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Columnistas

Escribe José Pablo Franzini Batlle

Opinión | Sin vergüenza

Hay un plan comunicacional que, hay que reconocer, es lo que lo sostiene. El discurso: vacío, como siempre.

10.03.2023 15:30

Lectura: 4'

2023-03-10T15:30:00-03:00
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Ese es el denominador común de los actos a que nos tiene acostumbrados el gobierno encabezado por Luis Lacalle Pou. En los últimos días parecen haberse ampliado las cortinas de humo que intentan tapar el mayor escándalo de corrupción que el país haya vivido.

Al (des) Gobierno ya no le afecta que dos ministros le hayan mentido al Parlamento; tampoco alcanza que lo haya hecho el prosecretario de Presidencia.

Tampoco importa que la ministra de Economía le firme una exoneración de impuestos a la empresa dirigida por su esposo. No existen dos bibliotecas al respecto: debió excusarse de participar, aún con la firma. Pero claro, lo anterior comparado con la catarata de irregularidades, corrupción e impunidad, representa la nada misma.

Pero si algo faltaba para agrandar el desastre es la trascendencia de los audios de la fiscal a cargo del caso Lacalle Pou, donde afirma que jamás se podrá investigar a fondo, pues lo impiden los organismos que son los encargados de indagar: Ministerio del Interior a través de la Policía, el Ministerio de Relaciones y Presidencia. Atroz.

Como si nada de lo anterior sucediere, el presidente monta un show de apariencia republicana. Una rendición de cuentas ante el Parlamento que no es tal, ni existe. La legislación uruguaya no exige rendición del presidente ante la Asamblea General. Menos aún show mediático con claque incluida. Una ceremonia más propia de una monarquía que de una república.

En países con régimen parlamentario el jefe de Gobierno sí está obligado a hacerlo. Inglaterra, por ejemplo. Seguramente en tal régimen y país, Lacalle Pou, hubiere tenido que renunciar dado el escándalo por demás conocido. Con absoluta seguridad.

De todos modos y como dice el refrán popular, aquí parece aplicarse el dicho: “Si se fue el balde, que se vaya la cadena…”; en clara alusión a un estado de descomposición total.

En lo que parece ser una maratón mediática, Lacalle recorre radio y televisión. Él mismo va a los sitios, con la Presidencia a cuestas, anunciando que tuvo un error, que los audios y chats están al servicio de la cosa política, que cuando fue oposición no hizo tal cosa.

Lo anterior dentro de un plan comunicacional que, hay que reconocer, es lo que lo sostiene. El discurso: vacío, como siempre.

Pero significó la frutilla de la torta, el autobombo mesiánico del presidente de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva García. Una producción audiovisual cuidada, guionada. Como locación una escuela, desde allí anuncia “La transformación curricular”. Será un antes y un después, continua advirtiendo.

Cualquiera que haya puesto algo de atención en esta “transformación” anunciada sabe que todo es un gran nombrete. Que lo nuevo es la institucionalización de la no repetición.

El aprendizaje por proyecto se practica en Uruguay desde hace muchos años. Basta acceder a cualquier charla de profesores o conocer a docente cualquiera para saber que existen horas de coordinación donde, justamente, estos acuerdan los proyectos y las competencias.

Nada posee esta reforma para incluir el flagelo que significa que casi la mitad de los jóvenes entre 13 y 18 años ni estudia ni trabaja. Nada para ellos, solo nombretes, frases hechas y de contenido cero respecto a esos chiquilines.

No lograremos ciudadanos libres, menos aún, independientes, si los formamos para el mundo laboral dependiente. Debemos preparar seres libres, emprendedores, cuestionadores. Que sean capaces de analizar el mundo dinámico, vertiginoso y cambiante con sus propias cabezas. Allí la tarea y desafío. Nada de estos cambios apuntan a lo anterior.

Terminando la columna, el departamento publicitario del Gobierno empieza a preparar el escenario de reconciliación del matrimonio presidencial. Solo falta la serenata con mariachis incluidos.

Reconforta en todo este descontrol el esfuerzo que está realizando la Oficina Nacional de Servicio Civil en la persona de su director, Conrado Ramos, intentando reglamentar el desbarajuste que vienen siendo las contrataciones de personal en la función pública. Es por allí.


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