Por The New York Times | Calum Marsh

Un video en Instagram sobre la delgadez, la feminidad y el fascismo ha inspirado meses de debate en la comunidad del bienestar físico.

A principios de abril, MaryBeth Monaco-Vavrik, una instructora de barre de 24 años e influente del fitness que vive en Washington D. C., estaba sentada en el aeropuerto esperando embarcar un vuelo cuando se le ocurrió una idea para un video de Instagram.

Monaco-Vavrik estudió Ciencias Políticas y Comunicación en el Davidson College. Se convirtió en un hábito, dijo en una entrevista reciente, “conectar siempre cosas al azar que no parecen relacionarse”. En ese momento, yuxtapuso dos conceptos que le habían rondado por la cabeza: el pilates y el presidente Donald Trump.

Sonriendo a la cámara y haciendo playback de un popular clip de TikTok sobre el musical de Broadway WickedMonaco-Vavrik expuso su caso: “¿Alguien quiere que explique la conexión entre la popularización del pilates y el running en lugar del entrenamiento de fuerza… y el auge del autoritarismo extremo estadounidense?”.

Se explayó en el pie de foto, diciendo que el conservadurismo estaba correlacionado con “cuerpos más pequeños”, y que las curvas ya habían pasado de moda y que la heroin chic (una apariencia poco saludable y extremadamente delgada) estaba de vuelta. Dado nuestro clima político actual, no le parecía sorprendente que la moda de los “brazos de pilates” entre las “chicas pilates” estuviera en auge.

Monaco-Vavrik era nueva en la creación de contenidos en el ámbito del fitness —publicó sus primeros videos de Instagram, centrados en consejos de entrenamiento y ejercicios, en febrero— y esta publicación en concreto fue, dijo, algo espontáneo. “Hice ese video en cinco minutos, sentada en el aeropuerto, solo para publicarlo”, señaló. “Me dije: ‘¿Por qué no?’”. No estaba preparada para la reacción: dos millones de visitas en dos días, y casi cinco millones en el momento de escribir estas líneas.

Su idea se difundió ampliamente, pero no porque todo el mundo estuviera de acuerdo.

Algunas entusiastas del pilates la calificaron de tontería. Otras dijeron que solo querían estar sanas y ser femeninas.

“Me acusaron de misógina”, dijo Monaco-Vavrik. “Me acusaron de odiar a las mujeres”.

El tenor de los comentarios osciló entre el escepticismo y la afrenta personal. Muchos se indignaron por la sugerencia de que pudieran ser partidarios de Trump, mientras que otros parecían irritados por la idea de que una forma de ejercicio pudiera describirse en términos partidistas.

“Hubo mucho revuelo”, dijo Monaco-Vavrik. “Creo que ofendió profundamente a estas mujeres blancas más ricas que se declaran progresistas, pero que realmente no entendían lo que yo estaba diciendo”.

Y lo que es más alarmante, dijo que las reacciones la siguieron fuera de internet. Otros entrenadores del estudio donde enseñaba barre la reprendieron por sus comentarios, y dijo que la publicación incluso tuvo consecuencias para su carrera: se citó como motivo para que no consiguiera un trabajo de mercadotecnia en una marca de fitness.

Fue la experiencia viral completa. “Al principio fue genial, porque era como: ‘Sí, la gente ve mi página’”, dijo. “Luego fue como: ‘Maldita sea, ahora estoy desempleada’”.

El pilates fue desarrollado en Europa en la década de 1920 por Joseph Pilates, un entrenador alemán de defensa personal que originalmente llamó “Contrología” al programa de fitness. Aunque Pilates escribió libros sobre el tema e instruyó a bailarines en su programa desde su estudio de Nueva York tras la Segunda Guerra Mundial, no fue hasta los años 90, décadas después de su muerte, cuando el programa entró en la cultura dominante, encontrando una amplia aceptación junto con un aumento de la popularidad del yoga.

Más recientemente, el pilates ha cobrado impulso: en 2024, la plataforma de fitness ClassPass dijo que era el tipo de clase más popular del año. Las clases de pilates son hoy más accesibles que nunca, y se ofrecen en estudios especializados, franquicias como Club Pilates y cadenas de gimnasios como Equinox y Gold’s Gym.

Sin embargo, no está tan claro si esa popularidad puede atribuirse al clima político actual.

“Nunca lo he oído ni he visto ninguna relación”, dijo Amy Nelms, propietaria del estudio de Pilates Flatiron Pilates de Nueva York, con los ojos abiertos de incredulidad cuando le expusieron la idea. “No me imagino a Donald Trump haciendo pilates”.

Para Monaco-Vavrik, el problema no es el ejercicio en sí, sino la forma en que se ha promocionado y comercializado. “El pilates es genial para la fuerza central y para quien padece debilidad del tejido conjuntivo, etc.”, dijo. “Pero, ¿cómo podemos separar eso del hecho de que su mercadotecnia es extremadamente excluyente? Es extremadamente blanqueadora. Se basa en la riqueza. Se basa en la delgadez”.

Aun así, admitió que los matices de su argumento podrían haberse perdido en lo que parecía una acusación contra los entusiastas del pilates.

“No se trata de tu afiliación política personal”, dijo. “Nadie va a pilates pensando: ‘Hoy voy a ser fascista’”.

Dijo que la forma en que se comercializaba era independiente del ejercicio en sí. “Quizá no se entendió muy bien”, añadió, refiriéndose al mensaje de su publicación.

Gran parte de esa “comercialización” es, de hecho, una masa amorfa de contenido en las redes sociales, producido por influentes del pilates que se autoidentifican como “chicas pilates” o “princesas pilates”. En TikTok, los creadores de contenido ofrecen consejos sobre cómo conseguir “brazos de pilates” —bíceps delgados y nervudos que no parecen abiertamente musculosos— o, más ampliamente, un “cuerpo de pilates”, que normalmente solo significa delgado.

A Monaco-Vavrik le preocupaba que se tratara de formas codificadas de decir a las mujeres que tenían que hacerse pequeñas y ocupar menos espacio; que, en lugar de fortalecerse levantando pesas, se las estaba “empujando a asistir a una clase de pilates y a tomarse un batido después”, dijo. “¿Qué dice de nuestra cultura el hecho de que se fomenten estas cosas?”.

Anita Chauhan, una aficionada al pilates de Toronto que tiene su certificación en el programa, dijo que el argumento de Monaco-Vavrik le parecía “un poco flojo”, pero estuvo de acuerdo en que “hay algo que desentrañar sobre la estética y la accesibilidad del pilates, especialmente en su momento cultural actual”.

Desde su perspectiva de mujer de color, dijo Chauhan, “el pilates sigue pareciendo un espacio predominantemente blanco y adinerado”, con una clientela y unos instructores “abrumadoramente blancos, a menudo delgados y que suelen ajustarse a una estética del bienestar muy específica”.

“La obsesión de la industria del bienestar en general por el control, la delgadez y la optimización puede solaparse incómodamente con marcos excluyentes o incluso fascistas”, añadió. “Así que, aunque no creo que el pilates sea inherentemente autoritario, definitivamente se ha empaquetado de formas que se alinean con esos valores”.

Para algunas personas que vieron el video de Monaco-Vavrik, la mera idea de relacionar política y pilates era objetable, aunque hubiera razones para creer lo contrario.

“Creo que durante mucho tiempo se ha tendido a pensar que el fitness no es político, sino simplemente hacer ejercicio”, dijo Natalia Mehlman Petrzela, profesora de Historia en la New School y autora del libro Fit Nation: the Gains and Pains of America’s Exercise Obsession. “Pero el fitness siempre está ligado a la dinámica del poder y a la sociedad, y a menudo es mucho más que el gimnasio”.

Petrzela dijo que la cuestión planteada por Monaco-Vavrik tenía algo de cierto. “Creo que si nos fijamos en la estética y los mensajes dominantes en torno a las princesas pilates o las chicas pilates, no cabe duda de que defienden una estética muy tradicional de la belleza femenina”, dijo.

Pero estaba dispuesta a admitir la idea solo hasta cierto punto. “Aprecio ese tipo de análisis, pero se desmorona cuando se analiza en profundidad”, dijo. “Tal vez sobre todo porque el pilates te pone muy, muy fuerte. El pilates es un entrenamiento realmente intenso”.

“Asegúrate de incluir que he dicho que el pilates es duro”, añadió Petrzela riendo. “Si no, vendrán a por mí”.

Aunque han pasado meses desde que su publicación atrajo la atención por primera vez, el video de Monaco-Vavrik sigue atrayendo visitas y avivando el debate, aunque ella ya no se involucre directamente en él.

“Hace tiempo que no miro los comentarios porque me enfadan mucho”, dijo. Hizo un video de seguimiento explicando la idea, con la esperanza de reducir parte de la confusión, pero, dijo, “mucha gente malinterpreta lo que dije”.

Por supuesto, después de haber improvisado su video inicial en unos minutos, Monaco-Vavrik será la primera en admitir que su argumento puede no ser implacable. Aun así, su instinto le dice que ha tenido la idea correcta.

“De nuevo, no puedo demostrarlo exactamente”, dijo. “No puedo demostrarlo, pero es como que, sé que está ahí. Sé que el orden, la elegancia, la tranquilidad, el minimalismo… todo está conectado”.