Emiliano Brancciari (45) está tirado en una hamaca paraguaya y contestando mensajes en su celular, una tarde calurosa de febrero. Ni así, en momentos de relax, se saca los Rayban bordó que ya parecen parte de su rostro. Está relajado, hizo un parate en la jornada de ensayo para conceder esta nota, y luego continuará. En el horizonte tiene una fecha marcada: el 23 de febrero, en La Trastienda, se pondrá nervioso cuando salga al escenario, tome una guitarra y vea a la gente a la cara, a través de los Rayban. Porque se pone nervioso, aún más en lugares chicos, donde la gente está ahí nomás y él les puede ver las expresiones.

Estará presentando Cada segundo dura una eternidad, su primer disco solista. Porque Emiliano Brancciari, por estos días, es EMI. Es el que conocemos todos: el que empezó a cantar y tocar en el liceo, el que se dio cuenta de que sería músico cuando salió Solo de noche (el primer CD de No Te Va Gustar) y con dos meses ahorrados se fue de la casa materna, con el sueño de poder vivir de la música. Y pudo. Desde hace casi 30 años es el líder de la banda más popular del país, que también es locataria en Argentina y cuyas canciones cantan en otras partes del mundo.

El germen de EMI, quizás, lo dejó entrever cuando en julio de 2020 dijo en este mismo espacio, respecto a cómo lo afectó la pandemia de sars cov-2: “A nosotros en particular nos cortó un par de giras, estábamos en plena gira en Argentina, y nos dio tiempo para trabajar en el nuevo disco, que era algo que teníamos que hacer igual. Al principio no nos podíamos juntar, pero faltaban componer algunas canciones, entonces a mí me vino bárbaro para disfrutar de mi hijo y componer”.

Compuso, compuso, terminaron de grabar el disco Luz, y siguió componiendo, para aprovechar el “envión creativo”, dirá ahora. Y ya que estaba, grabó las canciones que —sabía— no serían para No Te Va Gustar. Y cuando quiso ver, había comenzado su carrera solista. Después fue cosa de tener la bendición de la banda, de hablar con el productor Héctor Castillo, de viajar a Estados Unidos, y de lanzarse.

Ahora sabe que la pandemia lo ayudó a interpelarse, a ser introspectivo, a escribir temas autorreferenciales. Por estos días no quiere hablar de política, ni de Astesiano (“no me interesa”), solo piensa en vencer los nervios para volver a mirar a la gente cerquita y cantarle “sus” canciones, quizás algún hit. Ah, porque Brancciari tuvo el tupé en esta entrevista de afirmar que no sabe fabricar hits.

Foto: Rafael Lejtreger

Foto: Rafael Lejtreger

“Fue para otro lado, para un lugar, quizás, más íntimo, más personal. Cuando me di cuenta, tenía un montón de canciones y dije: ¿por qué no grabarlas? Y más en este momento, que con NTVG estamos fenómeno, como grupo humano, sobre todo”

¿Cómo nace la idea de tirarte como solista, sin dejar No Te Va Gustar? ¿Te lo propuso algún productor, discográfica, o fue una iniciativa enteramente tuya?

Mirá, había tenido siempre la duda de qué hacer con las canciones que me iban sobrando, que iban quedando guardadas, o bien porque la banda las desestimaba o porque ni siquiera se las llegaba a presentar, porque me parecía que no eran para la banda, seguramente. Las escribía para mí. Esa duda siempre la tuve en la cabeza: ¿qué haré para que no queden ahí tiradas y olvidadas? ¿Las grabo igual?

Pero, en realidad, terminó pasando otra cosa totalmente diferente. En plena pandemia, No Te Va Gustar [NTVG] graba su disco Luz, y cuando recién lo habíamos terminado, todavía faltaba un año para volver a tocar en vivo, porque estaba todo cerrado. Entonces, seguí con el envión de componer, el envión creativo, digamos. Me quedé en mi casa componiendo y armando maquetas y demos, pero ya sin la necesidad de proveer a la banda. Era la primera vez que me pasaba que estaba solo para eso, pero sin pensar en los instrumentos con los que siempre cuento, en que tenían que tocar mis compañeros. Entonces, fue para otro lado, para un lugar, quizás, más íntimo, más personal. Cuando me di cuenta, tenía un montón de canciones y dije: ¿por qué no grabarlas? Y más en este momento, que con NTVG estamos fenómeno, como grupo humano, sobre todo.

No esperar a que haya una crisis en la banda para tirarte solista…

Exactamente, salir de un lugar sano. Generalmente no ocurre eso. Entonces, esto a mí me deja tranquilo, me hace feliz.

“Fue sin querer”, dijiste en No toquen nada de Del Sol FM. Algo tuvo que ver la pandemia, ¿no?

Un montón tuvo que ver. Porque si nosotros hubiéramos grabado y hubiéramos salido a tocar, capaz que ya no tenía ese tiempo y ese impulso para seguir componiendo de más, digamos. Y también (piensa un instante) el período tan especial que se vivió, estar tan reflexivo en esos momentos, también llevó a que las letras fueran diferentes. El entorno influyó muchísimo. Que estuviéramos en pandemia permitió que yo tuviera más tiempo para eso que para otra cosa. No teníamos shows, no teníamos nada.

Me imagino que te esforzaste en distinguir tu proyecto solista de la banda. Es decir, que —supongo— habrás querido que no suene como NTVG. Para quienes no hayan escuchado ninguna de tus canciones solistas, ¿qué les decís? ¿Por dónde pasan las diferencias, en las letras y en la música?

Las letras son súper personales y autorreferenciales en muchos casos, o de relaciones mías, y musicalmente, es bastante más despojado y más para el lado del acústico que en NTVG. Y también canto con un registro de voz más bajo, con menos esfuerzo, quizás. No tengo que gritar. Es un registro que me queda mucho más cómodo. Por momentos el cantar un poco exigido le da un poco de épica a la canción, pero te diría que lo nuevo se define más por ese lado.

Yo noté la falta de vientos, y que no hay riffs de guitarras eléctricas al mango. ¿Cómo podrías definir vos el género de EMI, tu proyecto solista? ¿Es rock o es pop?

Hay de todo, porque ahí adentro [N. de R.: habla del disco Cada segundo dura una eternidad] tengo un poco de folk, de country, de pop también, de rock por momentos, hay un poco de todo, como a mí me gusta.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

“Cuando hablamos del disco, Héctor Castillo se entusiasmó, me dijo: ‘Venite, y lo grabamos acá, en el estudio donde trabajo yo en Nueva York. Yo te armo una banda que son unos fenómenos, venís y lo tocás con ellos acá’. Hice eso”.

Volviste a confiar en Héctor Castillo como productor (ya habían trabajado juntos en NTVG). Contale al lector quién es, y cómo podrías definir esa sinergia.

Héctor es un gran productor, nació en Venezuela, vive en Nueva York. Trabajó en tres discos nuestros (Suenan las alarmas, el acústico Otras canciones y Luz), y él venía de trabajar con Los Fabulosos Cadillacs, con Cerati, con David Bowie en inglés, y con infinidad de grandes artistas. Y llegamos a un nivel de confianza el uno con el otro que hace que el trabajo esté buenísimo. Lo que hace un productor es potenciar lo que uno quiere mostrar, él logra eso y logra moverte de la zona de confort, llevarte a que algo suene diferente a lo anterior. Eso está buenísimo, porque es lo que buscamos con la banda, y lo que busco yo también.

Supongo que él se esmeró en que tu proyecto sonara distinto a NTVG…

Sí, claro. Él también tiene que ver con eso. Cuando hablamos del disco, él se entusiasmó, me dijo: “Venite y lo grabamos acá, en el estudio donde trabajo yo en Nueva York. Yo te armo una banda que son unos fenómenos, venís y lo tocás con ellos acá”. Perfecto: hice eso.

Es un disco grabado en Long Island, Nueva York, con la producción de Héctor Castillo y una banda de músicos de primera línea como Gerry Leonard, Dan Mintseris y Jeff Hill, gente que tocó con Bowie, Bruce Springsteen o David Byrne. ¿Qué cosas nuevas descubriste esos 20 días en la nieve estadounidense?

Fue enero de 2022. Acá hubo un rebrote de covid en ese verano, se agarraron todos el virus alrededor mío, y yo tenía que viajar a grabar. Por suerte no me lo agarré. Allá aprendí un montón de cosas porque estaba con gente que vive la música desde otro lado. Me encontré con un tipo de músicos con los que no estoy acostumbrado a tocar, que han mamado la música desde otro lado, otra forma de tocar, otros sonidos. Estuvo bueno, la verdad que estuvo re bueno.

¿Tipos humildes o agrandados?

Súper humildes y compenetrados con lo que estaban haciendo. Re comprometidos, inclusive dejaban de trabajar y fueron uno o dos días más, pasaban por el estudio a ver cómo seguía todo. Me felicitaban por las composiciones, les gustaron. Yo veía que tocaban copados, de ojos cerrados, ahora estamos por sacar unos documentalitos de cada tema y ahí te das cuenta de eso.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

“La pandemia a mí me sirvió para preguntarme: ¿qué estoy haciendo bien y qué no? ¿Qué tengo que cambiar? ¿Qué aspecto de mi vida no va más? De ahí salen un montón de cosas”

Decías en algunas entrevistas que tu voz cambia, que ponés la voz de otro modo al cantar tus propias canciones. ¿Cómo es eso?

Son canciones que están compuestas en tonalidades donde mi voz está más baja de tono. Está más cerca de cómo hablo, digamos. Es menos exigente. Es otra expresión.

¿Es más complejo tocar en lugares más chicos? Porque estás acostumbrado a tocar en estadios o grandes arenas, y ahora vas a estar bien cerquita del público. Es como volver a los orígenes, ¿no?

Para mí es mucho más difícil tocar en un lugar chico que en un estadio. Me da más nervios. La energía del estadio se disfruta un montón, te ponés nervioso, todo, pero no le ves la expresión a toda la gente. Acá en los lugares chicos estás mirando las caras, viendo todo, eso me pone mucho más nervioso.

A la hora de componer, ¿qué te inspiró? ¿En qué cosas pensabas para escribir?

En relaciones mías, algunas relaciones de pareja, en reflexiones mías de cómo había sido hasta ese momento, qué tenía que cambiar y qué no. La pandemia a mí me sirvió para eso: ¿qué estoy haciendo bien y qué no? ¿Qué tengo que cambiar? ¿Qué aspecto de mi vida no va más? De ahí salen un montón de cosas.

¿Buscaste un hit? ¿Buscaste tener un tema que suene en todos lados?

No. Después que algunos temas estaban compuestos y que me estaba preparando para ir a grabar, me di cuenta que había canciones que podían llegar a un montón de gente.

Lucas Sugo me ha dicho que se ha pasado la vida buscando otro “Cinco minutos”…

Claro (se ríe). En mi caso, como no sé hacerlo…

Foto: Rafael Lejtreger

Foto: Rafael Lejtreger

“No hay una fórmula [para hacer hits]. No me doy cuenta… No me voy a poner a hacer un tema que genere lo mismo que ‘Clara’ o que genere lo mismo que ‘No era cierto’. No me va a salir. Si lo busco, no lo encuentro”

¿Qué cosa no sabés hacer? No seas malo…

Pero no hay una fórmula. No me doy cuenta… No me voy a poner a hacer un tema que genere lo mismo que “Clara” o que genere lo mismo que “No era cierto”. No me va a salir. Si lo busco, no lo encuentro.

¡NTVG tiene cataratas de hits que escribiste vos!

Sí, pero… (busca bien las palabras) se van logrando… de manera… como súper natural, pero sin buscar repetirnos. Al contrario, tratamos de romper, y nos ha salido bien. Porque siempre encontramos algo. Se ve que la gente empatiza con la manera simple de hablar o con la instrumentación, y llega un momento en que nos entendemos de memoria.

Volvamos a tu disco solista. ¿Creés que hay hits?

Creo que sí, por la respuesta que tengo de la gente. “Rufián”, “Quise” también, “Un rato más”.

¿Tenés ganas de hablar de política?

No, cero.

Como hombre de izquierda, ¿cómo ves este gobierno y, especialmente, el tan omnipresente Caso Astesiano?

No, no, no me interesa (se ríe).

Vuelvo a tu proyecto personal, entonces. ¿Qué esperás que se lleven los que vayan a tu primer show en La Trastienda?

Que se lleve un show íntimo, intenso, que pase por un montón de matices, de estado de ánimo. Voy a tocar no solo el disco, sino también varias de esas canciones que te decía que fueron quedando por el camino, y también algunas canciones que no me pertenecen y que me gustaría cantar. De acá, de Argentina y hasta me animo a cantar en inglés.

Foto: Javier Noceti

Foto: Javier Noceti

“El rock está en la juventud, está en los cambios, en todo lo que genera ruido a la tradición. El rock es un género musical, claro. Pero también es una actitud ante la vida, donde está el fuego ante la vida y el fuego está en los jóvenes”

Alguna vez me dijiste para revista Playboy (de Argentina) que acá en Uruguay no está eso del rockstar.

Acá no existe esa figura. Nunca existió. Capaz que, no sé, los pibes más jóvenes tienen más exposición, siendo más jóvenes. Nosotros siempre nos mantuvimos con los pies en la tierra, hasta el día de hoy.

¿Y cómo manejás el ego?

Todos tenemos ego, y a todos nos pega cuando a alguien no le gusta lo que vos hacés, obviamente.

O al revés: cuando a mucha gente le gusta lo que vos hacés, eso también impacta en el ego.

Sí, sí, pero como te digo: acá todo te mantiene en un lugar bastante… en una meseta…

En una penillanura levemente ondulada.

Sí, ¡y está bueno eso! Me parece que nos hizo bien vivir acá y vivirlo desde acá.

¿Qué cosas tienen rock hoy en Uruguay? ¿Dónde ves el rock?

Creo que está en la juventud, está en los cambios, en todo lo que genera ruido a la tradición, digamos. Me parece que ahí está. El rock es un género musical, claro. Pero también es una actitud ante la vida, donde está el fuego ante la vida y el fuego está en los jóvenes.

¿Qué te dijo tu hijo Santino, de 12 años, cuando le contaste que ibas a empezar una carrera solista?

Él estaba al lado mío cuando yo estaba grabando y escribiendo, disfrutando de no girar y disfrutándolo a él. Entonces, compartimos un montón de tiempo mientras yo grababa y le iba mostrando todo. En un momento le dije: “Voy a ir a grabar, pero no voy a ir a grabar con la banda. Voy a ir a grabar con otros músicos”. Y me dijo: “Ah, mirá qué bueno”, pero siempre supo que partía de un lugar sano y que la banda me apoyaba.

¿Santino te critica mucho? ¿Le confiás decisiones o dudas artísticas, para ver qué opina él?

No, no, generalmente no me critica, jeje. Le gusta, se aprende los temas enseguida, yo si veo que él está cantando en el auto, ya me quedo contento.

¿Escucha NTVG o es tipo: “uy, no me los fumo más, me tienen podrido”?

Adelante mío no escucha, pero sí escucha, cuando está con la madre, sobre todo.

¿Sos feliz?

Soy re feliz, la verdad. Siento que voy bien.