El caso de Pablo Laurta, que conmocionó a Argentina y a Uruguay, sigue generando interrogantes en la opinión pública de ambos países, que todavía no logran explicar la mezcla de saña feroz y fría planificación que tuvo el criminal.
Tal como es de público conocimiento, Laurta viajó de Montevideo a Salto y desde allí cruzó clandestinamente el río Uruguay en una canoa. Allí contrató a un remisero para que lo llevara a Córdoba, pero, a pocos kilómetros de iniciar el viaje, lo mató y desmembró, y siguió el recorrido al volante del coche del infortunado trabajador.
Una vez en Córdoba, fue a la casa de su expareja, Luna Giardina, y la asesinó, al igual que a su suegra, Mariel Zamudio. Posteriormente secuestró a su hijo, de 5 años, y viajó con él en taxi hasta Gualeguaychú, desde donde pensaba retornar a Uruguay. En esa localidad fronteriza fue detenido por la Policía.
A medida que se conocieron detalles sobre el accionar de Laurta, surgieron hipótesis que apuntaban a un posible desorden mental del asesino. Sin embargo, un experto en la materia cree que el sujeto está perfectamente cuerdo.
Enrique de Rosa, psiquiatra y médico legista, abordó el asunto en una entrevista con la televisora entrerriana Canal 9 Litoral.
Allí cuestionó la idea de que el imputado haya actuado impulsado por una patología mental y sostuvo que se trata de una personalidad estructurada, con rasgos obsesivos y una racionalidad potencialmente peligrosa.
“Se piensa que la mente criminal tiene que ver con una patología y, en realidad, no. Son estructuras de personalidad que no cursan con una patología en el sentido clínico de la palabra”, expresó de manera liminar el experto.
Agregó además que “la enfermedad mental no es sinónimo de homicidio, y viceversa”, al señalar que la conducta del acusado obedecía a una lógica propia.
“Este sujeto ha sido un personaje que, de alguna manera, creía que lo asistía una causa justa. Armaba una narrativa propia, una modalidad, una serie de asociaciones que le daban coherencia a lo que hacía. Se autojustificaba con un criterio moral que él mismo construía”, sostuvo De Rosa.
El médico legista también mencionó antecedentes del acusado, conocidos tras los crímenes. “Había acosado a su exmujer durante mucho tiempo, tenía una causa judicial, y su propia madre había cortado el vínculo porque lo consideraba peligroso. El gran problema como sociedad es que no respondemos a esas alertas. Banalizamos cierto grado de peligrosidad y no tomamos medidas para protegernos”, advirtió.
Respecto al asesinato de Martín Palacio, cuyo cuerpo fue hallado decapitado y mutilado, De Rosa consideró que la violencia y la planificación no respondieron a un impulso momentáneo. “Este sujeto tenía una obsesión por el control, por la planificación. Da la impresión de que había un cierto goce en la preparación, no solo en el acto. Y que el homicidio haya sido criminis causa —es decir, para ocultar otro delito— encaja con un perfil obsesionado con que todo pase como él lo había previsto”, explicó.
En cuanto al secuestro del hijo de 5 años de Laurta, que el acusado habría intentado justificar como un gesto de amor paternal, el psiquiatra lo interpretó como una muestra de posesión narcisista. “No lo cuidó, no lo alimentó, no tenía ropa. No hay amor en eso. El hijo era un objeto, una posesión que la esposa le habría quitado. Es una lógica material, narcisista: le sacaron algo que sentía como parte de sí mismo”, analizó.
Finalmente, el especialista se refirió a la reacción del acusado al momento de su detención. “Ahí es cuando se descompensa. El relato interno, fantasioso, con cruces de ríos en kayak y escenas cinematográficas, se choca con la realidad. El plan se detiene. Y ese choque con lo concreto puede haberlo quebrado”, concluyó.