Fotos: Javier Noceti / @javier.noceti

El living del apartamento de Danilo Arbilla (79) es ilustrativo, elocuente: hay libros por todas partes, el ambiente es cálido porque el aire acondicionado está prendido, los sillones Luis XV son confortables, en el piso hay una alfombra de las de antes y en las paredes, pintadas de beige, hay cuadros y diplomas varios. También hay una colección de pipas, al lado de un cartel de “Se ruega no fumar”. Arbilla, de remera y bermudas, se apoya por momentos en un bastón y cada tanto fuma su pipa.

El reconocimiento del Ministerio de Educación y Cultura del pasado 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, fue la excusa para la entrevista, y su sola mención dio pie a que Arbilla se jactara -no sin razón- de su mayor orgullo: el premio María Moors Cabot que le dieron en Estados Unidos en 1992, si acaso el más antiguo reconocimiento internacional de periodismo, otorgado por el mismo jurado que entrega el más conocido Pulitzer.

En la charla, que duró dos horas y está condensada aquí, se respetaron varios off the record (el propio Arbilla quiere contar algunas de esas anécdotas en un libro, algún día). El experimentado periodista y empresario de la prensa no le sacó el bulto las preguntas escabrosas como su rol al frente del Centro de Difusión e Información en los primeros años de la dictadura cívico-militar. “¿Tienen algún documento que diga que fui secretario de prensa de Bordaberry?”, preguntó desafiante de forma retórica a sus detractores, y especificó su labor allí del 73 al 75. Habló de la actual Ley de Medios en Uruguay (dijo que se “extralimita” y se mete en los contenidos) y sin darle mucha importancia al reciente ránking de Reporteros Sin Fronteras, dijo que en el que realiza la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), organización que él supo presidir, Uruguay está en el número 1 en libertad de prensa.

“Yo quiero mucho a la profesión. Hay que tener claras algunas cosas: la libertad de expresión no es patrimonio de los periodistas. Es la primera de las libertades de los seres humanos. Tampoco ser periodista te da patente de corso. Pero hay que hacer periodismo puro y duro. Hay que informar y hay que informar todo. Y los hombres notoriamente públicos están expuestos al escrutinio público. Hay límites, pero los límites van más allá que los de cualquier otro ciudadano” dijo reflexionando sobre el oficio periodístico.

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"Fui el primero que leyó la frase del periodismo como 'el mejor oficio del mundo' escrita por García Márquez, para un discurso de la SIP. 'Si tenés que hacerle correcciones, hacéselas', me dijo. No me gustó, porque vituperaba contra el grabador"

-Es oriundo de Casupá, ¿cómo se inició en el periodismo?

-Yo era dirigente sindical de la asociación de bancarios (AEBU), desde los 17 años, y escribía algún artículo en el periódico de AEBU. Pensaba ser político. Pero era socio de la ACJ que hacía unas estupendas competencias que se llamaban Juvenalia, y competíamos sobre distintas cosas: había que hacer una obra de teatro inédita, representarla, hacer un himno del grupo, había competir en cocina, en periodismo, de todo… Era un ejercicio maravillosamente de pensamiento. Yo me puse en el equipo de periodismo y también en cocina. De los seis temas que teníamos que tratar -era 1962- yo hice cinco: escribí una crónica policial, tuve que escribir sobre Gardel e imaginarme Londres 1966. Salimos segundos. Sentí en ese momento el amor a primera vista con el periodismo. Parecería que le emboqué, aunque alguno puede decir que le erré, porque en el grupo de cocina, yo era el único representante de mi equipo y salí primero. Tenía condiciones para la cocina.

Creamos, con unos amigos, un periódico en Casupá. Era un quincenario que se llamó Impulso, que salió un año y medio y siempre dio ganancia. Después me vine para acá, fui a una escuela privada de periodismo, pero iba los fines de semana a Casupá a sacar Impulso, que se imprimía en el Tala. Y en 1965 entré en Hechos, que era el diario político de (Zelmar) Michelini, cuando todavía estaba en la 99 y era colorado. Yo tenía militancia en el sector batllista, el ala izquierda del Partido Colorado. Después de pasar un duro examen con César Di Candia, que era el director de Hechos, me derivó con Héctor Rodríguez, uno de mis maestros, y ahí arranqué en Sindicales.

-¿Qué lo apasionó de la prensa? Y digo prensa (escrita), no periodismo.

-De ser periodista me apasionó aquello de todos los días descubrir algo distinto, porque todos los días te mandan a hacer algo distinto. Yo cubrí, con Héctor, la salida del Congreso del Pueblo, la asamblea nacional de sindicatos, la creación de la CNT, y todos los días salía a buscar algo. El periodismo tiene eso de nacer todos los días. El periodista nace y muere todos los días. Dejé el banco, seguí en Hechos y agarré la corresponsalía de Clarín en Uruguay. Trabajé con Francisco Llano que fue quien hizo Clarín, un periodista fuera de serie. Un día estábamos en la Embajada de Argentina, en un ágape, y nos habían dado risotto con trufa blanca. Un periodista dijo: “Qué lo parió, te invitan a una comida y te dan un guisito de arroz”. Pancho Llano me agarra y me dice: “Mirá ‘Poeta’, esta profesión es la mejor del mundo, es la que te permite acceder a lo que acceden solo los hombres muy ricos y poderosos, sin los problemas de ellos. Ahora, hay cosas que no se pueden admitir, como este ordinario que le llama ‘guisito de arroz’ a un risotto con trufa blanca”. Me dijo aquello de “esta es la mejor profesión del mundo”…

-Frase que años después, García Márquez popularizaría y la haría célebre.

-Y el primero que leyó esa frase, escrita por García Márquez para un discurso, fui yo. Él me entregó el texto y me dijo: “Si tenés que hacerle correcciones, hacéselas”. Eso lo dijo en un discurso en el año 96, en la asamblea de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) de Los Ángeles. En esa asamblea invitamos a cuatro premios Nobel: el costarricense (Oscar) Arias, (Henry) Kissinger, Rigoberta Menchú, y Gabo. Yo iba a presentar a García Márquez, y en la mañana, él me da su discurso y me dice que va a leer eso. Yo lo leí, y no me gustó. ¿Por qué no me gustó? Porque él, hablando del “mejor oficio del mundo” vituperaba contra el uso del grabador. Decía que al final el periodista se transformaba en un nabo que ponía el grabador y no prestaba atención a lo que hablaban. Pero yo era presidente de la comisión de Libertad de Prensa y uno de los problemas que teníamos, en muchos lados, eran los desmentidos. Y entonces, el grabador se había transformado en una ayuda tremenda. Me parecía una barbaridad hablar mal del grabador, entonces le dije que yo no lo podía presentar, porque iba a discrepar con él. Finalmente, con el colombiano Luis Gabriel Cano, entonces el presidente de la SIP, cambiamos: yo presenté a Rigoberta Menchú y Cano a Gabo. Y me perdí estar arriba del escenario cuando Gabo dijo que el periodismo era el mejor oficio del mundo.

"Algunos han dicho que fui secretario de prensa de la dictadura, y les contesto: ¿Tienen algún recorte o algún documento que diga que fui secretario de prensa de Bordaberry? No hay ningún recorte de prensa o decreto que diga que tuve ese cargo"

-Le tocó vivir una época gloriosa del periodismo escrito, en los 60 y 70 había decenas de publicaciones para todos los gustos. Muchas familias uruguayas compraban un diario matutino y otro a la tarde. ¿Qué tenía la prensa de esa época que no tiene la actual, con la prensa en papel agonizando?

-¡Había 11 diarios! Más algunos semanarios. Es muy largo el proceso, uno es el uruguayo, otro el global. En el año 58 se vendían por día alrededor de 800.000 ejemplares. Solo El Diario (de la noche), un diario popular de fútbol, carreras de caballos y policiales, se vendían 190.000. Y los martes, sólo por el cómic de El Fantasma, vendía 15.000 más. Era un país muy alfabetizado, económicamente estaba bien, los diarios eran baratos, porque además, estaban subsidiados por el Estado.  Eran diarios partidarios, hasta que vino BP Color. Cada uno tenía su perfil, su color político. El Día vendía 110.000, El País 100.000, El Popular 18.000. Eran politizados.

En 1967 hubo un gran lock-out patronal, que fue de tres meses, y eso significó un gran desarrollo de los informativos de radio y televisión. La gente empezó a ponerle más atención a las radios (sobre todo Carve y El Espectador), pero ahí surge Monte Carlo con los móviles, y empiezan a darse grandes hechos que importan, como la acción de  los tupamaros, que se intensificó. Hubo tres meses sin prensa, entonces la gente se acostumbró a otros medios, a la radio y la TV, y a una información más despojada. Ya en los 60, con la TV, la cifra de venta de los diarios había caído: estaba en unos 400.000 ejemplares. Y después vino la época de la lucha… En la época de Pacheco hubo algunas limitaciones, muchas menos de las que se dicen. Hubo alguna sanción, alguna clausura, pero había total libertad de prensa. Blankito lo dibujaba a Pacheco como un rey boxeador, y él no decía nada.

Pero cuando la dictadura proscribió políticos, los diarios se quedaron sin eje, sin rumbo. Porque todo era partidario, y había políticos detrás. Quedaron sin rumbo, y eso permitió la salida de los semanarios. Llegó a haber 17 semanarios, y entre todos llegaron a imprimir 170.000 ejemplares. Ahí cambió un poco el periodismo. En Uruguay cayó un poco la prensa escrita, pero en mi opinión, por culpa de la propia prensa: por no saber adaptase a los tiempos, y por no saber informar en situaciones extremas como la dictadura. En Chile, (Augusto) Pinochet era un dictador, El Mercurio era oficialista, editorializaba a favor de Pinochet, pero informaba lo que sucedía. Acá, nadie se animaba a editorializar a favor de la dictadura, pero informar, era información muy complaciente. Y eso hizo que afectara la credibilidad del público hacia la prensa. Después vino la crisis, y se quitó el subsidio a la prensa con la importación de papel.

-Su CV incluye algunos puestos polémicos como haber sido director del Centro de Difusión e Información de Presidencia durante el mandato de Juan María Bordaberry, hasta que renunció a fines de 1975. Incluso continuó en el puesto luego que las Fuerzas Armadas removieran a Bordaberry. ¿Le pesa en su pasado haber ocupado ese cargo?

-Cuando me dicen eso, lo primero que digo es que tengo 60 años y tres de funcionario en ese puesto. Ese cargo está en el CV mío en la SIP, está escrito por mí y no lo saqué, no hice como Tabaré Vázquez o (José) Korzeniak, que han sacado partes de la historia. Yo lo dejé, como una de las cosas que hice. Algunos han dicho que fui “secretario de prensa” de la dictadura, como una especie de ministro, y a los que dicen eso, les contesto: ¿Tienen algún recorte o algún documento que diga que fui secretario de prensa de Bordaberry? No fui secretario de prensa de Bordaberry.  No hay ningún recorte de prensa de la época o decreto que diga que tuve ese cargo. 

Cuando Bordaberry asumió nombró un prosecretario de Difusión e Información, un cargo político, ahí a nombró a Fernando Aínsa, hombre de Unidad y Reforma, suplente de Sanguinetti al Senado. Paralelamente, Luis Barros Tassano (secretario de Prensa de Presidencia) creó un grupo técnico y para eso llamó a tres periodistas: uno colorado, Barret Puig, uno blanco, Gerardo Achard, y uno de “izquierda”, que era yo. Yo no era de izquierda, pero soy más fundador del Frente Amplio que muchos que andan en la vuelta (yo era muy cercano a Zelmar, había sido del a 99). Era un centro de periodistas, contratados, part-time, que tenía el objetivo de facilitar el acceso de la información (de gobierno) a los periodistas. Barrios Tassano quería que un poco manipuláramos la información, pero con nosotros no había asunto, éramos técnicos, profesionales de la prensa.  Yo era corresponsal extranjero, miembro fundador del Club de la Prensa Extranjera.

Me echaron en 1975 por “comunista”, y yo de comunista nada. Si tú vas a los informes de los Servicios que hubo, podés ver… No sólo me echaron, sino que a los cinco meses me tuvieron 18 horas en Inteligencia, me allanaron la casa, me llevaron libros… En los Servicios dice que yo llamé a Seregni para avisarle que lo iban a meter preso, será cierto o no, pero dice eso. En marzo del 76, dos meses antes que mataran a Zelmar, yo estuve con él en Buenos Aires una hora y media, charlando.

-Lo que me quiere decir es que mal podría ser complaciente con un gobierno golpista y de derecha…

-Claro. Nunca, ni Héctor Rodríguez, ni Zelmar Michelini, nadie me reprochó nada, ni antes ni después (de haber estado en el Centro de Difusión e Información de Presidencia). Es más, cuando se restaura la democracia, tanto yo como (Héctor) Menoni, aquel periodista de United Press que fue señalado como espía de la KGB, fuimos electos presidentes del Club de la Prensa Extranjera en 1985 y 86. Yo fui director de la revista Noticia, la primera que dijo que había que votar NO en el 80. Por eso nos echaron, hubo que irse, y de ahí salió Opinar, dirigida por (Enrique) Tarigo, que era columnista mío en Noticia.

"No me consultaban para nada, pero nos enterábamos. Cuando un corresponsal estaba preso, yo me movía por él, porque además yo estaba en el Club de la Prensa Extranjera. Yo hice la huelga y fui echado por El Diario en el 73. Me moví defendiendo a los periodistas"

-En esos años, durante su gestión, hubo numerosas clausuras de medios y muchos periodistas torturados y encarcelados... ¿No estuvo al tanto en ese momento de que sucedía eso? ¿No lo consultaban?

-Estar ahí me sirvió de mucho. Vi la cobardía de muchos periodistas, de los periodistas que antes de Bordaberry no había nadie que los parara, y después vi lo lambetas que eran. Estando ahí vi muchos alcahuetes… Vi también lo que fue la misión de (Jorge) Batlle, la denuncia de la Junta Departamental en enero, el “febrero amargo” y junio (de 1973), esas son las fechas claves. Eso que dicen que El Popular y otros de febrero en adelante apoyaron a los militares, fue así y con un entusiasmo brutal… El único tipo que se paró y dijo “cuidado” fue (Carlos) Quijano. Hasta ahí, no hubo torturas de periodistas que yo supiera.

A partir de ahí, cuando empieza el gobierno cívico-militar, el país se divide en feudos. Vos no sabías lo que sucedía en Soriano o en la región IV. Hubo pocas torturas a periodistas, sí hubo más a corresponsales (extranjeros en Uruguay), los periodistas acomodaban el cuerpo, bastante. Que yo recuerde, falleció (Edmundo) Rovira, de El País, que en ese momento no se supo, después se cerró el diario El Día, cuando el cierre, yo renuncié, no me aceptaron la renuncia, y a la semana me echaron. Después, el centro siguió un año más. No me consultaban para nada, pero nos enterábamos. Cuando un corresponsal estaba preso, yo me movía por él, porque además yo estaba en el Club de la Prensa Extranjera, nunca dejé de ser socio de APU (hasta 2009). Yo hice la huelga y fui echado por El Diario de la noche, por hacer huelga, en el 73. Yo me enteré de algunas cosas y me moví defendiendo a los periodistas.

-¿Me puede recordar algún caso en particular?

-(Juan María) Bordaberry había mandado a (Hugo) Linares, ministro del Interior, a hablar con Guillermo Israel, que era corresponsal de una agencia alemana, y le preguntó si era cierto que había sido torturado, como yo le había dicho que me habían contado otros corresponsales. Israel le dijo: “Sí, señor”, se bajó los pantalones y le mostró los machucones. Suerte que tuvo ese coraje, porque si no me dejaba pegado. Digo esto porque María Urruzola dijo que yo estaba ahí y no hice nada, y salió (el periodista) Sergio Israel, hijo de Guillermo, y dijo que yo había salvado a su padre.

-En 1974 se integró a Búsqueda y meses después asumió como jefe de redacción. Primero fue revista mensual y luego semanario. Estuvo al frente del semanario hasta el año 2009. ¿Cómo califica la importancia de Búsqueda en la prensa uruguaya?

-Hay algunos libros de historia del periodismo que juzgan lo que es Búsqueda. Fue una forma nueva de periodismo que se hizo, en la cual, como dicen los que no me quieren, yo supe elegir la gente, que es lo único que sé, según dicen. Y quiero destacar algunos (periodistas) que fueron fundamentales como Daniel Gianelli, Tomás Linn, Miguel Arregui, y otros que vinieron como Claudio (Paolillo), como (Alejandro) Nogueira, entre otros. Búsqueda tiene una imagen que se ganó en toda esa historia, y fue una cosa diferente, muy creíble, y que se vendió muy bien. Esto parece muy neoliberal, pero cuando Búsqueda se vendió muy bien. Y por algo se vendió muy bien, porque era un valor. Búsqueda tenía reservas, no tenía deudas, y pagaba los mejores sueldos por lejos. Era la clave: que la gente trabajara contenta y tranquila.

-En noviembre de 2000 lo nombraron presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). ¿Cómo se veía el futuro del periodismo y la libertad de expresión a comienzos de siglo en el continente?

-Había habido una cierta mejoría. Habían terminado las dictaduras militares, entonces había un cierto renacer con las restauraciones democráticas. Se consiguieron varias leyes en varios países de acceso a la información pública, leyes para que los periodistas no fueran sometidos a la justicia penal, se creó la Relatoría de la Libertad de Prensa (esa fue una iniciativa de un congreso de la SIP), se establecieron las primeras denuncias aprobadas por la Unesco por la impunidad de asesinatos a periodistas, se sacó la Declaración de Chapultepec, la comisión de DDHH de la OEA se metió mucho en el tema de prensa…

"Acusar a un gobierno de que falta libertad de prensa porque les va mal a las empresas, no me parece que corresponda. Es como perder la cosecha y acusar al gobierno. Se puede decir que el gobierno no ha apoyado a la prensa para sobrevivir"

-En los últimos días se conoció el ránking en libertad de prensa que hace Reporteros Sin Fronteras y Uruguay cayó del puesto 18 al 44, tras un cambio metodológico en la forma de hacer la medición. ¿Qué le parecieron las explicaciones que dio la ONG a esa pronunciada caída? Recordemos que RSF también le contestó al ministro de Cultura, Pablo Da Silveira, quien había dicho que había una intencionalidad contra el gobierno.

-En el ránking que hace la SIP con los diarios latinoamericanos, Uruguay está en el número 1 en libertad de prensa. La SIP, que no está financiada por nadie, trabaja muy bien en eso. En la SIP todos los que fuimos o son directivos nunca hemos recibido ningún centésimo de ningún lado. Se financia con lo que pagan los socios, con los proyectos que se venden, pero los directivos de la SIP nos pagábamos todo: viajes, viáticos, todo. Cada empresa pagaba para que nosotros hiciéramos algo por la libertad de prensa. Sobre este ránking de Reporteros Sin Fronteras, no sé qué decirte. La SIP tiene a Uruguay en el puesto número 1 de libertad de prensa.

-Una de las explicaciones de RSF a la caída en el ránking fue la situación económica de los medios en Uruguay. Y está complicado el panorama... El Observador hace rato dejó de venderse en papel todos los días, La República no se sabe cómo subsiste, Búsqueda y Galería no están al día con sus trabajadores, y mucho antes sucumbió Últimas Noticias y otros. Los salarios de los periodistas han bajado notoriamente y hacer periodismo de investigación resulta muy caro. ¿Cómo se sale de este escenario poco auspicioso? 

-En base a lo que tú me decís, acusar a un gobierno de que falta libertad de prensa porque les va mal a las empresas, no me parece que corresponda. Es como perder la cosecha y acusar al gobierno. Entonces, se puede decir que el gobierno no ha apoyado a la prensa para sobrevivir. Pero si lo hiciera, tendría que apoyar a todos, tendría que subsidiar a la prensa, como pasó en los ’50, pero aquella era prensa partidaria. Hace dos años la SIP discutió la sostenibilidad de los medios y ese tema fue debatido. Y quedó claro que la SIP está en contra de los subsidios a los medios y en contra de la ayuda de los gobiernos a los medios. Es un principio de la SIP.

Pero bueno, cuando comenzó la pandemia, sumado a la crisis de la prensa, había que pedir ayuda a los gobiernos. El argumento -que yo defendí- es que los gobiernos democráticos tendrían que tener el celo de cuidar la democracia. Yo creo -es mi postura personal- que la prensa escrita es de los instrumentos que más ayudan a la democracia, aunque se vendan menos diarios. Los otros medios siguen la agenda de la prensa. Entonces, sin tomar una resolución, la SIP hizo una exhortación a los gobiernos, recordándoles la importancia de la prensa escrita en la democracia. Y hubo algunos que apoyaron (algunos apoyaron más, otros menos), Estados Unidos apoyó, para empezar, Colombia apoyó también, y otros no.

-¿Usted cree que el Estado uruguayo debería subsidiar a la prensa?

-(Piensa) Yo creo que debería establecerse algún mecanismo de ayuda, muy controlado, no parejo para todos igual, sino de acuerdo a sus ventas o a su rating, sino empiezan a llover medios que quieren ser subsidiados.

-Los medios, ¿en qué deberían invertir? ¿En más y mejor tecnología? ¿En pagar mejores salarios a sus periodistas? ¿En medios digitales?

-Pagarles más a los periodistas. Y es el mejor negocio que hay para el empresario. Tener gente que trabaja sin quejas, dedicada a su trabajo, contenta, y más un trabajo de este tipo, eso vale por 10. El tipo que está feliz con su trabajo, que tiene tiempo libre para estar con su familia y está bien pago, no tiene problemas en estar 18 horas esperando una noticia.

-En sus años al frente de Búsqueda y como líder de la SIP durante muchos años, ¿recibió muchas llamadas de presidentes o allegados ejerciendo presiones?

-Recibí algunas, sí. Ahora, hay quienes saben a quién llamar y a quién no. Así como recibí, les respondí: “Usted a lo suyo, yo a lo mío”. Te pueden llamar una o dos veces, después no llaman más. El problema no es que llamen, el asunto es decirle “no, señor”. No te voy a mencionar a nadie, pero fueron muchos. Yo, que he tuteado a casi todos los presidentes, les digo: “Vos lo tuyo lo hacés de la mejor forma posible, yo lo mío también”. Pero eso existe aquí y en todas partes. Y no sólo los políticos llaman, llaman los médicos, los actores de teatro, llaman de todos lados.

"En la Ley de Medios hay demasiada intervención en cuanto al manejo empresarial de los medios. La ley está como una espada de Damocles, capaz que fue para conformar la interna (del FA en el gobierno de Mujica)"

-“Cada vez que alguien me dice de controlar o regular a los medios mi primera respuesta es no”, dijo Lacalle Pou hace unos días en la conferencia por el Día Mundial de la Libertad de Prensa que organizó Unesco en Punta del Este. ¿Tiene razón? ¿Coincide en que “no hay mejor ley de prensa que la que no existe”?

-Sí, creo en eso: no hay mejor ley de prensa que aquella que no existe. Eso nace de la Segunda Enmienda de Estados Unidos.

-¿Qué le parece la Ley de Medios que se legisló en Uruguay?

-Tiene distintos aspectos. Es una ley medio embarullada… Cuando salió la Ley de Medios yo no estaba viviendo en el país, en ese momento, no la seguí muy de cerca. Voy al meollo: es una ley que con el argumento de la reglamentación de los medios electrónicos y del aire, digamos, se fue un poco más allá, me parece. Se metió demasiado en los contenidos (porcentaje de contenido nacional, etcétera). En eso se extralimita. Los estados están obligados a regular las ondas, las ondas no son de los estados, son internacionales. Una regulación en ese sentido ok, pero creo que acá se extendió, metiéndose en los contenidos, y hay demasiada intervención en cuanto al manejo empresarial de los medios. La ley está como una espada de Damocles, capaz que fue para conformar la interna (NdeR: del gobierno frentista de Mujica), ¿no?

-APU denunció a la senadora Graciela Bianchi ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por “una actitud hostil ante periodistas”, pero mirando el bosque completo, más allá de casos puntuales, ¿cómo está la libertad de prensa de los periodistas en Uruguay, comparados con la región y Latinoamérica?

-Mejor que en ningún lado. No sé qué dirá la CIDH. El presidente de México (López Obrador) todos los días tiene un programa de media hora en radio, que se llama Quién es quién, y se ocupa de denostar a los periodistas todos los días. La SIP tiene un programa para estudiar y medir la estigmatización de los periodistas. Yo he sostenido la tesis de que los presidentes no pueden hablar. Es decir, los presidentes -creo yo- no pueden decir cualquier cosa. Yo sostengo que los presidentes no deben tener la misma libertad de expresión que los ciudadanos. Los presidentes tienen una serie de privilegios que no los tienen los ciudadanos, y como contrapartida, tienen una serie de obligaciones, que no las tienen los ciudadanos.

El ciudadano es libre de hacer todo aquello que no está prohibido, los presidentes son libres de hacer todo aquello que les está indicado. Un presidente no puede decir: “los argentinos son una manga de ladrones del primero al último”, ¡no lo puede decir! Si no, después tiene que hacer un papelón. Un presidente no puede decir: “Esta vieja es peor que el tuerto”, si no después tiene que hocicar (no a la vista) y pedir disculpas.

Acá la libertad de prensa está bien. A mí no me presiona nadie porque me diga cosas en Twitter, eso no afecta el libre ejercicio. Afecta si Bianchi quiere hacer una ley de eso, afectaría si Bianchi no fuera una en 129 legisladores. Una vez un senador habló toda la media hora previa contra mí. Problema de Korzeniak, no mío. A mí qué me importa, no me siento presionado por eso.  El público opinará lo que quiera de Graciela Bianchi.

-En el pasado Día Mundial de la Libertad de Prensa fue reconocido por el Ministerio de Educación y Cultura por su destacada trayectoria y su compromiso por la libertad de prensa, precisamente. ¿Qué significó este reconocimiento a esta altura de su vida?

-A esta altura de mi vida fue un mimo al alma. Como lo dije allí: me pareció muy lindo, primero porque me lo da un gobierno que respeta la libertad de prensa; segundo, la fecha me es muy cara, porque este 3 de mayo es a nivel internacional, yo tuve un papel muy protagónico para que se eligiera ese día. Yo estuve en Santiago la primera vez que se celebró ese día, se sacó la Declaración de Santiago y fui uno de los co-redactores, fui el que hablé en todos los diarios de habla hispana en París, hablé en Bogotá al año siguiente por ahí. Pero fundamentalmente porque cada vez que tuve algún premio: cuando asumí la presidencia de la SIP, cuando me dieron el premio María Moors Cabot, y los demás (fueron 18), siempre se los he dedicado a mi esposa. Así que esa distinción también se la dediqué a mi esposa.

-¿Es feliz?   

-Muy feliz. Un hombre para ser feliz necesita dos cosas: una, tener el trabajo que le gusta, eso hace que no haya lunes; y la otra, embocar en la compañía. Y yo, por suerte, le emboqué.