La reforma se inspira en tres conceptos centrales: 1) la atención sanitaria es un derecho fundamental; 2) sólo la intervención directriz del Estado puede darle equidad, racionalidad e integralidad; y 3) es una materia tan singular que debe llevarse adelante fuera de las leyes del mercado.

Conviene reparar en un asunto de la mayor importancia: la Constitución no se refiere nunca al "derecho a la salud". El artículo 7 "establece el derecho de los ciudadanos a ser protegidos en el goce de la vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad". De la salud ni una palabra. Es el Artículo 44 que encomienda al Estado que procure el "perfeccionamiento físico" legislando sobre "todas las cuestiones relacionadas con la salud e higiene públicas", lo que no es lo mismo.

¿Es responsabilidad del Estado cuidar la salud de los ciudadanos? Según el mismo artículo no: son los habitantes quienes "tienen el deber de cuidar su salud". ¿Pero no debería el Estado garantizarle la atención sanitaria a los más pobres? Desde luego; al menos así lo establece el Artículo 44, aunque aclara que será "tan sólo a los indigentes o carentes de recursos suficientes". Aquellos que tienen recursos suficientes deben cuidar personalmente de su salud. Una reforma por la cual el Estado desplazará al ciudadano en la toma de decisiones, confiscará todos sus recursos y lo someterá a un sistema único, centralizado y oligopólico, parece ir a contrapelo de la Constitución, por no decir que la viola.

Si semejante sistema tuviera más "racionalidad"y garantizara algo, debería aplicarse en otras áreas significativas, como la alimentación, la vivienda o los bienes culturales. Es llamativo que el mismo gobierno que promueve la competencia y la apertura económica para el resto de los intercambios económicos, propicie esta reforma. Acaso lo inspire la presunción de que los servicios de salud son de una naturaleza tan singular que amerita la abolición de las leyes del mercado, es decir, de las libertades ciudadanas. La misma excusa con la que se establecieron todos los privilegios monopólicos, oligopólicos y burocráticos. La misma vieja excusa.

Suertempila

Gerardo Sotelo