Fotos: Javier Noceti | @javier.noceti

En la plaza, suele estar parado sobre la peatonal Sarandí. A lo largo de ella, el hombre que tiene unos cuarenta años lleva un libro en una de sus manos. Lo sostiene desde abajo, como si estuviera en exposición, para vender. De hecho, es lo que quiere, que se lo compren.

En los segundos que tarda un caminante en cruzar el área, el hombre lo aborda. Le dice que el libro que está exponiendo con su mano es el mejor libro que él tiene y que la persona a la que le habla puede tener. Lo hace con uno, con dos, con tres. A algunos les dice que es el mejor libro del mundo. Y algunos le compran.

Bruno Salvo lo dice medio en broma para romper el hielo y llamar la atención. No cree que su libro sea el mejor libro del año, pero sí considera que el que está vendiendo en ese momento es el mejor que él tiene. Es su décimo libro de ficción, autopublicado.

Nació en Montevideo y creció en el barrio Bella Vista, frente al colegio Maturana, hasta los cinco años. De esos días, a veces, mira fotos de cumpleaños y se acuerda perfectamente de la casa. Sabe que ahí apareció su primer recuerdo, pero no puede definir bien cuál es.

Desde los cinco hasta los veinticinco, los pasó en una casa de dos plantas en el Prado. Ahí vivían su padre, arquitecto, su madre, química farmacéutica, y su hermano un año y medio mayor. Ambos padres nacidos en el interior del país, vinieron a Montevideo a estudiar y nunca se fueron.

Bruno fue a la Escuela Número 14 en el Prado y no cambió mucho desde entonces. "Es horrible que uno diga cómo es, los demás tienen que decir", comenta cuando se le pregunta por la personalidad de ese niño. Enseguida agrega: un poco de humor, un poco ansioso, tímido, simpático.

Fue un alumno regular que leía libros infantiles clásicos, Platero y yo y Julio Verne. Estuvieron, siempre, en su casa. Su padre siempre tuvo una biblioteca, aunque no muy grande, y de ahí mismo empezó a descubrir, de a poco, a los clásicos: García Márquez, Cortázar, Ray Bradbury, Stephen King.

"No son muchos, pero fui descubriéndolos de a uno. Están ahí, pero nunca los ves y un buen día agarrás uno y empezás", dice.

Aunque escribir no lo hizo hasta los veintidos años. Antes, dibujó. Hacía historietas de superhéroes a mano, con papel de calco, en blanco y negro, engrampadas una por una. Habrá hecho unas siete o seis diferentes y llegó a venderlas en la escuela. A los diez años fue su auge como dibujante.

Eso también leía, historietas de Marvel o de DC, las de superhéroes.

Después de cuarto de liceo, hizo la UTU. Estudió diseño gráfico y publicidad y, después, trabajó de eso. Entró por concurso a ANEP en el departamento de diseño gráfico y ahí estuvo dos años.

Después, empezó a estudiar Comunicación en la UDELAR. Fue, más bien, por descarte. Quizá, porque no se le ocurrió Bellas Artes. La carrera la hizo hasta la mitad, pero fue ahí donde encontró el motor de su escritura.

Un profesor lo inspiró para empezar, pero de forma contraria. Le dijo, justamente, que no escribiera porque consideraba que no se podía escribir algo digno de publicar hasta los cuarenta años. Y Bruno empezó a escribir cuentos y algo de poesía con veintipocos años.

Simultáneamente, empezó su carrera como docente enseñando informática. Llegó a través de ANEP, viendo que había unas horas docentes diponibles. Fueron quince años en los que pasó por UTU, liceo y primaria.

Hace seis años que decidió vivir de su escritura, la misma que está disponible para una descarga digital y la misma que vende él mismo durante horas, durante días, durante meses, en la Plaza Matriz en Montevideo.

Recién en 2015 quisiste empezar a vivir de esto, ¿por qué diste ese paso?

Porque dejé mi trabajo anterior, la docencia. Económicamente, no era ninguna comodidad tampoco, era un sueldo que no era demasiado. Podría haber empezado antes, dejaba mi trabajo y empezaba con esto antes. Por ese lado sí me arrepiento, de no haber empezado antes.

¿Cómo fue la primera vez que saliste a vender un libro?

No me siento diferente desde ahora al primer día, fue siempre igual. No me acuerdo cómo me sentí el primer dia, pero probablemente con muchas ganas y sin ninguna vergüenza.

¿Por qué la decisión de auto publicarte?

Porque era la opcion más directa para hacer llegar lo que uno tiene al público. Ya había ido a dos editoriales y me habían dicho que muchas gracias, pero que no estaban interesados y fue la solución. Tampoco era un material tan bueno como el que tengo hoy, eran horribles los primeros cuentos, nada que ver.

Y a pesar del "no" de las editoriales decidiste salir a publicarte, ¿de dónde sale esa seguridad?

No sé si es seguridad. Es las ganas de hacer lo que te gusta, de ahí a que sea seguridad hay un paso largo. Es más locura, me parece.

¿Cómo es tu proceso de autopublicación? ¿Usás código ISBN?

Lo corrijo, lo diagramo y después ya voy a la imprenta. En unas dos semanas ya me lo tienen pronto. Nunce precisé código porque como he vendido yo mismo el libro y no era el plan dejarlo en ninguna librería, no lo precisé. Entonces, no lo hice. Yo sé que si dejara el libro en alguna librería se precisa.

¿Siempre vendiste en Plaza Matriz?

Siempre ahí, desde el principio. Antes había turistas y los turistas suelen llevarse algún recuerdito. Había que estar ahí, era una zona estratégica y muy buena para vender el producto de uno.

A la hora de vender, ¿es Bruno o es un personaje armado?

Soy un poco yo y un poco un personaje, las dos cosas. Abordo a la gente con buena onda y con humor que, acá en casa, no lo hago. Más que nada, hago que la gente se detenga llamando la atención con buen humor.

¿Cómo es la jornada laboral?

Estaba saliendo todos los días de la semana. En algún momento fui a la feria de Tristán Narvaja, pero ahora el domingo es el día libre.

En las buenas épocas estuve tipo ocho horas diarias, pero ahora que hay poco trabajo estoy cinco o seis, depende del día. A veces, estoy inclusive menos. Todo depende del tráfico de gente que haya. En verano se aprovecha más el día que en invierno, dura más y ahora ya está muy frío, entonces me vengo antes. Los días muy fríos trato de no ir. Con todo este tema hay muy poca gente en la calle y no hay turistas, se vende muy poco. Sin la pandemia y en un buen día en la temporada, vendería capaz que siete u ocho libros.

¿De qué trata tu literatura?

La respuesta fácil es que el estilo es un realismo entre mágico y sucio. Derivado de Stephen King, Bukowski, García Márquez, Onetti, Mario Levrero. Estoy ahí en esa vertiente del realismo, bien uruguayo y bien montevideano. Son historias capitalinas, urbanas, bien cotidianas. Nada que nadie de acá no conozca, son cosas conocidas por el montevideano típico.

Llevas diez libros autopublicados que también se pueden descargar por internet, ¿por qué seguirlos vendiendo en persona?

Porque el libro en papel tiene algo especial también. La mayoría de la gente prefiere el libro de papel siempre y un porcentaje más chico en digital, pero sigue ganando el libro de papel. Aunque quisiera no tener que salir a venderlos yo siempre y que se vendan solos por internet.

¿Vivís de esto pura y exclusivamente?

Sí, lamentablemente. Justo en esta época está complicado, estoy pensando en buscar otras salidas laborales como diseño gráfico, que nunca trabajé de eso, pero hice alguna cosita. Capaz dar alguna clase de inglés o de español a algún extranjero.

¿Cuál fue el día más triste de tu vida?

Prefiero pasar a la siguiente pregunta.

¿Y el más feliz?

Hay muchos días más felices, uno solo no hay. ¿Sabés cuáles han sido las noches felices? Cuando voy a ver una banda en vivo. Son noches, realmente, de mucha felicidad.

¿Cuál fue el momento en que sentiste mayor libertad?

Cuando empecé a vender mis libros porque no tenía un jefe que me estuviese vigilando. Fue el día que yo fui mi propio jefe por primera vez y no tenía que rendirle cuentas a nadie. Fue como que empecé a ser un poco más libre.

¿Un sueño por cumplir?

Que mis libros lleguen a manos de más gente, a millones de lectores. Ya tengo miles de lectores, pero a millones no sé si llegaré. Y no solo los libros, también mostrar otras cosas artísticas que uno hace y que a la gente le guste, básicamente, que la gente te prefiera.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o infierno?

Al cielo, me he portado bien, demasiado correcto. No sé, para ir al infierno hay que hacer algo medio grave, así que al cielo seguro.