Uruguay tiene historia en pensar en el futuro. Desde reformas laborales pioneras hasta experiencias culturales que cruzan disciplinas, el país ha sabido posicionarse como un espacio de innovación social. Esa capacidad puede resultar clave frente a los desafíos que hoy plantea la inteligencia artificial, la automatización y los cambios en el mundo del trabajo.

En diálogo con En Perspectiva, los creadores Juan Ciapessoni y Pablo Casacuberta reflexionaron sobre los rumbos posibles del país en este contexto. Ambos forman parte del Centro GEN, un espacio donde confluyen arte, ciencia y tecnología, con proyectos que van desde series documentales hasta espectáculos escénicos y publicaciones sobre neurociencia.

Una de las ideas que sobrevoló la conversación fue la necesidad de “humanar”: apostar por vínculos presenciales, experiencias compartidas y procesos creativos. “Lo que tenemos que hacer es generar espacios de encuentro, donde se dialogue, donde la gente se inspire y actúe en conjunto”, expresó Ciappesoni.

A lo largo de la charla destacaron que Uruguay puede aprovechar su escala, su historia reformista y su tradición de diálogo para ofrecer un modelo alternativo frente a la lógica dominante de eficiencia. Según Casacuberta, el país no fue una “rémora industrial”, sino que supo desarrollar una trama social con foco en las personas.

Ambos alertaron sobre los efectos de la automatización, la dependencia de algoritmos y el aislamiento que generan las redes sociales. Pero también ven oportunidades. Proponen proyectos transgeneracionales, colaborativos y multidisciplinarios, como vía para repensar el trabajo y la educación.

Entre los ejemplos que mencionaron figura Soñar robots, una película sobre robótica adolescente en Uruguay, vista por miles de personas en India; la serie Tu casa es mi casa, emitida por HBO; y una publicación premiada, Mirar la mente, que combinó neurociencia y arte visual.

El apagón eléctrico que afectó al estudio durante la entrevista no detuvo la charla, sino que reforzó su mensaje: “A veces la innovación está en volver al origen”, dijeron, mientras seguían conversando a oscuras, grabando como si fuera un casete.

En el tramo final, imaginaron incluso una “certificación H” para empresas que evalúe su sensibilidad humana más allá de la eficiencia. “Así como surgieron las certificaciones B, ¿por qué no pensar en indicadores que midan la empatía y el vínculo social?”, plantearon.

Frente al avance tecnológico, concluyeron que el desafío no es solo adaptarse, sino decidir qué tipo de sociedad queremos construir. Y para eso, dijeron, hay que empezar por algo simple: encontrarse, conversar, crear.