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Esta extraña influenza

¿Qué medidas tomó Uruguay en la Gripe Española y qué mortalidad dejó aquella pandemia?

¿Fue muy diferente lo vivido en la Gripe Española y la COVID-19? Virólogos y médicos analizan la gravedad de las dos pandemias y las acciones que se tomaron.

30.10.2020 08:58

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2020-10-30T08:58:00-03:00
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Por Martín Otheguy

Nuestra primera entrega sobre los efectos de la Gripe Española en el Uruguay pintó el panorama de una respuesta tardía por parte de las autoridades, los médicos y también la prensa.

En la segunda entrega de este ciclo sobre la "madre de todas las pandemias" analizamos las medidas sanitarias tomadas entonces (en comparación con las aplicadas en el 2020), los efectos en la salud de la población y también la buena actuación médica una vez que se tomó conciencia del problema.

Aunque hayan sido más tardías que lo que ocurrió con la COVID-19, Uruguay aplicó medidas sanitarias severas cuando se hizo patente que la gripe estaba afectando a la población. Algunas comenzaron en octubre y otras en noviembre de 1918 (recordemos que el primer buque con infectados llegó el 23 de setiembre). La palabra "protocolo" no dominaba los medios por entonces, pero algunas de estas medidas son equiparables a las que se volvieron familiares este año.

El olor era ya "un tema central", dice el profesor Víctor Serrón en el trabajo Epidemia y perplejidades médicas: Uruguay, 1918-1919, "asumido por la mayoría de los uruguayos". "Es de la mayor utilidad toda medida que tienda a desinfectar los hogares, pues, de ese modo, puede darse como verdad indiscutible que no es fácil que prospere la epidemia", decía La Tribuna Popular el 6 de noviembre. Entre los productos recomendados se mencionaba cloro, azufre, óxido de plomo, ácido clorhídrico, ácido sulfúrico, entre otros. En algunos casos parecía peor el remedio que la enfermedad.

El diagnóstico de la gripe o influenza no siempre era fácil, sobre todo en un ambiente donde confluían varias enfermedades infecciosas comunes en la época, como tuberculosis, difteria o sífilis, entre otras.

En el ámbito privado, los sanatorios tenían reglamentos internos que obligaban a seguir normas de higiene, indica la doctora Sandra Burgues Roca en el trabajo La pandemia de gripe en Uruguay 1918-1919. Estas eran las medidas profilácticas que demostraban, después del aislamiento, eficacia para controlar el avance de las epidemias, señala.

Uno de los artículos de estos protocolos, divulgados por la Revista Médica del Uruguay, indicaba: "Los enfermos podrán ser visitados en su habitación desde las 8 AM hasta las 8 PM. Siendo prohibido estacionarse en el zaguán, escupir fuera de las salivaderas y tomar mate fuera de la habitación". Hoy en día, en plena búsqueda idealizada de la asepsia por la COVID, resulta un poco difícil pensar en un reglamento que no tiene problemas con que se escupa, siempre y cuando sea en el lugar reglamentado.

La revista Caras y Caretas, que se distribuía en Argentina y Uruguay, emitió una serie de recomendaciones contra la influenza en su edición del 2 de noviembre de 1918. Recomendaba como tratamiento más eficaz "un laxante de magnesia, o aquel que se tenga hábito de emplear", lo que hace suponer que más de uno quiso disimular los síntomas. Además, recordaba que "el miedo es lo que más deprime el sistema nervioso y es una buena medida ejercitar la voluntad para no dejarse dominar por un temor que nada justifica, ya que la influenza es bien conocida y se combate con éxito"

Las autoridades del Consejo Nacional de Higiene decidieron tomar medidas de control sanitario a todas las personas que llegaban al país por vía marítima o terrestre, cuenta en su investigación Burgues Roca. Se visitaban los buques detenidamente y después de hacer la desinfección de los equipajes se permitía bajar al pasajero. Si venían enfermos se los trasladaba al Hospital Fermín Ferreira y se los asistía en "riguroso aislamiento". De lo contrario quedaban en aislamiento en el lazareto de la Isla de Flores, una realidad muy distinta la cuarentena de estos días.

Los pasajeros sanos eran observados por dos días. Como ocurre ahora, se colocaron en la frontera con Brasil puestos sanitarios de desinfección y observación de las personas que ingresaban a Uruguay (los que venían enfermos, igual que los que llegaban en buque, quedaban aislados en hospitales).

Las medidas de control sanitario en los barcos comenzaron el 3 de octubre de 1918 (diez días después de la llegada del Demerara), pero como hubo resistencia a que las embarcaciones fondearan en la rada (donde se esperaba la visita de las autoridades sanitarias) luego se autorizó la entrada de los buques al antepuerto.

A medida que avanzaba la gripe, se "protocolizaron" las medidas para los pasajeros enfermos. Según la médica e historiadora, estas incluían desinfección de la ropa interior, que se hacía "en la estufa de a bordo o por desinfectantes químicos" (buena suerte para volver a usarla), así como limpieza de todo el equipaje. Si tenían gripe común, podían desembarcar y ser asistidos a domicilio. Si tenían síntomas de "gripe insólita", como se llamó entonces a la Gripe Española, eran llevados a la isla de Flores.

La Isla de Flores, donde hacían cuarentena los enfermos. Foto: Wikimedia Commons.

Las perillas de la cultura

Igual que sucedió en el 2020, las medidas de control sanitario urbano establecidas intentaban evitar las aglomeraciones, aunque se impusieron por un tiempo menor. Se cerraron escuelas, liceos, universidad, teatros, cines, y se prohibieron los "espectáculos públicos de larga duración" hasta el 1° de diciembre de 1918, cuando la incidencia de casos había disminuido. Lo mismo ocurriría en los dos meses de mayor influencia de la pandemia en 1919, cuando la nueva ola de la enfermedad golpeó al país.

"La vida se vio afectada igual que ahora en aquella época, ahora con nuevas facetas, pero en aquel momento también se exigía cubrirse el rostro al toser o estornudar, usar mascarilla o cumplir distanciamiento en cuanto al saludo. Pero fue menor el aislamiento social, no hubo una cuarentena prolongada como se ve ahora en algunos países, o el fenómeno de algo terrorífico para los ancianos, que es el quedarse aislados en sus casas o residenciales sin que las familias los visiten. Eso es algo conmovedor y manifiesta otras vertientes que tienen que ver con la influencia de lo psicológico", explicó el médico e historiador Antonio Turnes a Montevideo Portal. La suspensión de espectáculos públicos fue "por un tiempo breve", agregó.

Turnes comentó que al igual que ahora hubo resistencia de algunos sectores a la suspensión de actividades. "Esa resistencia ocurrió debido a las consecuencias económicas y sociales, que en el caso de una pandemia no se pueden valorar en el corto plazo", afirmó.

Se distribuyeron afiches y folletos preventivos, se realizaron inspecciones a locales públicos por parte de la Dirección de Salubridad así como desinfección de escuelas y calles.

Burgues Roca recuerda que los autos y taxis eran desinfectados diariamente con formol en la Casa de Desinfección y "se aplicaban multas de $10 a los propietarios que no cumplían con estas normas sanitarias".

Hubo una difusión masiva de folletos de educación y prevención para la gripe incluso luego de terminada la pandemia, apunta la médica.

El virólogo Juan Cristina, que estudió la información disponible sobre Gripe Española en un trabajo que comentaremos más adelante, dijo a Montevideo Portal que al igual que ocurrió ahora "hubo susto, paranoia, y consecuencias sociales". "A la gente que tenía síntomas se la mandaba para la Isla de Flores, se echaba la culpa a los inmigrantes españoles e italianos que traían la peste, se fumigaban los equipajes de todos los que venían en barco. El Ejército fumigaba las calles de Montevideo, lo que en realidad no servía para nada", contó.

Otra clase de ollas solidarias

Si bien en este 2020 las ollas solidarias tuvieron como objetivo ayudar a la población afectada por los efectos colaterales de la pandemia (los problemas económicos al restringirse actividades), y aunque en 1918 y 1919 la suspensión de las actividades no fue tan prolongada (limitándose a los meses de mayor registro de casos) las organizaciones sociales se movilizaron para ayudar a los más perjudicados directamente por la epidemia.

Se brindó apoyo económico y se realizaron envíos de ropa, comida o se consiguió asistencia médica.

Por ejemplo, Burgues Roca cita al doctor Vidal y Fuentes, que publicó la distribución de los fondos recolectados por la Liga Uruguaya contra el Alcoholismo a beneficio de las víctimas.

Otra organización que también brindó asistencia solidaria fue el Consejo Nacional de Mujeres del Uruguay, que colaboró a través de una ayuda económica para las "madres enfermas de gripe".

Se creó (oficialmente) la Comisión de Protección contra la Gripe, con el objetivo de asistir a los
hogares más pobres con alimentos, abrigo y dinero.

Revista Caras y Caretas, noviembre de 1918

Las vacunas que no llegaron

En aquel momento se hicieron varios intentos y pruebas con vacunas en pacientes en diferentes hospitales, narra Burgues Roca, aunque con protocolos muy alejados de las "fases" que nos tienen en vilo con el nuevo coronavirus.

En 1919, el doctor Julio E. Moreau presentó un extenso informe sobre los resultados de una vacuna de su invención, aplicada en varios pacientes internados en el Hospital Maciel de Montevideo. Solicitó la aprobación, tras un informe en el que hablaba de resultados favorables, con mejoría de 24 a 48 horas.

El Instituto de Higiene la analizó e informó que la vacuna "presentaba excelentes condiciones de asepsia, innocuidad y pureza por lo que se puede entregar a la venta", autorizando el Consejo Nacional de Higiene su fabricación y venta.

Otra vacuna, probada en pacientes del Hospital Vilardebó, fue fabricada por el farmacéutico Alfredo Prunel, también autorizada para ser vendida con el nombre de "Vacuna antigripal preventiva y curativa". Ninguna de estas vacunas, sin embargo, generaba inmunidad o permitía parar los contagios. "Se trató de vacunas que naufragaron en un mar de buenas intenciones", dijo a Montevideo Portal Antonio Turnes.

En estas épocas en las que todo se cuantifica y el progreso de la enfermedad parece medirse en los reportes diarios de los casos, merece un análisis aparte lo ocurrido con la morbilidad y mortalidad de la Gripe Española, en comparación con lo registrado en este 2020.

Los muertos que vos matáis

Del análisis estadístico de los informes oficiales, surge que la Gripe Española mató a 926 personas en la primera ola y 1089 en la segunda. Hasta ahora, la Covid-19 nos ha dejado 55 fallecimientos.

En la primera ola la mayor mortalidad fue en el litoral norte, frontera con Argentina y Brasil. Afectó principalmente a población de bajos recursos socioeconómicos. En la segunda ola se registra una mayor mortalidad al sur del país (mucho menor y casi nula al norte) donde había sido elevada el año anterior. Afectó principalmente a la población de buenos recursos socioeconómicos.

La precisión sobre la cantidad de casos (no muertes) sin embargo, se enfrenta a algunas dificultades. Burgues Roca señala que los datos sobre el número de casos son aproximados, pues según se informa en los registros, muchas veces por sintomatología leve no se consultaba y la población acudía directamente a las farmacias a conseguir la medicación habitual indicada para los síntomas de gripe.

Turnes dijo a Montevideo Portal que las cifras de mortalidad que se dieron son variables, a tal punto que algunos reportes (como ya veremos) estimaban en cerca de 7.000 los muertos. "Quedó fuera de control porque no todo se podía atribuir a la gripe y la cobertura médica en aquel tiempo era escasa, estaba centrada en Montevideo y las principales ciudades del interior; sí sabemos que el virus se expandió rápidamente por todo el territorio, llegando a poblaciones que estaban bastante aisladas. Pero eso incluso sucede ahora; hay muchas cosas que se atribuyen a la Covid pero a veces no se sabe, porque si no se investiga la causa en cada caso es difícil de determinar. Que alguien murió en el medio de una pandemia no quiere decir que haya muerto por el virus", dijo.

Revista Caras y Caretas, noviembre 1918.

La tasa de mortalidad por gripe que se oficializó en el año 1920 por parte del Consejo Nacional de Higiene fue de 0,64 por mil habitantes en las dos olas epidémicas sumadas. Sin embargo, otros modelos estadísticos proponen una cifra mucho más elevada. Serrón recuerda que el entonces inspector de Sanidad Terrestre, Dr. Julio Etchepare, aplicó una modalidad usada por el higienista argentina Emili Coni para concluir que la tasa fue de 4,22 por mil habitantes, lo que da una cifra de 6.045 uruguayos muertos para una población estimada en 1.429.585 habitantes en las dos olas de la gripe.

Sin embargo, investigaciones más recientes apuntan a cifras mucho menores. El trabajo The 1918 influenza pandemic in Montevideo, de Juan Cristina (del Laboratorio de Virología Molecular de Facultad de Ciencias), Raquel Pollero y Adela Pellegrino (ambas de Facultad de Ciencias Sociales), estudia solo las muertes registradas en la capital, pero obtiene números que se aproximan más a los oficiales. Los investigadores calcularon la mortalidad de la pandemia en base al exceso de muertes registradas por problemas respiratorios en 1918 y 1919 en relación a las estadísticas de años anteriores. Según estos datos, hubo un exceso de 513 muertes por problemas respiratorios en Montevideo en 1918 y de 801 en 1919.

Cristina dijo a Montevideo Portal que se centraron en la capital porque era donde había registros más fidedignos como para permitir hacer un cálculo aproximado. "Eso te da una idea de cuál es el daño que causa la enfermedad", dijo.

"Hoy tenemos un laboratorio del Siglo XXI, pero en esos casos muchos diagnósticos eran por observación de la autopsia. Hubo una discusión sobre cuánta gente efectivamente se murió en la pandemia de 1918 en el mundo, y hay diferencias grandes. Lo que sucedió en Montevideo es que el problema fue la morbilidad que causó gripe (el extraordinario número de casos, que generaba hacinamiento en los hospitales), pero afortunadamente las muertes no fueron tantas", observó Cristina. Según las cifras oficiales, unas 420.000 personas se vieron afectadas por la enfermedad.

Sus estudios concluyen que Montevideo fue golpeada primero por la segunda ola de la Gripe Española (que llegó al final de la primavera). En julio de 1919 sufrió el impacto de la tercera ola a nivel global, en pleno invierno. "Sirve para aprender sobre epidemias futuras o como la que estamos sufriendo ahora. Al contrario de lo que preveíamos, en 1918 la gripe llegó fuerte en primavera, lo que significa que las estirpes que son pandémicas se saltean las estaciones, y eso va a ocurrir incluso con esta, aunque se trate de otra familia de virus", dijo, en relación a los casos de COVID-19 que pueden registrarse en el verano.

El trabajo remarca que los indicadores de salud del Uruguay por entonces eran cercanos a los de países desarrollados, y que el impacto de la pandemia "alarmó a la sociedad uruguaya, con una cantidad de casos significativa para una población pequeña".

Si uno toma las cifras oficiales de fallecimientos de la Gripe Española y las compara con las de las peores epidemias del país puede hacerse una idea de su gravedad. La Fiebre Amarilla de 1857 dejó entre 1500 y 2500 muertos. El cólera de 1867 y 1868 dejó 2952 muertos.

Las comparaciones son odiosas

¿Fue la Gripe Española peor que la Covid-19? Los números parecen indicarlo así, tanto en el mundo como en Uruguay, pero ni Antonio Turnes ni Juan Cristina se animan a aseverarlo. Hay muchas variables a considerar, entre las que se encuentra el transcurso de un siglo.

"Es difícil saber si era una enfermedad peor", contesta el virólogo. "La estirpe de la cepa española tenía algunas particularidades, porque la capacidad de infectar las células humanas a través de una de las proteínas de la superficie la hacía particularmente infecciosa", agrega. Eso hizo que cuando en el 2009 emergió una cepa parecida a la de la Gripe Española (también A1H1), "el susto fue tremendo". "Afortunadamente era parecida pero tenía algunos cambios que la hacían menos agresiva", señaló.

El virólogo aclaró además que la COVID-19 está en curso, por lo que no puede hacerse una evaluación aún. "Lo que sí hay son lecciones para aprender de todas las enfermedades virales emergentes. Por ejemplo, de cómo se movió el sector salud y las medidas implementadas entonces, que salvaron muchas vidas. Dejaron además unos registros muy prolijos de todo lo que pasó, lo que nos permitió hacer este trabajo", consideró.

Cristina dijo que es verdad que, como dice el profesor Serrón, al comienzo hubo negación, "pero era comprensible que (el nuevo virus) fuera difícil de detectar". "Después hicieron un trabajo estupendo y nos puede permitir aprender lecciones para futuras pandemias", concluyó.

Turnes resaltó que al comienzo "le restaron importancia y eso obró a favor de que se esparciera rápidamente sin medidas adecuadas". "Se minimizó el asunto en su momento. Lo tomaron como una gripe estacional habitual, incluidas las figuras de la sanidad de la época. Sin dudas la reacción con la COVID-19 fue mucho más eficaz, rápida y muy razonable, bien proporcionada, y eso explica el resultado obtenido en Uruguay respecto a otros países de la región", afirmó.

Para el médico, en los primeros tiempos "estaban divorciados de la realidad", pero había algunas razones para ello. Tenían poca información, porque "no fluía como puede fluir ahora". "Un médico en Tacuarembó llevaba cadáveres apilados en un carro y eso quizá no llegaba a Montevideo. La rapidez con que se difunde la noticia hoy, sin embargo, es instantánea. Surge algo en China y se puede comunicar al mundo enseguida si se hizo público", dijo. Incluso aunque China no sea el país más transparente del mundo.

En la línea de Cristina, Sandra Burgues Roca destaca que el país tenía indicadores avanzados en salud y que la tasa de mortalidad de la Gripe Española fue baja. Resalta también que "las medidas higiénicas preventivas fueron más importantes que los fármacos".

Virus contra virus

Para Turnes, "tal vez fuera más agresivo el virus de 1918", pero hay otras variables que inciden. La falta de conocimiento de medidas de prevención adecuadas hizo que se difundiera más rápidamente y los daños fueran mucho mayores, apuntó. "Si comparamos la mortalidad -porque en definitiva es lo que primero podemos apreciar-, que hayan muerto 25 millones de personas en 25 semanas en la Gripe Española no tiene paralelo con la situación actual. Ahora se magnifica muchísimo una cosa que es mucho menor. Es un fenómeno propio de la época, la hipercomunicación en parte satura el entendimiento de la gente", dijo.

Juega en esto "el grado de desarrollo de las comunicaciones y lo que incide eso en la conducta de las personas y los Estados". "Esta es una experiencia nueva, algo que paralizó al planeta durante bastante tiempo con consecuencias que no son comparables a aquellas de la epidemia de la mal llamada Gripe Española", agregó.

Si es fácil pontificar con el diario del lunes, mucho más lo es con el diario del lunes de cien años después. Como Turnes aclara, antes de juzgar con severidad las demoras que hubo en 1918, hay que recordar las posibilidades de diagnóstico que brinda la investigación científica hoy en día. Aún así, incluso en este 2020 fuimos testigos de cómo se va rectificando la información a medida que surgen nuevos estudios.

"Van a tener que pasar muchos años para medir la influencia de todo esto", señaló Turnes al respecto de las consecuencias sociales y económicas de la COVID-19. En el caso de la Gripe Española ya pasó un siglo, aunque el cálculo en cifras no sea sencillo.

Según el trabajo Efectos económicos de las pandemias: una mirada a largo plazo, de Pablo Marmissolle y Carolina Romero (del Instituto de Economía, Udelar y el Fcea), el impacto directo de la pandemia de 1918 - 1919 sobre el PIB y el consumo de los hogares para las economías del mundo, en promedio, se estimó en -6% y -8%, respectivamente. En el caso de Estados Unidos, la caída en la producción manufacturera causada por la pandemia se estimó en 18%. Eso da una idea del balance de la COVID-19 que nos puede esperar en unos años.

 

 

Por Martín Otheguy


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