El 13 de julio de este 2025, Luis Alberto Lacalle Herrera cumplirá 84 años. El expresidente nacionalista se siente protagonista de la historia política del país, pero dice que ahora está “al costado”. Por eso, por la profundidad de miras que da el paso del tiempo, se permite repasar su vida en retrospectiva. Y decidió hacerlo en tres partes cuando acometió dicha tarea en una trilogía de libros. Primero fue La historia vivida. El Herrerismo (1980-89), de 2020; recientemente publicó La historia vivida. El gobierno (1990-95), y asegura que el próximo año lanzará un repaso a su periplo político ya como expresidente, hasta que en 2010 y tras perder el balotaje con José Mujica, se alejó de la vida política activa.

La excusa de la publicación del segundo tomo de su ambiciosa producción bibliográfica con Penguin Random House fue oportuna para visitarlo en su casa, frente a una estufa prendida y rodeado de libros en español, inglés y francés. En la oportunidad, Lacalle Herrera repasó bondades y errores de su administración, pero también se permitió reflexionar sobre su hijo, el expresidente Lacalle Pou —a quien considera mejor político que él mismo—, sobre Mujica y su relación con él y sobre cómo ve hoy el gobierno del frentista Yamandú Orsi.

Usted dice en el libro que le costó bastante conseguir mayorías parlamentarias, dado que no tenía mayorías propias. Y no siempre contó con los votos colorados para poder legislar. En aquel momento, el gran duelo era entre blancos y colorados, y los frentistas eran menos. Hoy impera una lógica binaria: el FA por un lado, blancos y colorados por otro, como aliados. ¿Pudo llevar adelante su agenda legislativa, en términos generales?

En ese momento, estaba la antigua lógica política del Uruguay: blancos y colorados. Y como estábamos en ley de lemas, se juntaban los votos de los candidatos blancos de un lado, los votos colorados del otro y nos sumábamos, y ahí se daba el resultado. Yo pretendía aplicar un criterio parlamentarista o europeo. Si estás en el gabinete, acompañás en el Parlamento. Entonces, esa lógica no funcionó.

Respecto a poder llevar adelante la agenda, creo que el resultado que califica El Observador al final del período —que está en el anexo final del libro— demuestra que sí. Incluso la primera ley, que fue un ajuste fiscal muy duro, contó con los votos de todo el Partido Colorado que se sentía un poco responsable de la administración anterior. En materia fiscal llegamos a tener superávit después de comenzar con un 7% de déficit. En el año 91 hubo superávit.

Luego, algunas medidas fueron aprobadas. Por ejemplo, la desmonopolización de los seguros fue aprobada, los presupuestos fueron aprobados, las rendiciones de cuentas con algún relato que hago yo ahí en el libro en cuanto a los artículos. O sea que legislativamente no contábamos con una mayoría, pero aparecía. Es decir, se fue desgranando el apoyo. Primero se separaron los del Foro Batllista, recién creado, y luego quedaron [Jorge] Batlle y [Jorge] Pacheco acompañando. Así que tampoco estábamos muy huérfanos.

¿Con quién tenía mejor sintonía para llevar planes adelante: con Jorge Batlle o con Julio María Sanguinetti?

Con Jorge Batlle notoriamente, porque pensábamos bastante parecido. Batlle, en el año 65, había dirigido el gran viraje de la 15. Jorge Batlle, heredero de la más antigua tradición política del país, le da a su batllismo un tono mucho más moderno, mucho más crítico del Estado. Y entonces éramos muy parecidos. Incluso en el debate preelectoral que dirigió Néber [Araújo]: los que lo vieron, vieron que había matices; estábamos muy cerca.

El doctor Sanguinetti —y por eso yo digo en el libro que la escisión de la 15 gravitó en contra de los intereses del gobierno—, para alejarse de Batlle y de Lacalle presidente, se corrió un poco más a una lejanía, digamos, del gobierno. El más seguro apoyo fue el de Pacheco [Areco]. Pacheco, con ese lenguaje tan gracioso que él usaba, cuando yo hice toda la exposición en el Parque Hotel, me miró y me dijo [lo imita]: “Ni un guijarro de dificultad pondré en su camino”. Y estuvo a muerte.

Se suele decir, seguramente en una mirada simplista o maniquea, que su gobierno fue “privatizador”. ¿Cuán equivocada es esta lectura?

Bueno, yo creo que “privatizador” ha adquirido un sentido más alejado de lo que la palabra dice. Es decir, hay palabras que, si uno las junta o las pronuncia… mire, si uno dice “reforma” y le agrega “agraria”, es algo más que organizar de otra manera la explotación. Si uno dice “reglamentación” y “sindical”, adquiere poco menos que las características de un ataque a la vida sindical. “Privatizaciones” se convirtió en una muletilla que, en este caso, es equivocada, porque debía haberse dicho sobre la Ley de Empresas Públicas: incorporación de capital privado o privatización parcial. Porque en la ley de empresas públicas, la que fue derrotada en el referéndum, el Estado conservaba el 40% del capital. Así que “privatizaciones” es mucho decir. Y después algo pintoresco que yo lo señalo: cuando aparece el teléfono móvil, que fue al fin del gobierno —eran unos ladrillos de tal porte—, cuando había dos ondas, yo le otorgué una a Antel. O sea que el famoso “privatizador” le dio al Estado unas mejores empresas que tiene.



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Y hablando de muletillas, lo de “neoliberal”, ¿cómo le cae?

Yo soy liberal conservador. Es decir, la vieja tradición del Partido Nacional. Liberal en cuanto a la libertad en todos sus aspectos (personal y de opinión y todas las libertades políticas), por supuesto que sí, porque el Partido Nacional fue el que las obtuvo para nuestro país. Y también en lo económico, pero esto no quiere decir “unidireccional”. La palabra “liberalismo” quiere decir una cosa acá y en Estados Unidos quiere decir lo opuesto. Así que en cuanto a términos tendríamos que afinar. Lo que nosotros sostenemos es que el concepto de libertad del gobierno nos permite a nosotros decir que acá el Estado tiene que avanzar, y acá tiene que retroceder. Es decir, no es un molde: es una actitud de libertad de los ciudadanos que se mejora si puede elegir entre el Banco de Seguros o los cuatro o cinco aseguradoras privadas que hay. Es cultivar y fomentar la libertad.

Pero usted habla en el libro de priorizar o darles ventajas a los capitales privados. Me hizo acordar a la metáfora de su hijo, Lacalle Pou, de los “malla oro” como los responsables de apuntalar la salida de la crisis de la pandemia...

Vamos a distinguir el tiempo y el tiempo histórico. El tiempo es el paso de días, semanas, meses y años, que es igual para todos. Pero la historia a veces acelera. Yo le digo que cuando yo era presidente no había teléfono móvil, no había internet, no había redes, y el gran invento ¡era el fax! Mirábamos salir la hoja como un milagro, como si hubieran puesto una hoja en la China y aparecía en mi aparato. Entonces es muy difícil comparar, por esa tecnología nueva, Lacalle Pou con Lacalle Herrera o Lacalle Herrera con Lacalle Pou, y además el cambio institucional. Es decir, Lacalle Pou es hijo del sistema de balotaje. Yo soy hijo del sistema de lemas. Me parece que lo que tenemos en común es cultivar la libertad.

Advertí eso. Leyendo su libro, usted insiste en el concepto de la “libertad”, algo con lo que también machacó su hijo… 

Cierto, la famosa “libertad responsable”, o con la LUC él hablaba de un instrumento de libertad. En las grandes líneas, comulgamos los dos con un concepto muy arraigado en nuestro partido, tanto en política nacional como internacional. Somos herederos de Luis Alberto de Herrera y del Partido Nacional. Pero en la comparación así, estricta, estamos separados por años, que vale lo mismo todo, pero separados por tecnologías que están a cien años.

Hace unos años me dijo que, según su concepción, el Estado no tiene que ser “ni grande ni chico, ni mucho ni poco: lo necesario”. En concreto, ¿qué papel jugaron en su administración? ¿Cuánto es lo necesario?

No nos quedemos en lo económico. En nuestro gobierno la pobreza bajó a la mitad y el Fondo de Inversión Social que dirigió mi hermana Inés Lacalle fue un gran éxito, es decir, los CAIF aumentaron, se duplicó el número de viviendas de Mevir. Ahí el Estado intervino, e intervino eficazmente. Así que no tenemos ese concepto absoluto, dogmático. Nosotros, al ser nacionalistas, como nos definimos, nos permite usar los instrumentos adecuados para el fin. ¿Martillo o destornillador? Cuando hay que martillar, martillo. Ahora, si uno quiere destornillar con un martillo, no le va a ir bien. Ese es nuestro concepto del Estado: subsidiario, instrumento, y no un fin en sí mismo.

“Al ser nacionalistas, eso nos permite usar los instrumentos adecuados para el fin. ¿Martillo o destornillador? Cuando hay que martillar, martillo. Ahora, si uno quiere destornillar con un martillo, no le va a ir bien. Ese es nuestro concepto del Estado: instrumento, y no un fin en sí mismo”



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Perdió el referéndum que terminó derogando algunos artículos de la Ley de Empresas Públicas. ¿Cree que no fue entendido por parte de la sociedad?

No fue comprendido, o estuvo mal explicado. Ahí la responsabilidad es nuestra. Segundo, fue combatido con eslóganes. En ningún momento dijo alguien: “Sí, pero el 40% queda para el Estado”. Y la ley preveía propiedad de los trabajadores: un 8%.

¿Y el gobierno por qué eso no lo explicó más?

Y bueno, ese fue nuestro error. Por cierto, que habiendo votado a Jorge Batlle una enorme cantidad de gente y diputados comulgaban con este tipo de medidas. Entonces, el ingrediente electoral también apareció. Yo creo que fue una conjunción de factores que nos dieron el mal resultado ese.

Hay episodios no muy recordados, como el impulso de su gobierno por ampliar el dragado del canal Martín García o de potenciar el puerto. ¿Por qué fue tan importante la ley de puertos, algo que usted siempre destaca?

El puerto es la semilla de la nacionalidad oriental. Si somos una entidad distinta de las Provincias Unidas y del Brasil, es por la bahía de Montevideo. La prueba está que durante la época colonial fue el “caramelo”, el objetivo más querido por el imperio de Brasil y por Buenos Aires. Entonces, ahí no solamente aplicamos un criterio de que era mejor la libertad portuaria, de iniciativa, sino que además estábamos fortaleciendo el origen mismo del país. La libertad de puertos no solo determinó mayor eficacia. El puerto de Montevideo, en el año 90, manejaba 100.000 contenedores, y, al fin de nuestro período, eran un millón de contenedores. Es un puerto regional, no es solamente para el Uruguay: es para el Paraguay, para Bolivia, para el sur argentino.

Por eso le damos gran importancia. No solamente porque el puerto dejó de ser “sucio”, como se dice cuando un puerto es caro, y dejó de ser lento, sino que hizo florecer todos los puertos, como el de Nueva Palmira, toda la costa de Colonia: hoy día son verdaderos emporios económicos. Por eso es que le damos importancia a la ley de puertos. Si a mí me dieran a elegir de qué se van a acordar de mí, me gustaría que fuera la ley de puertos.

Usted habla del recordado episodio de la asonada frente al Hospital Filtro el 24 de agosto de 1994. Señala en el libro que ese evento convirtió a Ángel María Gianola en “uno de los ministros del Interior más prestigiosos de los últimos tiempos”, cuando fue un hombre muy criticado por la izquierda, sobre todo por la represión de ese operativo. ¿Por qué?

Eso sí ya confirma que era un buen ministro [se ríe]. Gianola tiene una larga actuación como herrerista. Fue electo diputado por la lista de [Enrique] Erro, oh, ironía. En el año 1958, era el segundo titular de la lista de Erro. Fue ministro de Industrias del primer gobierno blanco, después fue senador, y después quedó al costado. Yo siempre lo aprecié mucho, un hombre de mucho carácter, un hombre muy simpático, muy italiano. Lo convoqué para ser ministro del Interior al Conde Gianola; le decían así porque tenía una elegancia...

En ese episodio se ha puesto el microscopio en el lugar equivocado. El sistema de la extradición funciona de Poder Judicial a Poder Judicial. El Poder Judicial español se dirige al ministro de Relaciones Exteriores de su país porque ese es el que se comunica con los otros países. Y este mandata al ministro de Relaciones Exteriores, nuestro ministerio manda a la Suprema Corte de Justicia. Y la Suprema Corte resuelve que sí, que cabe la extradición de los vascos. Ahí empieza la huelga de hambre que no era muy estricta. Y cuando llega el momento que viene un avión a buscarlos, había que llevarlos desde el Hospital Filtro, donde estaban estos ayunantes, llamémosle, hasta Carrasco, es decir, 4 kilómetros. Era el cumplimiento de un trámite. El Poder Ejecutivo no tiene nada que decir, ni opinar.

La Corte le dice: “Mire, lleve a esta gente a tal lado”. “Sí, señor”, y a llevarla. Entonces, ahí empieza toda la incitación a la violencia que parte de una relación muy estricta y muy cercana entre la ETA y los tupamaros. La ETA es responsable de 800 muertes en España, y empieza a darse manija, como se dice vulgarmente. Ahí cometen el error muchos políticos de ir al Filtro, donde se empezaba a formar una manifestación, una multitud. Va [Líber] Seregni, va [Tabaré] Vázquez, va [Alberto] Zumarán, van unos cuantos. [José] Mujica y sus aliados, [Jorge] Zabalza y [Eleuterio] Fernández Huidobro contribuyen a esto. La radio Panamericana, el baño de sangre para la juventud, todos inflando un tema que no era nuestro. El tema era la ETA en España.

Estos señores estaban acá. La Corte sostuvo y decretó que tenían que ser enviados a España y nada más. Acá eran otros, no teníamos nada que ver con la ETA. Entonces el tema se infló en año electoral, pero además por la relación entre las organizaciones terroristas que forman una especie de internacional: montoneros, tupamaros, ETA. Y entonces se produjo este horrible episodio en el cual el ministro Gianola actuó con gran serenidad, mucha firmeza, ejerciendo la autoridad. Teníamos a la ley y la Constitución de nuestra parte. Y los que hicieron la asonada estaban contra la ley y contra la Constitución.

“El tema del Filtro se infló en año electoral, pero además por la relación entre las organizaciones terroristas que forman una especie de internacional: montoneros, tupamaros, ETA. El ministro Gianola actuó con gran serenidad, mucha firmeza, ejerciendo la autoridad”



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



He hablado con politólogos y economistas respecto a la política macroeconómica del país, que afortunadamente es una política de Estado. Y todos dicen que esta política macroeconómica se mantiene desde el gobierno de Jorge Batlle, se mantuvo los 15 años de gobierno del FA, y luego en el quinquenio en el que gobernó su hijo, Luis Lacalle Pou. Me consta que recibió el país con un déficit alto de 7% y con un 130% de inflación... ¿Cómo evalúa la política económica bajo su gobierno, Lacalle? 

Yo creo que el inicio de la política eficaz contra la alta inflación son los hechos que prueban que se inició en nuestro gobierno. Hay unas gráficas muy interesantes que publica [el economista Jorge] Caumont, al que le pedimos un análisis técnico de nuestro gobierno que empieza la inflación de 130%, baja a 44%, el doctor Sanguinetti en su segundo período la continúa bajando, y llegamos a un dígito. Nadie cambió esas políticas y hoy [el presidente del BCU, Guillermo] Tolosa puede decir en un gobierno frentista que va a estar en 4,5% o 4,3%. Ese es el episodio económico más importante.

La baja de la inflación a veces no se nota porque es lenta, pero los pesos valen más. Y yo creo que ese fue el legado más importante desde el punto de vista económico. Quebrarle la dinámica a una inflación de tres dígitos, llevarla a dos y en la continuación, llevarla a uno. Entonces, Jorge Batlle no empezó esto: empezó en nuestro gobierno.

“Quebrarle la dinámica a una inflación de tres dígitos, llevarla a dos y en la continuación, llevarla a uno. Entonces, Jorge Batlle no empezó esta política macroeconómica. Empezó en nuestro gobierno”

¿Por qué dejó de convocar los consejos de salarios en su gobierno? Es algo muy recordado por la izquierda y los sindicatos, con frecuencia.

Porque nosotros en los consejos de salarios estábamos amenazados de aprobar la inflación prevista. Y la única manera de hacerlo distinto era la inflación que el gobierno creía que iba a hacer. Entonces le quitamos al aumento de salario su factor inflacionario. Es doloroso, pero eficaz. El salario real creció durante el gobierno nuestro. [Abre su libro y busca una gráfica] Producto bruto interno, consumo privado, inversión privada, inflación... acá está, salario real: casi 95 en mayo de 1990 a 104 en 1995. Y la inflación, fijate: de 134% a 44% en febrero del 95. Y la deuda externa, la negociación fue obra de Nicolás Herrera.

Yo la empecé con [George] Bush, cuando me entrevisté con él antes de asumir, en febrero del 90. Fui a la Casa Blanca, estaba mirando todo. Es divino estar ahí —nunca más volví— y, cuando me enfrento al tipo, yo pensé “¿cómo le llamo la atención a este tipo?”. Entonces le hice un juego de palabras en inglés: “Let me believe that it pays to pay”, algo así como que “paga pagar”, traducido mal. El tipo me miró y dijo: What do you mean?”. Le digo: “Mire, queremos recomprar deuda. Como somos un país en serio, para comprarla tenemos que pagar 54% del valor. La Argentina, que no cumple con nada, la compra a 11”. You’ve got a point” [ahí tiene un punto]. Y, a partir de ese día, el tipo fue de los que nos ayudó. Renegociamos la deuda, recompramos y bajamos 40 millones la deuda. Eso fue otro episodio importante.

¿Cómo recuerda el Caso Berríos? Fue un hecho que suscitó muchos informes de diarios y revistas, como Tres y Posdata, que motivó documentales, libros y hasta películas. 

Este personaje, el señor [Eugenio] Berríos, era un personaje bastante siniestro. Un científico que había colaborado en varios atentados contra personalidades chilenas. Se refugia aquí porque había militares que tenían relación con los militares chilenos y le hacen un favor teniéndolo acá. Lo que a mí me resulta chocante del episodio es que estemos lavando la ropa sucia de los chilenos, que es lo que yo les dije en mejores palabras a los generales cuando me enteré del asunto. Juntamos a todos los generales que estaban en Montevideo y yo les dije: “Miren, señores, esto no es de soldados orientales: nosotros estamos para otra cosa. Las amistades que tengan con los militares chilenos, macanudo, pero haciéndole la obra fea, sucia a los chilenos”.



Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.

Foto: Javier Noceti/Montevideo Portal.



Usted habló recientemente de cierta complicidad de militares uruguayos con sus pares chilenos y de una actitud “antipatriótica”…

Sí, porque nosotros no tenemos nada que ver con lo que hacen los militares chilenos, con la dictadura chilena. No tenemos nada que ver.

En 2021, cuando sacó el primer ejemplar de su trilogía, lo entrevisté aquí en su casa, y me dijo: “Es cierto que ‘con los blancos se vive mejor’: pocos gobiernos, pero buenos”. “La propia gente sintió que se vivía mejor”, dijo. ¿Debo entender que los gobiernos blancos son mejores que los de colorados o frentistas?

El Partido Colorado y el Partido Nacional tienen 189 años, y el Frente Amplio tiene 54. Además, no vamos a comparar con el siglo XIX. Yo creo que la prueba de que el gobierno fue satisfactorio para la gente la da el resultado electoral. A pesar del referéndum, de los adjetivos de “privatizador” y de no sé qué, la elección se definió por 16.000 votos. Un empate, prácticamente. Sanguinetti gana por 16.000 votos apenas. Nosotros veníamos de ganarle al Partido Colorado por la distancia mayor de la historia: 174.000 votos.

En la pasada entrevista para este espacio, me reconoció que en este país “nadie se asume de derecha”, cosa que sí pasaba en Chile, Bolivia y Brasil. Me decía que, a su juicio, es un “triunfo cultural de la izquierda” y mencionó a Gramsci. Explíqueme más.

¿Cuál es la genialidad de Gramsci? Marxista, teórico, muerto en el año 1922, preso de Mussolini, él dice: “Se acabó la lógica de la lucha de clases; no la hemos podido ganar”. Y entonces él elabora muy finamente la teoría de la hegemonía cultural, que la izquierda tiene que dominar el campo cultural. ¡Ojo! No se trata de saber si ese cuadro es de Picasso o si Beethoven tal cosa, no. Cultural en cuanto a las categorías mentales que tenemos todos para analizar la realidad. El libro Gramsci: su influencia en Uruguay, de [Juan Pedro] Arocena, demuestra que el Uruguay es un ejemplo del triunfo de Gramsci. Él decía que en las organizaciones existentes había que introducir la salud, la universidad, el carnaval, el folclore, e ir allí formando las pautas culturales de la izquierda. Creo que el Uruguay es un ejemplo de un triunfo de Gramsci. Y esa es la tesis del libro, que empieza en 1950, cuando [Rodney] Arismendi derroca a Eugenio Gómez, que era el secretario general del PCU, quien lo fue durante años. Empieza Arismendi, que fue un hombre talentoso en cuanto a la teoría política y la praxis política.

“Gramsci decía que en las organizaciones existentes había que introducir la salud, la universidad, el carnaval, el folclore, e ir allí formando las pautas culturales de la izquierda. Uruguay es un ejemplo de un triunfo de Gramsci”

¿Cómo evalúa el gobierno de su hijo, que terminó en febrero de este año?

[Fue] un buen gobierno. No me gusta hablar mucho de política actual… la relación padre-hijo hace difícil la evaluación cuando estamos vivos los dos. Porque los otros presidentes que han tenido padres presidentes, los padres ya estaban muertos. Batlle y Ordóñez: su padre, don Lorenzo Batlle, estaba muerto. Jorge Batlle: su padre, Luis Batlle, estaba muerto. Pero creo que fue un buen gobierno, sobre todo, por cómo enfrentó los desafíos; eso se lo reconoce casi todo el mundo. Y llevó un sistema de coalición hasta el fin. Muchos decían que la coalición sería una golondrina de un solo verano.

A propósito de la coalición, una cosa que se le criticaba a Lacalle Pou era no tener una mesa chica donde estuvieran todos. Él negociaba “pico a pico”, como decía, sin una mesa chica donde estuvieran todos.

Bueno, fue su manera de llevarlo y fue eficaz. Y la coalición terminó intacta. Lacalle Pou es mejor que yo en política. Tiene más ductilidad, tiene más picardía, si queremos calificarlo así. Es más dúctil, es más de conversar. Yo fui un poco rígido.

¿Y cómo ve este gobierno de Yamandú Orsi a 100 días de haber comenzado?

Esto de los 100 días lo inventó [John Fitzgerald] Kennedy en Estados Unidos. Y en todo el mundo empezamos a copiar. Es una estupidez, pero bueno… Creo que los 100 días del presidente Orsi son días de anuncios, pero no de realizaciones.

Varios dirigentes de la oposición han señalado que este gobierno “no tiene un rumbo”, curiosamente, la misma apreciación que hacía Carolina Cosse respecto al gobierno de Lacalle Pou…

Esas son apreciaciones subjetivas. Yo creo que, por lo menos, tenía más rumbo que este.

¿Usted ve una hoja de ruta clara? ¿Entiende el proyecto de país que tiene Orsi?

Ningún gobierno es igual a otro. A veces le aplicamos el mismo sistema métrico decimal y no tiene nada que ver. En este caso, la fotografía —creo que estamos todos de acuerdo— es que el presidente Orsi es un hombre sin capital político propio, personal. Así que la coalición que es el Frente Amplio tiene diferencias importantes. Podemos distinguir un grupo más radical, socialista, comunista, y esta senadora… Constanza Moreira, frente al otro que está representado en lo económico por [el ministro de Economía, Gabriel] Oddone, que tiene una concepción más realista, que reconoce las cosas buenas y que reconoce que no se puede hacer saltar por los aires toda la confianza para los inversores. Y el más popular, el MPP, que es una fuerza política muy plástica, y por eso ha tenido el éxito que ha tenido. No se casó con los moldes. El propio Mujica fue un gran estratega político. Fue mejor en política que como terrorista guerrillero.

“Creo que estamos todos de acuerdo: el presidente Orsi es un hombre sin capital político propio, personal. Así que la coalición que es el FA tiene diferencias importantes. Podemos distinguir un grupo más radical, socialista, comunista, frente al otro, representado en lo económico por Oddone”

Usted dijo en el programa radial Quién es quién que le gustaría que la coalición republicana tuviese una fórmula con un candidato a presidente de un partido, y candidato a vicepresidente de otro partido de la coalición. ¿Propone que se transformen en un solo partido o solo un lema común para ganar el gobierno?

Soy partidario, en todo caso, de un acuerdo electoral, pero nunca de un partido llamado Coalición Republicana. Cada uno con su individualidad. Es lo mejor en todo sentido. Las autoridades partidarias, llegada la ocasión, resolverán.

¿Cómo terminó usted la relación con José Mujica? Yo hablé con usted para una semblanza que escribí sobre Mujica para Montevideo Portal, y usted se distanció de Mujica. Incluso, en sus últimos días de vida, a usted lo noté muy frío en sus apreciaciones sobre él, mientras que Sanguinetti tuvo palabras elogiosas para Mujica.

Mire, la historia con Mujica es muy larga. En el año 59, en la calle Sierra [ahora Fernández Crespo], en el Club de Residentes de Paso de los Toros, se convocó un congreso de juventud del Partido Nacional, que fue una leonera, porque el partido estaba recién votando junto. Todavía estaban las grandes diferencias entre el Herrerismo y blancos independientes. El hecho es que el congreso se picó y alguien muy hábilmente para terminarlo bajó la llave de la luz y nos fuimos todos. Bueno, ahí estaba Mujica; yo no lo sabía, me enteré después. Él era integrante de la lista de Erro, y Gianola también, ambos por la lista 41. Yo no sabía que él estaba, él sabía que yo estaba, porque yo estaba queriendo más visibilidad.

Después él, junto con Erro, va a la Unión Popular en la elección de 1962 y sacaron 4.000 votos en todo el país. Ahí él se desentiende de los comicios, de la lucha cívica electoral, y se va al secuestro, al robo, a la tortura, a todas las cosas que hicieron los Tupamaros y los otros movimientos subversivos. Cuando vuelve el sistema democrático, sabemos que el MPP demoró en entrar incluso en el Frente. Él vive el episodio del Filtro, ¡donde vuelve a las mañas antiguas, cuando le habíamos dado la amnistía! Y los tres: Fernández Huidobro, Zabalza y Mujica, andan con miguelitos y con armas, tratando de hacer que haya un baño de sangre. Yo lo critico duramente, porque nunca valoraron ellos que el país los amnistió. Y se olvidaron de la “cárcel del pueblo”, de los soldados matados por la espalda, de los secuestros, de los robos… Los amnistiaron. Y no respetaron ni siquiera eso.

Después, sigue la historia, y ellos se incorporan a cierta altura al Frente Amplio, y luego su éxito político: diputado, senador, ministro y presidente. Entonces, son dos vidas prácticamente. Y después cuando él gana la elección de 2009, yo, que había perdido el balotaje, lo llamo para felicitarlo, como se acostumbra en nuestro país. Y le digo: “Bueno, presidente, tengo que hablar con usted”. [Lacalle lo imita]: “Bueno, el miércoles”. No el lunes ni el martes, el miércoles. “¿Dónde?” “En el despacho de Lucía [Topolansky]”, que era pegado al mío en el Senado.

Entonces, cuando nos sentamos allí, nos empezamos a mirar, y ninguno rompía el silencio; ese silencio fue incómodo. Entonces yo le digo: “¿Cuántos años hace?” “50”. “No, 51”, haciendo referencia al famoso congreso. Entonces, ahí le puse un punto y aparte, y le dije: “Mire, presidente, su vida es una novela. Si quiere ponerle un final feliz, cuente conmigo”. Más no le podía decir. Después mantuve una relación, donde él me decía “don Luis” y yo le decía “presidente”. Nunca fui a la chacra, no tenía nada que ver con él, y no iba a fingir una especie de “lloro” al lado del cajón. Me parece que a él mismo no le hubiera gustado.

¿Es tan obvio y cantado que su hijo sea candidato nuevamente en 2029?

No apuremos la historia. Tenemos este gobierno, vamos a ver cómo resulta. Lacalle Pou sale del gobierno con un importante índice de aprobación, creo que casi ninguno ha dejado el gobierno con el prestigio de su reconocimiento. Ahora, ojo con el mesianismo de que Lacalle Pou viene y hace ganar. El Partido Nacional tiene que fortalecerse, reorganizarse. Entonces es uno de los nombres que va a competir. Es uno de los nombres, pero me parece aventurado. Ahora que cuenta con un capital político de opinión, sí. Y bien ganado.

¿Y le gustaría? Como padre y como blanco, ¿le gustaría que él volviera a ser presidente de la República?

A mí, por supuesto. Lo que más me ha enorgullecido de mi vida es tener un hijo presidente. Me gustaría mucho, sí, porque no son muchos los que han sido presidentes dos veces: Batlle y Ordóñez, Sanguinetti y Vázquez. Es un club de tres. Yo quise pertenecer y no pude. Por eso digo: no es tan fácil.

¿Es feliz, Lacalle?

Si la felicidad se mide en cuanto a lo frío y gozoso, no, porque no la tomo así la vida. Yo he vivido una vida muy interesante. Yo he vivido una vida novelesca. Ser presidente blanco en Uruguay era difícil. Me tocó a mí, y la gané, y la sudé. Creo que en ese momento estaba muy clarito políticamente.

Sufrí el atentado de los vinos envenenados, y no me morí porque mi mujer me paró, porque la Providencia la inspiró. Me quedé pegado de un enchufe y mi mujer me salvó cuando estaba muerto clínicamente, se me paró el corazón. En la Antártida se nos abrió el techo del avión, pensé que íbamos para el mar y adiós… pero nos salvamos. He tenido satisfacciones, he tenido tristezas y momentos difíciles. He tenido una vida completa, con las equivocaciones que reconozco, y Dios las tendrá en cuenta como no intencionales.