Napoli llegó a la fecha 33 de la Serie A de Italia con 15 puntos de diferencia sobre Lazio, el único escolta, faltando seis partidos. Un empate ante Udinese este jueves le servía al conjunto napolitano para gritar campeón, y así sucedió.

Con el uruguayo Mathías Olivera desde el inicio, Napoli, con gol del nigeriano Víctor Osimhen, igualó 1-1 de visitante y levantó su tercera liga. Las anteriores fueron en las temporadas 1986/87 y 1989/90, con el argentino Diego Maradona como figura.

Este jueves todo empezó con una primera parte insuficiente, en consonancia con la amarga ante Salernitana del pasado domingo. Esta vez la sensación del partido fue, incluso, peor que un gol en el último suspiro. Porque levantarse dos veces es muy complicado, y un gol del Udinese en el minuto 13, un disparo directo a la escuadra de Lovric, que trajo consigo los fantasmas del último partido debido a su parecido con el de Boulaye Dia en el Maradona que aplazó la esperada fiesta, se antojó demasiado castigo.

El mediocampista de Udinese consiguió aprovechar un error en la basculación napolitana para recibir sin marca y con tiempo dentro del área. De nuevo Spalletti torcía el gesto, apuntaba en la libreta y parecía saber exactamente qué tenía que hacer para cambiar a su equipo.

Desde el gol del empate, el Udinese supo que no tenía más opción que aguantar como fuera las embestidas del merecido campeón. Porque el visitante se reencontró consigo mismo y no dejó escapar otra oportunidad de lograr lo casi impensable.

Esta vez un empate fue suficiente. Un 1-1 que quizá no pase a la historia, como sí lo hará Osimhen tras marcar el gol. Un gol que costará borrar de la retina de los napolitanos y del que costará dejar de hablar en Napoli. Esta vez, el conjunto partenopeo no falló a su cita con la historia, se convirtió en campeón del Scudetto y devolvió a lo más alto de Italia a todo un pueblo.