Desafinado hasta la fecha con el gol, su principal virtud, el uruguayo Luis Suárez está supliendo su falta de acierto anotador con pases de gol, hasta el punto de convertirse en el segundo máximo asistente del Barcelona, sólo superado por el argentino Lionel Messi.
En el partido de ida de la semifinal de la Copa del Rey ante el Villarreal, el charrúa sumó su décima asistencia en 20 partidos, unas cifras similares a las 12 que realizó la temporada pasada con el Liverpool.
Bota de Oro de la pasada temporada compartida con Cristiano Ronaldo (31 tantos), el azulgrana aparcó su innata alma de depredador del área para brillar en otros aspectos del juego, dejando que Neymar y Messi (autores de 57 tantos en lo que va de temporada) brillen de cara al arco rival.
El mejor ejemplo de su solidaridad y capacidad de sacrificio se vio en el tanto del 10 azulgrana con el que el Barcelona abrió el cerrojo de un Villarreal muy bien plantado en el terreno de juego este miércoles.
Presionó con éxito la salida del balón de los castellonenses, se quedó con el esférico, condujo veloz hasta el área contraria, esperó la carrera de Messi en la punta de ataque y sirvió un pase preciso para que el argentino batiera con clase a Asenjo desde la medialuna.
Todas sus virtudes mostradas desde que viste la zamarra azulgrana resumidas en una misma jugada: sacrificio defensivo, visión panorámica y generosidad ofensiva.
Por una vez el Camp Nou no coreó el nombre del argentino y agradeció el esfuerzo del uruguayo. "Suárez, Suárez, Suárez...", cantaba la grada del templo azulgrana, consciente quizá de que el ariete necesita algo de cariño después de una racha en la que suma tan solo seis tantos.
Porque a pesar de su romance con la asistencia, el uruguayo no deja de ser un killer que vive por y para el gol, algo que se ve partido sí, partido también, cuando falla una ocasión clara como la que desaprovechó anoche al filo del descanso.
Le filtró Messi un balón preciso en el interior del área y con todo a su favor disparó demasiado cruzado, quedándose a pocos metros de saborear lo que más le gusta. Como viene siendo habitual, su reacción fue transparente, extrovertida: se arrodilló, golpeó varios golpes el tapete verde y maldijo su poca fortuna anotadora, que vivió un paréntesis el pasado domingo ante el Athletic Club de Bilbao.
Y es que en 20 partidos, Suárez, que por la sanción de la FIFA se perdió 11 encuentros durante el primer tramo de la temporada, realizó 55 remates, una cifras inferiores a las del brasileño Neymar, que necesitó 78 disparos para anotar 23 tantos, y Messi (34 goles en 142 intentos).
No consigue golear Suárez, pero está en todos los saraos ofensivos de su equipo. En el segundo tanto con el que su equipo volvía a adelantarse en el marcador, inició la pared con la que Iniesta, tras un rebote de la zaga amarilla, logró convertir en el que fue su segundo tanto del curso.
Y ya en el tiempo de descuento se atrevió con un disparo desde el círculo central que a punto estuvo de sorprender al guardameta rival. El balón se quedó a unos metros de la red.
Presiona, lucha, asiste, abre espacios para sus compañeros, ya sea ocupando la punta de ataque o aceptando, casi sin rechistar, un puesto en la banda derecha para que Messi se mueva como pez en el agua en la posición de falso nueve.
Es la nueva vida de Luis Suárez, un goleador contrastado que aceptó ponerse al servicio del colectivo aunque con ello el gol quede en un segundo plano.
Agencia EFE