, la Policía desplegó unos 2.500 efectivos en las favelas de Alemão y Penha, donde con el paso de las horas el enfrentamiento se transformó en una verdadera guerra entre ambos bandos.

?? Río de Janeiro vivió el operativo más letal en su historia.
?? Más de 100 muertos y 81 detenidos tras acción de la Policía Civil y Militar contra el Comando Vermelho.
?? El gobierno reportó 119 fallecidos; la Defensoría, 132.
?? 2500 agentes ejecutaron 100 órdenes de arresto. pic.twitter.com/wFMqdyMfkW

— ZuritaCarpio (@ZuritaCarpio) October 29, 2025

La génesis 

El Comando Vermelho nació en la década de 1970, durante la dictadura brasileña que se extendió hasta 1985. Su origen se remonta a una cárcel de Ilha Grande, donde estaban recluidos tanto delincuentes comunes como guerrilleros capturados por el régimen militar.

La violencia interna del penal y la ausencia de un Estado de derecho provocaron que ambos grupos se unieran para protegerse mutuamente. La práctica se extendió: una vez liberados, los exreclusos seguían operando desde el exterior para asistir a sus compañeros.

Con la dictadura ya finalizada, el grupo se expandió y comenzó a estructurarse para robar bancos y asaltar comercios de gran porte. En esa etapa se autodenominaban Falange Vermelha y estaban influenciados por ciertos ideales de justicia social.

Las autoridades intentaron desmantelar la organización dispersando a sus líderes en distintas cárceles, pero la medida tuvo el efecto contrario: el grupo se consolidó y creció.

El salto definitivo llegó con el tráfico de cocaína y las alianzas con carteles colombianos, que le proporcionaron infraestructura logística para el traslado de estupefacientes.

Durante años, el Comando Vermelho estuvo aliado al Primer Comando da Capital (PCC), hasta que en 2016 la relación se quebró, desatando una ola de violencia en cárceles brasileñas y también paraguayas, donde hay miembros de ambas facciones.

Ese conflicto fortaleció al Comando, que hacia 2020 contaba con unos 30.000 miembros en Brasil. Su foco siempre estuvo en Río de Janeiro, ciudad sobre la que hoy mantiene un fuerte control territorial.

Como ejemplo de su poderío económico, en agosto la Policía desarticuló una aplicación de transporte clandestino de drogas llamada Rotax Mobil. Según las autoridades, la plataforma generaba ingresos de unos US$ 180.000 mensuales.

Los intentos de ingresar a Uruguay

Tanto la Policía brasileña como la uruguaya han detectado movimientos del Comando Vermelho en la frontera con Santana do Livramento, donde el grupo habría intentado ingresar al territorio uruguayo. Sin embargo, las autoridades corroboraron que hasta el momento no logró establecer presencia ni control territorial.

Fuentes policiales uruguayas explicaron que, aunque no hay líderes del Comando instalados en el país, sí se comprobó que ordenaron ejecuciones mediante sicarios brasileños, con crímenes cometidos a ambos lados de la frontera.

Se estima que en el estado de Río Grande del Sur hay personas que trabajan para el grupo en calidad de “empleados”, cumpliendo órdenes operativas.

Con respecto a los enfrentamientos ocurridos esta semana, que dejaron 132 muertos, las circunstancias hicieron que el operativo derivara en una guerra abierta.

Medios oficiales informaron que, durante las últimas horas del enfrentamiento, ya no se distinguía a las víctimas entre policías y delincuentes.

El Comando, además, utilizó tecnología para contrarrestar las acciones policiales: dispuso ómnibus cargados con explosivos que estallaban al detectar movimiento de vehículos, y empleó drones para identificar los escondites de los efectivos y los puntos de ingreso de las fuerzas de seguridad.